Estás alicaído, estás dudando,
no te alcanzan las pruebas ni las preces,
cada Dónde te ofusca, y cada Cuándo
Recorres el confort, las estrecheces
que quedaron atrás y es razonable
que reclames la vida que mereces,
las ventanas en paz, el techo estable.
Pero yo, te confieso, prefería
(¿cómo querés hermano, que te hable?)
cuando tu vieja angustia estaba al día
con la amgustia del mundo, cuando todos
éramos parte en tu melancolía.
Sé qué polvos trajeron estos lodos
pero saberlo no es la mejor suerte.
Invetaré quién sos. De todos modos,
inventarte es mi forma de creerte.