“Pero. ¡Ah incautos! ¡Hipócritas adoctrinados! Haced de tu vida y de tu filosofía de acción, lo que Jesús pidió al joven rico en su momento. No temáis a la pandemia, así como a mal alguno que amenace tu vida.”
En una de sus correrías por Magadan, Jesús recibió, alentado por Andrés, a un joven rico de la región llamado Matadormo. Este joven fervoroso creyente, se encontraba ante el grupo, y especialmente ante el Maestro para recibir la ordenación. Ya frente a Él exclamó el joven; “Maestro, quisiera conocer por ti las seguridades de la vida eterna. Puesto que he cumplido todos los mandamientos desde mi juventud, me gustaría saber qué más debo hacer para conseguir la vida eterna”. Jesús dijo: “Guarda todos los mandamientos y haz el bien, pero la salvación es la recompensa de la fe, y no simplemente de las obras. ¿Crees en este evangelio del reino?” Y Matadormo contestó: “Sí, Maestro, creo todo lo que tú y tus apóstoles me habéis enseñado”. Jesús dijo: “Entonces, eres en verdad mi discípulo y un hijo del reino”. El joven dijo entonces: “Pero Maestro, no me conformo con ser tu discípulo; quisiera ser uno de tus nuevos mensajeros”. Cuando Jesús escuchó esto, lo miró con un gran amor y dijo: “Haré que seas uno de mis mensajeros si estás dispuesto a pagar el precio, si suples la única cosa que te falta.” Matadormo respondió: “Maestro, haré lo que sea para que se me permita seguirte”. Jesús besó en la frente al joven arrodillado, y le dijo: “Si quieres ser mi mensajero, ve a vender todo lo que posees; cuando hayas dado el producto a los pobres o a tus hermanos, ven y sígueme, y tendrás un tesoro en el reino de los cielos”. Cuando Matadormo escuchó estas palabras, su semblante cambió. Se levantó y se alejó apenado, pues tenía grandes posesiones.
Este fragmento histórico refleja no solo la realidad de la época en que se dio, sino todas las que posteriormente transcurrieron en el devenir de la humanidad. Grandes personajes han significado bien ese mensaje de Jesús, incluso muchos de ellos sin ser fervientes seguidores de su mensaje central en el amor de los demás y por los demás. Albert Einstein, Martin Luther King, Mahatma Gandhi, Santa Teresa de Calcuta o la Santa Madre María Laura de Jesús Montoya Upegui como por mencionar solo algunos que indistintamente de su orientación moral o espiritual, defendieron su posición incluso hasta con la vida misma.
Hoy el mundo enfrenta una situación que en muchos escenarios geográficos ha sido inmanejable, pese a las condiciones de infraestructura, tecnología y cultura poblacional- La pandemia viene dejando un lastre de dolor y muerte. Una sensación de impotencia no solo en la población sino también en los gobiernos y sobre todo una crítica de inoperancia de estos en las necesidades de aquellos. Sin embargo, como en todo el orbe, en nuestra Colombia se encuentran personajes que vienen haciendo la diferencia. Profesionales de la salud, dando su vida por la vida de los congéneres, campesinos incansables en su labor por el abastecimiento; personas de la industria alimenticia comprometidos con la satisfacción de la necesidad colectiva, conductores recorriendo el país entero distribuyendo y dando esperanza, trabajadores de las grandes superficies en compromiso con su labor. Personas guarecidas en beneficio propio y colectivo. En fin, son muchos los protagonistas anónimos que hoy con su grano de arena, generan una luz al fin del camino; que sin saberlo muchos de ellos, están renunciando a todas sus riquezas materiales en beneficio del bien social. En procura de un mañana mejor.
El gobierno colombiano como protagonista principal en su condición de guarda de la salud, la economía y el orden social, viene adelantando gestiones en procura de paliar las consecuencias de un mal que seguramente dejará secuelas graves, duraderas y con desenlaces atemporales en la sociedad, en la economía local, regional y mundial. Medidas que fructificarán según sea la infraestructura médica del país, de la fortaleza en el sector agropecuario, de los niveles y promedios de empleabilidad y obviamente de la estabilidad en las distintas relaciones laborales existentes. Pero por sobre todo, depende del acierto en la toma de decisiones de carácter general y que las mismas se entiendan como un imperativo para salvar a la nación.
Es así que en Colombia se vienen adelantado de forma general, la orden de “permanecer en casa”, a través de una medida de cuarentena en principio desde el 24 de marzo y hasta el 13 de abril, pero en atención a las condiciones actuales, extendida hasta el día 27 de abril. Medida que ha sido acatada por un gran número de colombianos, pero que a la vez viene siendo desatendida en distintas ciudades, por aquellas personas que se encuentran obligadas a salir en busca del sustento propio y de sus familias, que no cuentan con una relación laboral estable, que deben luchar en el “rebusque”. Sin embargo, y teniendo en cuenta las condiciones económicas del país, se han adoptado medidas nacionales y regionales para permitir (precariamente), que aquellos olvidados, puedan hoy contar con un bocado que alivie su situación que no es actual.
Ayudas en dinero o en especie (alimentos), vienen siendo distribuidas por organismos estatales para aliviar en algo la condición de esos desvalidos en su condición de inferioridad respecto de quienes sí pueden guarecerse al contar no solo con una relación laboral estable que garantiza su sustentabilidad, sino que además cuentan con un techo propio donde guarecerse y protegerse del mal que aqueja al mundo. Condición favorecida que no tienen aquellos desventurados que de soslayo observan cuando aquellos parten en sus vehículos con sus tarjetas de crédito a abastecerse de lo necesario y de lo fútil. Que un bocado de nueces del Brasil, o un vodka para la mezcla con jugo de naranjas frescas; que unas uvas de Chile para un canapé con queso azul, para en el confort de su mirador de ciudad, observar la belleza de una Medellín limpia de aire tóxico, pero enmarañada en una situación social difícil.
Pero todo no es malo. A la par de esos organismos estatales que vienen generando alternativas que de alguna forma permitan no pasar por situaciones tan lamentables como las de Italia, España, Gran Bretaña, Estados Unidos e incluso Alemania, existen personas que han entendido bien ese mensaje dado por Jesús a Matadormo. Ellos, personajes tan significativos en el deporte, la farándula, la política, el periodismo, o gente del común, vienen otorgando alivios en la medida de sus posibilidades, llevan alimentos, donan dinero, participan con su voz que es escuchada para orientar ayudas, o simplemente, salen de sus hogares a llevar un bocado de esperanza a aquellos que nada tienen. Ponen en riesgo sus vidas por la vida de quienes nadie recuerda en su imaginario. Solo esos valientes, hombres y mujeres que, por pura y plena convicción, llevan su mano a quien la espera tendida y franca. A esos, deber es inclinarse para agradecer su fuerza de carácter, su comprensión del amor, su capacidad de aceptación ante la abismal diferencia de clases, su capacidad de entender el dolor humano y extasiarse en la ayuda, en la misericordia que no es un signo de debilidad manifiesta en tanto sí lo es de una voluntad férrea por transformar el mundo y su condición diferenciadora.
Sin embargo, también los hay que, desde su esponjoso y mullido sillón, con un vaso de fino y extranjero licor, saboreando un fragante tabaco isleño, decretan sentencias de desacuerdo, vociferan por el pasado, por el presente y futuro; desdicen del Estado y sus representantes tildándolos de inoperantes, corruptos, alimañas, ratas, creadores de todo el mal existente. Seguramente que algo es cierto y que nuestros gobernantes a quienes hemos elegido, son dignos representantes de la gestión que nosotros no auditamos, de los resultados económicos políticos y sociales que nosotros permitimos y cohonestamos con nuestra constante desidia en la participación permanente y activa.
Y que muchos con poder político, pretenden generar en otros una imagen que si bien real, desdibujada según sus intenciones futuras mediatas. Y es así que por los múltiples medios existentes, inundan a sus aleccionados de información necesaria para su causa, llevándolos a un paroxismo colectivo respecto de la institucionalidad. Y como dóciles borregos, doblegan su capacidad de raciocinio en favor del aleccionador.
Pero. Ah incautos! Hipócritas adoctrinados! Haced de tu vida y de tu filosofía de acción, lo que Jesús pidió al joven rico en su momento. No temáis a la pandemia, así como a mal alguno que amenace tu vida. Dejadlo todo ya! Ve y lucha por lo que tu boca dice. Que lo escrito sea pura acción en beneficio de los demás. Anda y no le temas a la muerte cuando se trata de disputar el bien colectivo, por el mejoramiento de los desmejorados. Ve y hazlo ya! No permitáis que el fragor de una copa te haga reflexionar lo que Matadormo y olvidar toda esa pasión por el bien sobre los intereses materiales. Recordad que en la guerra es preciso tener al enemigo al frente para combatirlo, pese a que existan males peores que el enemigo mismo porque cuando se trata de la vida, hasta la vida misma.