La oscura y alta llama en ti recae,
figura todavía desconocida
¡ah, por tan largo tiempo suspirada
tras ese velo de años y estaciones
que acaso un dios se apresta a desgarrar!
La incólume delicia, la penosa ansiedad
de existir nos incendia y nos calcina
igualmente a los dos. Mas cuando calla
la música entre nuestros rostros desconocidos
se alza un viento cargado de promesas.
Igual a dos opacas estrellas en lenta vigilia
en la cual a un planeta reanima íntimamente
el luminoso espíritu nocturno,
nos alzamos ahora penetrantes,
deseosos de un futuro ilimitado.
Así alienta y alea en el alma vehemente
un deseo tan próximo al espanto,
una esperanza semejante al miedo,
mas la mirada se extiende y entra en la sangre
más fértil el aliento de la tierra.
Asumido en la helada mesura de las estatuas
todo lo que parecía ya perfecto
se reanima y desata, vibra
la luz, tiemblan fructíferos arroyos
y zumban las ciudades augúrales.
La fiel imagen palidece
y me yergo, levito y atormento
queriendo hacer de mí un Mario inalcanzable
para mí mismo, en el ser incesante
un fuego que reengendra su ardimiento.
Traducción: Guillermo Fernández