“Muchos lugares ya no existen, se han ido para siempre y otros siguen resistiendo para no ingresar a los empolvados libros de historia.”
Por estos días la nostalgia ha acompañado de manera sempiterna mi alma, mi ser. Desde que comenzó la pandemia, algunas costumbres como la lectura, el cine… me acompañan en la casa. Han sido meses donde he terminado algunas lecturas, comenzando por el Prisionero de Spandau, obra de Greg Iles, donde narra la historia de Rudolf Hess, el eterno prisionero nazi, que, además, y sin ser exagerado, es nuestra historia actual al ser prisioneros del… me reservo el nombre.
Actualmente y luego de leer varios libros desde la casa, me deleito al querer saber cuál es el Manifiesto Negro, novela de Frederick Forsyth, desde un café, a media hora de mi casa. Pero, por estos días la melancolía ha atrapado mi alma.
Pienso en el Pequeño Teatro que frecuentaba cada fin de semana. Pienso en las cinematecas donde cada semana me olvidaba del afán de los días. Recuerdo y la melancolía se asoma, porque tal parece no me percataba de las pequeñas cosas que actualmente se deben de hacer con prudencia: con tapabocas. Pequeñas cosas que para mí han sido obligatorias lejos de casa.
Por estos días he querido retomar mi vida, salir al centro de Medellín y caminar e ingresar a los viejos sitios donde he amado la vida. Muchos lugares ya no existen, se han ido para siempre y otros siguen resistiendo para no ingresar a los empolvados libros de historia.
Camino por la Bastilla y me consuela saber que todavía hay alguien que sale a conseguir libros, que ayuda a aquel librero que por estas circunstancias han tenido días de mucha incertidumbre; este oficio, la del librero, es imprescindible, no me imagino sin estos intelectuales que, de manera intangible, y sin percatarnos, hace que hasta el más solitario del mundo se sienta acompañado.
Por estos días la nostalgia ha acompañado de manera sempiterna mi alma, por ello tengo la necesidad de habitar los espacios que llenan el ser; tengo la necesidad de conversar al pie de un café; tengo la necesidad de caminar por Junín y descansar en la Polonesa observado a través de sus grandes ventanas el caminar de la gente entre el ruido de tarde de cualquier mes.
Sí, pienso en aquel café del centro de Medellín donde de manera libre, sin pensar que me contagiaré de aquel virus cuyo nombre no quiero acordarme, pasaba tardes enteras devorando historias al pie de un pergamino.
Amo mi casa, y siempre espero llegar cada noche a ella, sin embargo, no me acostumbro a las clases virtuales, no me acostumbro a preparar café en la cocina, no me acostumbro a sentarme en el sofá a leer; le agradezco a la vida que aun mi trabajo me permite salir de ella, que el campo me espera cada mañana, que los crisantemos que se acompañan de floricultores nos dibujan un sinfín de colores que connotan esperanza.
Termino preguntando ¿importa dónde se hacen las pequeñas cosas? Para mí sí, y en la casa no encuentro el espacio mágico para soñar.
ESQUIRLA. Lamento el fallecimiento del Ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, no quiero pensar que es una ironía su muerte. Es momento de replantear para dónde debería ir más el presupuesto General de la Nación.
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