Identificar el contenido patriarcal y violento hacia las mujeres que reproduce el reggaetón es tarea fácil. Así como Claudia Palacios lo expresó claramente en su columna de El Tiempo, este género musical utiliza la fórmula ya conocida de las mujeres como objeto sexual del deseo masculino, en esta vía también las ciencias sociales han publicado decenas de investigaciones que continuamente lo denuncian, y los ejemplos de canciones que confirman esta idea abundan. De allí que parezca razonable pedirle al reggaetón, a sus exponentes, que cambien los contenidos de sus letras. Sin embargo, considero que la cuestión es más compleja de lo que parece y merece mayor profundidad.
Si una es oyente acérrima del género, y no una ocasional escuchadora, encuentra también, de forma sencilla, recursos para confrontar esta idea del reggaetón como género exclusivamente patriarcal. Por ejemplo, la canción de Becky G titulada La respuesta, que interpretada con el apedreado Maluma, dice literalmente “Ando suelta y yo no necesito ni siquiera tu billetera, mucho menos algún tipo como tú que me mantenga. Deja ya tu jueguito, tú no me enamoras, yo no necesito un hombre que me joda, yo compro mis cosas, tú no me controlas, de estar contigo yo mejor me quedo sola”.
Y no solo con canciones de artistas tan populares como ella se puede fracturar esa certeza de la mujer objeto, aquí vemos como una intérprete responde, afirmando su autonomía, a un mandato social de matrimonio y dependencia económica que ronda en tantos lugares y géneros musicales como las rancheras, el vallenato, la salsa hasta el rock. Con esto intento mostrar que, si profundizamos un poco más en el género encontraremos en él una diversidad que podría sorprendernos. Tan es así que hoy existe una vertiente del reggaetón que algunas mujeres intérpretes han denominado Neoperreo, llamativo por sus letras decididamente antipatriarcales, o también sirve como ejemplo el reggaetón lésbico de Chocolate Remix que podría citar extensamente para mostrar que el reggaetón lejos de ser un género exclusivamente patriarcal, es más bien un reflejo de las tensiones que ya están en nuestra cultura, en él los discursos feministas han permeado generando fracturas a lo que de forma apresurada parece ser un machismo absoluto.
Otra cuestión importante, que merece ser revisada con más detenimiento es el por qué este género musical logra ser tan comercial, al punto de ser uno de los productos culturales que más exporta Colombia y que ha dado a Medellín el calificativo de la Ciudad Perreo como lo acuñan en el podcast de J Balvin. El reggaetón no solo es un ritmo pegajoso, en sus letras musicales también aparecen expresiones del pensar, el sentir y, sobre todo, el desear de los jóvenes contemporáneos. En la sociología de la música y los estudios culturales de las emociones, se ha demostrado que los productos culturales que logran difundirse de forma tan expandida y acelerada lo alcanzan a través de la resonancia. Ella significa que lo que expresan estos productos, en este caso las letras de las canciones de reggaetón, es coherente con lo que las personas viven o les preocupa, y brinda no solo un reflejo de la cotidianidad, sino que también ofrecen modos fantasiosos de resolver lo que aparece como tenso o angustiante en las relaciones contemporáneas y que de tramitarlos de ese modo en la realidad sería problemático. Es por esto que insisto en que debemos detener las sanciones apresuradas que califican como machista a un género musical, pues si bien tiene numerosas canciones que claramente lo son también existen las que utilizan distintas narrativas. El reggaetón comienza a reflejar la pluralidad discursiva de nuestras sociedades, no en la riqueza semántica que para muchos puede ser chocante por su expresión vulgar (que significa del común de la gente popular), sino en la cantidad de formas, roles, experiencias e ideales que en ellas aparecen, mostrando que en la actualidad no solo nos atraviesa -aún- el patriarcado, sino también las cuestiones del feminismo y, sobre todo, las del capitalismo.
Exigirle, entonces, al reggaetón que hable únicamente de lo que hemos convenido como correcto y elimine de forma radical la violencia y el patriarcado, es pedirle que deje de reflejar la sociedad que la produce y se convierta en una muestra -univoca- de la sociedad que queremos ser. Esto sería gratificante, pero es imposible por el hecho de que la música no sirve como constitución política de una nación, sino como medio expresión y elaboración de lo que a ella le angustia, le inquieta o no puede materializar, entonces ¿por qué insistimos en pedirle al reggaetón que sea lo que ni siquiera los más instruidos han podido ser?
Vía: Confluencia
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