Poesía y autoritarismo de Venezuela a Rusia: Igor Barreto y Óssip Mandelshtam

Lo que el poeta venezolano toma del poeta ruso es una posibilidad de origen en el lenguaje que le otorga la experiencia límite venezolana.


De la poesía se han apropiado los entusiastas, los editores, los estudiantes, los críticos, los enamorados, los profesores, los extraviados, los historiadores, los testigos y, algunas veces, cuando ejercen la suprema versión del lenguaje, los poetas. Dos de ellos: El venezolano Igor Barreto y el ruso Óssip Mandelshtam. Hombres que, en su condición de testigos no se limitan a testimoniar, son poetas que en la opresión de sus épocas asumieron la redención de la lengua. En palabras de  Joseph Brodsky:

Por sí misma, la realidad no vale un centavo. Es la percepción la que confiere significado a la realidad. Hay una jerarquía entre las percepciones (y por consiguiente entre los significados) en la que aquellas adquiridas mediante los prismas más refinados y sensibles ocupan la cima. Es la cultura, única fuente de suministro, la que aporta a dichos prismas el refinamiento y la sensibilidad; es la civilización, cuya principal herramienta es el lenguaje.

Es posible que con el refinamiento y la sensibilidad de su percepción, Igor examine un muro entre él y Mandelshtam, el muro de la supervivencia. Cuando leemos los Cuadernos de Voronezh (1999) de Óssip Mandelshtam reconocemos la unidad poética marcada por un dolor que organiza el pesimismo en las imágenes que se desprenden de las palabras. Recordemos que La divina comedia  fue uno de los siete libros que tomó Mandelshtam en su primer arresto en Rusia y que algunos poemas de Igor en El muro de Mandelshtam (2016) están nombrados en cantos, porque nadie sale ileso de Dante, es decir, la angustia organizada en los Cuadernos de Voronezh le reserva al poeta ruso, en los muros de la ciudad dantesca de Dite, el sexto círculo del infierno para los herejes, los contrarios al dogma: los libre pensadores.

Para el poeta ruso y el poeta venezolano, la experiencia de la supervivencia es la experiencia de un tipo de infierno en cuyos muros se recuestan los cuerpos fatigados por el peso de sus convicciones éticas. Un muro, aunque deteriorado y frágil, puede contener una caída en un barrio caraqueño o “gueto” latinoamericano, también puede proteger de las botas rusas que deambulan afuera o sostener un cuadro con trece cabezas de Leonardo Da Vinci. En estos casos, el muro es resistirse al desplome total. Los muros de Mandelshtam, incluido el de Igor, devienen una poesía que desecha la propuesta maniquea del bien y el mal para mostrar que la combustión del infierno represivo y autoritario de los gobiernos se contiene con el uso de la lengua que deriva en la verdad de un lenguaje autónomo.

…Cuando comenzó el poblamiento
los andamios colgaban de ese muro
como un brazo de su cabestrillo.
Ahora todo se ahúma en impío silencio
y hay quien dice que la jaula hace del pájaro
un algo más valioso.
Pero qué importa, total vivimos en Caracas:
la capital del rencor.
A mí ya no me interesa el pasado mañana.
Cuando muere un hijo
los hombres solo piensan en los hechos,
pero tú deberías comer antes de marcharte,
una ensalada rusa
con abundante mayonesa
que cubra los vegetales.
Y si llueve
harás una camisa
con esta bolsa negra de plástico
porque…
¡escúchame!:
somos retazos de vida extrema,
copias de nosotros mismos. (Igor Barreto)
 

¿Sobrevivir a qué? A la desesperanza, a la pobreza que adelgaza el espíritu ético con las numerosas condecoraciones que ofrece el Estado a quienes se alejen del círculo del infierno de los librepensadores. El escritor ruso Piotr Pávlenko, escribe Vitali Shentalinski en “Los archivos literarios del KGB”, fue el gran delator y agresor de Óssip Mandelshtam, por ello, recibió la Orden de Lenin, máxima condecoración para los escritores adeptos a Stalin.

Pero, ¿por qué acudimos a los poetas rusos?, y ¿por qué en un ruso como Mandelshtam tiene resonancia la Antigua Grecia? Este último, según Joseph Brodsky, acudía al verso alejandrino por ser extremadamente afín al hexámetro, que constituía un excelente procedimiento mnemotécnico para los casos en los que los libros y los manuscritos eran confiscados por el Estado. Tanto Igor Barreto como cualquiera que se vea reflejado en un contexto social represivo y alusivo a la Rusia estalinista (como también lo experimentó la poeta cubana Reina María Rodríguez) ven en Anna Ajmátova, Marina Tsviétaieva u Óssip Mandelshtam más que una poesía temática, ven el resultado supremo de la lengua en condiciones de excepción. Sin alardear una epifanía del conocimiento ni un poder de sanación de la identidad, sino la captura reflexiva de la diferencia y un sentido ético de la experiencia.

Desde la escritura, Igor y Mandelshtam dan un salto de tigre al pasado o lo que en la Tesis XIV sobre el concepto de Historia Walter Benjamin sostiene: “La historia es el objeto de una construcción cuyo lugar no lo configura el tiempo homogéneo y vacío, sino el cargado por el tiempo-ahora”. Se trata, entonces, de capturar en el pasado la cantidad de presente que le corresponde porque sus sombras nos han alcanzado. En una frase Karl Kraus diría: “El origen es la meta”.

Ambos poetas, el ruso y el venezolano, se distancian de la ingenua pretensión restauradora del pasado que predican los funestos dictadores en un afán de rescate por lo que ya no existe. Por el contrario, Óssip e Igor, proyectan la historia en la poesía porque la experiencia es tangible en el lenguaje; que nos permite tocar las ruinas del ahora. Lo que el poeta venezolano toma del poeta ruso es una posibilidad de origen en el lenguaje que le otorga la experiencia límite venezolana. El pasado de Mandelshtam se reconoce en el presente de Igor:

Es de noche y habíamos bebido tanto licor de anís.
Mandelshtam pretendía orinar en un rincón. Mientras
ocurría entre nosotros este diálogo.

Mandelshtam –¿Has oído hablar de eso que llaman Deus ex machina?
Igor –Claro, se trata de un Dios que pilotea un carro a gran velocidad.
Mandelshtam –¿Sabes si será un carro lujoso o si Dios viene con hombres armados para
hacer justicia?
Igor –A fe mía, este Dios de la frase latina, no es un hombre sino un robot.
Mandelshtam –Pero (…) ¿A ti qué te importa? Total, viene a salvarnos.
Igor –No lo creo. Esto que somos no tiene remedio. (Igor Barreto)

La verdadera resistencia de un poeta es contra su propio dolor, porque como decía Joseph Brodsky: “Es una abominable falacia que el sufrimiento produce un arte más sublime. El sufrimiento ciega, ensordece, arruina, y muchas veces mata”, sin esta resistencia la poesía se suspende, aparece la figura del poeta borracho, se debilita el lenguaje: desaparecen las letras de la palabra “revolución”.

Barreto, Igor.

El muro de Mandelshtam (2016).

Caracas, Sociedad de amigos del santo sepulcro.

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

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