“Adaptamos cuanta cultura llegue a nuestras manos y la convertimos en producto de consumo, ahora ya no basta con sentir la calma de un bosque, ahora se debe comprar el curso para sentir la calma del bosque y quizá comprar también la entrada al bosque…”
Innegable resulta en la actualidad la difusión y comercialización de la filosofía oriental en occidente, como parte del capital y la hiperculturalidad, la línea religió-espiritual del individuo se vio invadida por múltiples manifestaciones y practicas tomadas de países tan distantes y diferentes como India, China y Japón.
La meditación, el Mindfulness, el yoga, el reiki e incluso el budismo en sí mismo, han encontrado muchos adeptos entre nuestras sociedades, desplazando lentamente la imposición del cristianismo y en ocasiones, las creencias autóctonas de nuestras regiones. Es claro afirmar que el análisis filosófico de los Vedas o los Sutras es algo completamente omitido en estas adaptaciones occidente-orientales y que más que una práctica pura de dichas corrientes espirituales y filosóficas, más bien se tiene una mera practica recreativa, de adhesión social y escenificación, que en época de redes sociales viene muy bien para mostrarse más “centrados” y “espirituales”.
En si no hay nada de malo en ello, la meditación, incluso llevada a cabo de maneras poco entrenadas genera beneficios en la reducción del estrés y la ansiedad, por otra parte el yoga o el Tai Chi han demostrado ser ejercicios ampliamente saludables, mejorando la condición física de sus practicantes, una visión muy superficial de la filosofía budista puede brindar así mismo cambios de perspectivas y llevar a adquirir comprensiones un poco más conscientes o al menos diferentes sobre la existencia, el tiempo, el amor, entre otros.
El verdadero problema surge cuando estos pupilos del New Age se convierten “en apariencia” en los gurús más sapientes de la filosofía oriental, creando una falsa imagen, e incluso una imagen contradictoria, de lo que muchas de estas corrientes filosófico-espirituales quieren enseñar. Era de esperarse que, en esta época de coaches y tutoriales de desarrollo del sí mismo, de la extensión del narcicismo, la exposición “pornográfica” del individuo en redes sociales y la búsqueda imparable del éxito individual, los promotores del New Age oriental cometieran el error imperdonable de trastocar dichas filosofías en un tutorial más para empoderar al sujeto y sentirse un poco superior al resto.
Un ejemplo muy claro de esta tergiversación cultural y espiritual de las construcciones filosóficas orientales se encuentra en los sutras del Prajñāpāramitā, directamente en el Sutra del diamante, donde se intenta exponer la no existencia del sujeto o el vacío absoluto del individuo donde el ego, el yo, el pensamiento, el ser, el existir y el no existir son anulados completamente, diversas corrientes del budismo y el camino del bodhisattva han explicado línea tras línea la imperiosa necesidad, obligatoriedad, de la eliminación, en un primer momento, del ego, para que se pueda llevar a cabo la práctica de la meditación y obtener determinada comprensión de lo que los textos sagrados pueden transmitir.
Sin embargo, en occidente desprenderse una mínima parte del ego es algo casi imposible y el llegar a obtener siquiera un breve acercamiento a la comprensión de la nulidad absoluta como concepto es una utopía, al contrario, hemos tomado los tratados filosóficos orientales y les hemos convertido en instrumentos del ego, mientras en los templos, monjes intentan sublevarse a la existencia y lograr una irrelevancia que les permita ver el mundo desde fuera de si mismos, nuestras practicas buscan encontrar la calma para aumentar la productividad, ser mejores parejas o tener un mejor rendimiento en el deporte, usamos el reiki para vivir y decorar con simpleza nuestras ostentosas casas de millones.
Al final, en occidente, la nulidad absoluta se manifiesta en la infinita incapacidad que tenemos para desprendernos de nuestros cánones sociales, basados claramente en el capitalismo, adaptamos cuanta cultura llegue a nuestras manos y la convertimos en producto de consumo, ahora ya no basta con sentir la calma de un bosque, ahora se debe comprar el curso para sentir la calma del bosque y quizá comprar también la entrada al bosque, que seguro ya está privatizado, somos la contracultura de la filosofía oriental, incluso del cristianismo, pero no dudamos un segundo en mostrarnos como la cúspide de la espiritualidad.
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