Poder y contrapoder, posibilidades y trampas de la comunicación política en la era digital

Mucho más intrusivo que el panóptico de Bentham y quizás la expresión máxima de las posibilidades de la biopolítica foucaultiana, y a través de la “big data” la información y la comunicación política se tornan en un motor de reafirmación del poder.


El desarrollo de las formas de comunicación política en las sociedades modernas ha observado una gran cambio y transformación en cuanto a las posibilidades -cada día más- accesibles, diversificadas y compartidas en las diferentes plataformas frente a los medios -emisores- tradicionales y la forma en la cual la ciudadanía o sociedad civil se apropia de las mismas.

El binomio emisor, receptor, como la fórmula vertical de la comunicación política (de arriba abajo) se han puesto en entredicho en el escenario de la comunicación; donde la información en la red parece ser un espacio de conquista.

Según Zaragoza en su ensayo “La comunicación política en la red global. Entendimiento y espacio público.” (2011) “la comunicación política se puede entender como acción en el ámbito político” por lo que la comunicación es un elemento en el cual la pasividad no cabe. Se necesita la interacción, la indagación-respuesta. La comunicación política como acción requiere, inclusive, en la era digital el ánimo del acto (consciente) de ser receptor de la información.

Desde que el internet y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) tomaron tal relevancia en la vida de nuestras sociedades (principalmente a partir de los 2000) la difusión de la información ha tenido un boom tanto cualitativo como cuantitativo en las diferentes plataformas de la red digital.

La capacidad de hoy día seguir temas que suceden en latitudes distantes, con la velocidad de un abrir y cerrar de ojos (instantaneidad) junto con la llamada “democratización de la información” han generado un abanico de oportunidades para la ciudadanía de a píe de ser un agente en el mundo de la información y la red digital.

Un mundo de posibilidades… y trampas.

Es innegable la posibilidad que el internet, las redes sociales y las tecnologías de la comunicación han demostrado para ser motores de cambio y manifestación política. La receptividad (mayor) de las masas y la posibilidad de movilización otrora arraigada en el panfleto, el manifiesto, la plaza y la calle ahora se conciben en las redes, a solo un clic de distancia.

Pero no se trata de la simple “fetichización” de las posibilidades de las NTIC tanto en sentido optimista como pesimista, sino más bien en explorar las posibilidades y trampas de la era digital, en la “red Global”.

Una de las posibilidades que ofrece la comunicación política en la era digital es la posibilidad de figurar, interactuar (acción) en ámbitos de discusión política en la cual todos pueden participar, la sanción, censura o la apropiación privada de las redes se torna más complicada que los mecanismos de represión estatal tradicionales (aparatos policivos, toques de queda, detenciones arbitrarias).

Un ejemplo de las redes como posibilidad de cambio (y contra poder) se dan en el gran impacto y difusión que estas tuvieron en el contexto de las “primaveras árabes” (2010-2012) donde el impulso de las redes (mayoritariamente entre los jóvenes) sirvieron de “canal” para las multitudinarias marchas en diferentes países e incluso la caída de regímenes como en Libia, Túnez o Egipto.

La anterior alusión a movimientos sociales como los desatados en la primavera árabe podría figurar como una posibilidad en el espacio virtual que se proyectan en el espacio social.

También puede hablarse de las posibilidades que se generan meramente en el plano virtual o de las redes. como es el famoso caso de Edwar Snowden o de Julián Assange con WikiLeaks, o con grupos como Anonymous y la gran posibilidad de la comunicación de lo “secreto”. Las redes de hackers hacen eco en las posibilidades de las NTIC de ser un elemento además de creador, disruptivo a modo de las “contra instituciones” a las que alude Habermas.

Ahora bien, las posibilidades infinitas se ven opacadas por las trampas cada vez mayores del crecimiento de las redes digitales y su impacto en la comunicación política. Pareciera que la biopolítica de Foucault y el panóptico de Bentham han encontrado en las NTIC un Aliado formidable que las deja cada vez más expuestas al poder hegemónico, a la vigilancia y el dominio del “totalitarismo digital”.

Autores como Shoshana Zuboff con su estudio sobre el “Capitalismo de vigilancia” y Byung-Chul Han con “psicopolítica” hacen énfasis en las trampas de la era digital, en ambos podemos encontrar una confluencia en el uso de la tecnología como método de vigilancia.

Mucho más intrusivo que el panóptico de Bentham y quizás la expresión máxima de las posibilidades de la biopolítica foucaultiana, y a través de la “big data” la información y la comunicación política se tornan en un motor de reafirmación del poder.

La pregunta que vale la pena hacerse es, ¿Cómo se puede ejercer una comunicación política en la era donde la influencia y el bombardeo de la publicidad a través del “microtargeting” pueden condicionar un voto y hasta (des)orientar el pensamiento?

La trampa de la comunicación política en la era digital va más allá del control de lo que decimos y hacemos en internet (no se trata ahora del control de los juicios emitidos) sino más bien de un comportamiento almacenado y de un estímulo político direccionado para hacer de los datos una fuente de poder político e influencia.

Uno de los casos más importantes en torno a esta cuestión tiene que ver con Cambridge Analytica, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. El poder a través de los datos recopilados fue utilizado en una elección que definía 4 años de política del hegemón mundial, lo que Zuboff llama la instrumentalización de los datos: Se Modificó la comunicación política a través del uso de la tecnología, tanto así, que su benefactor (en este caso la campaña “make america great again”) con Trump al mando se alzó victoriosa.

Comunicación y precaución.

En el estudio de los cambios de las formas de comunicación política y en torno a los avances tecnológicos se tienen que evitar el pesimismo por el pesimismo; y contemplar una formación en cultura política en la era digital. Proyectos como los “fact checkers” especializados en combatir el fenómeno de las “fake news” son uno de los esfuerzos por depurar la información circulante.

En la era del smartphone en mano, se debe de propender por evitar que la llama de Prometeo, una vez ejemplificada en el internet, se apague y dé paso al oscurantismo digital.

 

Alejandro Vanegas Vergara

Estudiante del pregrado de ciencia política de la universidad de Antioquia interesado principalmente análisis internacionales y el estudio de medio oriente, apasionado por la geo estrategia y la seguridad.

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