La caja de Pandora: parte II

Víctima de su gran curiosidad, efectivamente Pandora decidió abrir el presente que le había dado Zeus, dejando escapar a todos los males sobre la tierra. Entonces, asustada cerró la caja de un golpe sin saber que allí también se contenían algunos bienes, y aunque casi todos ellos también se esfumaron, logró quedar encerrada únicamente la esperanza. Desde entonces, fue la esperanza el consuelo necesario de aquellos que sufren a raíz de los males del mundo. De esta historia mitológica surge el dicho: “la esperanza es lo último que se pierde”.

Y es precisamente la esperanza el sentimiento que en este momento me invade, y que comparto con millones de colombianos, donde a pesar de los males y problemas que hemos tenido que soportar por cuenta de una clase política incompetente y mezquina, poseemos por primera vez en más de 200 años una opción real de cambio, materializada en la factibilidad de acceder al poder por medio de una alternativa que nos permite soñar con un país distinto.

Esta opción es la esperanza de que nosotros los jóvenes, quienes por mucho tiempo fuimos espectadores silenciosos, debido entre otras cosas o nuestra corta edad, poco a poco estamos dejando de ser solamente objeto de estudio por nuestros patrones de consumo, para convertirnos en verdaderos actores sociales que toman grandes decisiones. La esperanza de ver que la juventud, la verdadera, la que no se pinta canas, está entendiendo que nuestro futuro depende de las decisiones que se tomen hoy.

La esperanza de que Colombia tenga un enfoque más justo de manera que se garantice el acceso de cada ciudadano al ejercicio efectivo de los derechos, tal como ocurre en Europa y otras regiones del mundo.

La esperanza de preservar y consolidar el Acuerdo de Paz, derrotando a su vez a quienes quieren “hacerlo trizas”, y continuar con las mismas políticas que se han implementado hasta ahora, las mismas que han exacerbado la violencia y las desigualdades sociales en el país.

La esperanza de ver como presidente a alguien que lo vimos resistiendo mil intentos por torpedear su gestión como alcalde de Bogotá, por medio de un ataque mediático que subsiste hasta hoy día, de un corrupto Concejo que saboteó su mandato y de políticos corruptos disfrazados de pastores evangélicos, quienes recibieron todas las garantías que amerita la libertad de creencia, pero que siguen sosteniendo infamemente que se les cerrarán las iglesias.

La esperanza de ver que de nada sirvió el esfuerzo de los “poderosos” para sembrarle miedo a la población a través de amenazas, crueldad, mentiras y oprobio. El mismo que durante años han manipulado a los ciudadanos y conspirado sistemáticamente contra todo aquel que pretendiera alcanzar la presidencia y no estuviera alineado con sus oscuros intereses.

La esperanza de aquellos que no han podido acceder a la educación en razón de los más complejos obstáculos, pero que quieren hacer una carrera sin tener que empeñar su vida para acceder a unos créditos totalmente absurdos. Que aquellos que no cuentan con los recursos para ingresar a una universidad privada, puedan ir a una universidad pública con igual o con mejor calidad académica.

La esperanza de quienes no quieren seguir en una constante “tutelatón” frente a unas EPSs que  se niegan a autorizar oportunamente las operaciones y tratamientos requeridos, a entregar la totalidad de los medicamentos y a otorgar diligentemente y a tiempo las citas con médicos generales y especialistas. La esperanza de ver implementado un sistema de salud con atención preventiva y de calidad, y donde el médico pueda ejercer su carrera tranquilamente, sin tener que supeditar sus conocimientos a la rentabilidad de una empresa, en un ambiente de condiciones laborales dignas y humanas para el desempeño de su vocación.

La esperanza del trabajador que vio cómo se transformaba la noche en día, y el día iba hasta las 10 p.m., pero que espera que las condiciones dignas de trabajo vuelvan a reestablecerse. Que vio cómo el trabajo se volvía unos contratos de apenas algunos meses, y donde se ejerce de la manera más miserable. De aquel que se pudo pensionar pero que vio cómo ese mismo beneficio se les despojaba a sus hijos y nietos.

La esperanza de ver al país comenzar a utilizar gradualmente energías limpias a la vez que deja de utilizar energías contaminantes. Uno donde se disminuya paulatinamente las actividades extractivas, y donde se entienda la importancia de defender los ecosistemas y la conservación de las especies en el segundo país más biodiverso del mundo. Uno donde no se vuelvan a ver animales embadurnados en petróleo. Un país que permita que se sigan descubriendo especies y que se hagan aportes significativos a la ciencia, fruto de explorar los lugares en que el conflicto no ha dejado llegar a los investigadores.

La esperanza que tiene el campesino cada mañana cuando se levanta bien temprano, y es poder cultivar sus productos con su familia en paz, en tranquilidad, sin la extorsión de ningún bando. De poder comercializar sus productos a un buen precio, porque existe una economía que lo protege y lo incentiva. De contar un gobierno que lo potencializa mediante la actividad agroindustrial y que le otorga los créditos justos y las herramientas necesarias para su merecido crecimiento fruto de su sudor.

La esperanza de ver al joven que quiere realizar su vida profesional orgullosamente en las Fuerzas Armadas cumplir su sueño, pero que no terminó allí de manera accidental y por imposición. La esperanza de un ejército en tiempos de paz, donde sus integrantes tengan acceso a una carrera universitaria costeada por el Ministerio de Defensa en justa compensación por sus servicios. De que los militares y policías tengan unas condiciones de vida dignas para sí mismos y para su familia, de igual manera durante la prestación de su servicio que posterior a él.

La esperanza de la persona que al no tener mayor acceso al sistema financiero mediante la flexibilidad de requisitos según la modalidad de préstamo que se solicite y mediante la generación de bajos intereses, termina buscando con mucha dificultad la manera de pagar un préstamo “gota a gota” que es un negocio perverso y usurero con el que la mafia se enriquece día a día.

La esperanza de una sociedad cívica, respetuosa de las normas y de lo público, donde no se tenga que volver a hablar de corrupción, ni que se tengan que hacer debates e investigaciones por parapolítica, el cartel de la contratación, el cartel de la toga, las chuzadas, la compra de reeleciones, Obredecht, Reficar, Hidroituango, etc.

La esperanza que tienen las madres de Soacha de que ninguna mujer en el país tenga que volver a sentir lo que es perder un hijo vil e injustamente para que un gobierno pudiera vanagloriarse. La esperanza que guardan los pueblos afectados por la violencia, de que nunca en el país se tenga que volver a usar el término “masacre”, “toma guerrillera”, “cilindro bomba”, “emboscada”, “secuestro”, “desaparición”, “desplazamiento” o “violación”. La esperanza de que jamás se repita en este país el Aro, Bojayá, la Rochela, Mapiripán, Chengue, la Chinita, el Salado, la Gabarra, la Mejor Esquina, Macayepo, Segovia, Rio Manso, San José de Apartadó o Trujillo.

Tenemos la esperanza de derrotar a todos estos males eligiendo a Gustavo Petro y Ángela María Robledo, pero que al día de hoy marcar la casilla de la izquierda en el tarjetón, significa no solamente elegirlos a ellos sino también conlleva apoyar las ideas de Thomas Piketty, Peter Singer, John Maxwell Coetzee, Ha-Joon Chang, Boaventura de Sousa Santos y Piero. Significa considerar la opinión de Mario Mendoza, Laura Restrepo, Daniel García-Peña, Salomón Kalmanovitz, María Jimena Duzán, Santiago Gamboa, Lisandro Duque Naranjo, Antonio Caballero, Florence Thomas y Rodrigo Uprimny. Significa creerle a Íngrid Betancourt, Navarro Wolff, Angélica Lozano, Claudia López y Antanas Mockus. Quiere decir compaginar con las ideas ambientalistas de Francia Márquez y 100 líderes ambientalistas más. Apoyar a la Colombia Humana significa apoyar a millones de colombianos que creen que un cambio es posible, y que nunca había sido tan sencillo deshacerse de todos los males del país concentrados las otras casillas a la derecha del tarjetón.

Con una X, y solamente con una sencilla X, el próximo domingo cambiaremos la historia de este país.

Entonces, Pandora al ver que la esperanza había quedado represada en su caja, y con la zozobra fruto del daño que había ocasionado, apresuradamente corrió hacia los hombres a consolarlos hablándoles de la esperanza, a la que siempre podrían acudir pues se encontraba a buen recaudo.

Daniel Porras Lemus

Estudiante de Derecho de la Universidad de Medellín. Apasionado por la Política, el Derecho y la Historia. Investigador en temas históricos y constitucionales. Sangileño. Santandereano.