El misterio erótico y emocional privado se está difuminando cada vez más en esta sociedad contemporánea. Lo confidencial al igual que el pudor no son más que simples recuerdos de unas épocas perdidas. Las redes sociales han extendido prácticas que rayan en el exhibicionismo y el chauvinismo. La cacería de brujas reinante en la Europa Occidental de la edad media ha reaparecido ya con otros matices a través de la delación y los señalamientos. En conclusión el ego escondido en la necesidad de figurar, ha dejado de lado los secretos y los misterios inmersos en los campos relacionales humanos.
Tal y como lo afirmará Lévi- Strauss, el encuentro entre los sexos es el terreno en el que la naturaleza y la cultura se enfrentaron por primera vez, y yo afirmaría que es el encuentro que sigue definiendo el sentido de la naturaleza humana. La sociedad contemporánea puede ser mapeada por la forma como define las relaciones interpersonales, los encuentros eróticos mediados por redes sociales, brindan al orgasmo el mismo rol que las drogas o el alcohol, un papel intenso pero transitorio y momentáneo, lo que significa que el tiempo ya no se mide por la duración sino más bien por la intensidad y la transitoriedad. La estabilidad temporal ya no es un rasgo característico de las relaciones interpersonales, más si la variedad de goce. Mientras la calidad es defraudada, se busca la salvación en la cantidad y así mismo si la duración no es lo importante, lo que redime es la rapidez del cambio.
Vivimos tiempos donde somos vigilados, el panóptico foucultiano ya no solo es asumido en el manicomio o en la escuela, estos espacios se han desbordado a los espacios públicos, las cámaras de seguridad, los hackers y los dispositivos móviles ocupan ya el rol que en otrora cumplían las gárgolas en la edad media, dándonos a entender que la mirada del otro está ahí, convirtiendo nuestras vidas y vivencias en experiencias que nos acercan al cielo o al infierno desde la lupa del otro. Lo confidencial es una ficción, lo mismo que el pudor. Lo oculto que no queda es exiguo. La delación es una constante. (Rivas, 2018).
Las relaciones afectuosas y amorosas deberán retornar al sentir de la soledad, no como el espacio del ocultamiento, del pecado o de la vergüenza, más si como el lugar, y digo lugar como el espacio cargado de significados, en el cual el placer concertado por fuera de las exigencias sociales nos devuelven el papel de la otredad en la vivencia de aquel con quien comparto, el retorno a las sensaciones y a las emociones nos brindarán un nuevo sentido de la realidad, con lo cual se reestructurarán nuestras imágenes de mundo.