La pelota escapa con la poca elegancia
de una cabeza decapitada; rompe
con leyes de quietud y buenos modales.
Pudiera ser un domingo, por la tarde
con calles vacías y silencio de pájaros.
Pudiera ser en cualquier parte,
en cualquier tiempo, efeméride patria
y/o circo romano.
Pero sólo fue en un lugar y un momento.
La cosa es que el salto está todavía en el aire,
en el extremo exahusto de un músculo
contraido por una guerra y una derrota.
En el sexto minuto nació,
de un empatado segundo tiempo.
Y en la ovación callada, Maradona
por encima del Inglés se eleva.
Después fue otro día, apenas salió el sol
y se habló de la trampa y hasta de dios.