El debate de estos días, los intereses y discursos que se entrelazan en lo que tiene que ver con el sistema de salud. Puede hacer entender a quienes no están muy enterados que se trata solo de un escenario de contradicción política en la que cada postura ideológica predica sus monólogos sin estar muy preocupados por la vida – que es lo que de fondo se discute- de los colombianos.
En primer lugar tendríamos que preguntarnos por ¿Qué sistema de salud tenemos? Y ¿Por qué debe ser reformado?
El sistema de salud creado por la ley 100 y sus incontables reformas parciales, parches que han ido supuestamente resolviendo sus fallas, es un sistema de aseguramiento en salud, es decir, una vez te enfermas alguien te atiende. Esta tarea se les entregó a unas entidades privadas que recaudan los recursos que provienen de las cotizaciones de los trabajadores y de los recursos del presupuesto general de la nación y pagan a los prestadores de salud una vez se presta el servicio, esto requiere que esos intermediarios autoricen los procedimientos y paguen las facturas.
Las EPS se conciben como un mero administrador de los recursos que administran, o administraban en principio, un plan de beneficios – como el que compras en un seguro – que era diferenciado, para los que podían pagar por ser trabajadores formales y por los que no pueden pagar porque no son trabajadores formales. Primer problema del sistema que concibe que tiene mas derecho a enfermarse un trabajador formal que uno informal.
Convengamos, que desde la óptica de la Constitución de 1991 la salud es un derecho que debe ser garantizado por el Estado, en esa garantía según la regulación pueden concurrir privados y públicos. En este punto, no existe la discusión sobre si debe o no el estado garantizar el derecho, pues mientras este vigente la constitución de 1991 estará obligado. El sistema de salud es la forma en la que se decide garantizar ese derecho, la discusión que enfrentamos es sobre la eficiencia de ese sistema para garantizar el derecho.
No por capricho o por intuición, sino por la experiencia de 30 años de sistema, se han expresado fallas en el sistema que no son corregibles con arreglos al mismo. El diagnóstico sobre el sistema es que el acogido por la ley 100 aunque tiene virtudes, no es capaz de garantizar el derecho, que es la tarea que se impuso.
Durante estos treinta años el sistema reveló que el administrador privado, que tiene por incentivo natural su lucro, entendió que garantizar el derecho no necesariamente es lo más rentable. El problema de las EPS es el de los incentivos, una de las razones es le va mejor a las EPS es que la gente se enferme y que además se demore para ser atendida. Porque cobran por atención y en una enfermedad crónica mientras más se demora la atención, mayor será el precio de los tratamientos.
Además, mediante carteles bien diseñados como el que tiene SURA con COMFAMA, las EPS deciden a que prestador pagar y a cuál pagar más rápido y por esta vía se quebraron los hospitales públicos que son patrimonio de todos los municipios.
La reforma que se presenta este viernes busca corregir de raíz estos problemas, está demostrado que, aunque existen virtudes en el sistema no es posible al interior del mismo sistema garantizar el derecho, razón por la que hay que construir sobre lo construido, pero algo completamente nuevo, para garantizar el derecho no se puede simplemente remodelar el sistema.
Esta reforma busca crear un sistema donde el negocio no sean los enfermos sino los sanos, parece retórico, pero el incentivo económico a que haya enfermos está en el centro del sistema ¿cómo hacerlo? Poniendo el foco conceptual y los recursos en un sistema de promoción y prevención activo, que elimine las barreras de atención para alguien sea atendido.
El espacio de una columna de opinión no permite ampliar debidamente las reflexiones sobre el actual sistema, ni sobre la propuesta de un nuevo sistema. Basta decir por este medio que el único argumento que pueden sostener los defensores del negocio que hoy es la salud es el miedo a lo desconocido, genuino, que hoy han implantado en la sociedad y el tiempo, una vez instaurado un sistema que ponga en el centro la vida, permitirá que la gente pierda el miedo. Como lo perdió cuando eligió el presidente del Cambio.
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