“El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”
Karl Marx
Una versión más joven de mi tuvo la oportunidad de ejercer uno de los oficios que debería ser respetado por excelencia, por la única condición expresa de que por antojo aquel sujeto vestido de blanco y negro puede causarle una diarrea terrible, por el simple hecho de despreciar su apariencia o lo insulte con su falso aire de superioridad al entrar al recinto; Tenga cuidado el hecho de tratarlo mal lo puede hacer merecedor de la peor cena de su vida.
He sabido mezclarme entre astutos perros viejos para conseguir este trabajo.
La dueña del lugar una anciana medio sorda me presenta ante un restaurante con más de 25 mesas por atender, somos 4 meseros, ¡entre ellos skinhead nazi que hace chistes de su “whitepride” cuando ve clientes entrar con fajos de billetes! A los mismos a los que profesa patear en las calles.
Se disponen a comenzar su jornada laboral, la dueña del lugar con un afán inmenso tan solo le habla a su administradora para que me entregue el uniforme correspondiente, son las 11:56 AM.
-¿Listo?,
– pa que hijueputas?
– coja la carta y empiece a atender, o más bien vaya y brille cubiertos.
Mi labor consistía en llegar cada día a las 11 de la mañana, entrar afanado, vestirme para cumplir con la etiqueta del lugar; corbatín y camisa blanca, chaleco negro y zapato brillante. Mi vestimenta era algo discorde con el panorama, un restaurante ubicado en plena carrera 11 con 13, atrás del popular “Gran San”; el olor a la grasa del chunchullo no jugaba con la armonía de la voz con acento estridente que invitaba a almorzar a los transeúntes,
“¡platos a la carta, almuerzo ejecutivo a 10.000 pesos!”
– 10 lukas que mierda tan cara
– Siga para tener el gusto de atenderlo.
– La vieja hijueputa no dejo propina. – se les escuchaba musitar a los compañeros de trabajo.
Aun así mientras servíamos ostentosos platos a la carta no se nos era permitido comer a pesar del hambre, muchas veces clientes solo probaban el plato, y dejaban todo allí servido por norma de higiene y salubridad esta comida va directamente a la basura, lo que me llevó a pensar cuánta comida era desperdiciada diariamente.
Según cifras del Departamento Nacional de Planeación en nuestro país se pierden aproximadamente 10 toneladas de alimento ya sea en su proceso de producción o bien sea el de preparación y transformación. Impresionante cifra para un país en el que más de 2,7 millones de colombianos sufren de hambre.
Y no solo pude ver esto en aquel restaurante de mantel blanco donde los meseros éramos tratados con desprecio, sino en eventos, hoteles, y clubes donde quienes se agasajaban eran aquellos eran las élites pudientes que muchas veces rechazaban odiosamente los alimentos que eran llevados a su mesa.
Servicios para 500 personas, eventos grandísimos a los que llegaban tan solo la mitad de los asistentes presupuestados, ¿y qué pasaba con los otros 250 platos?, aquí a diferencia del restaurante, la comida sin probar, sin haber salido ni siquiera de la cocina era botada a la basura en grandes canecas, en cantidades descomunales. Paradójicamente a unas cuantas cuadras la gente pagaba por un “combinao” de 1000 pesos, su única comida al día.
y para quienes desconozcan el término el “Combinao” eran esas sobras de las lechonerias o las panaderías de la ciudad, aquellas que por alguna razón no terminaban en la basura eran vendidas por 500 o 1000 pesos a quienes no tenían oportunidad de degustar con asco un plato en aquel lujoso restaurante o club.
Me preguntaba ¿cuánta gente solo tuvo una comida al día hoy?, ¿cuántos niños jamás en su vida han tenido la oportunidad de probar un postre de esos que reposaban ahora entre bolsas negras?, me preguntaba, ¿si no nos dejaban comer a nosotros que trabajamos mas de 14 horas y ni un vaso de agua podíamos tomar?
Después de haber servido tragos y pasabocas toda la noche y de haber visto como botaban comida a la basura, con hambre entre todos los meseros teníamos que repicar de las sobras de su comida antes de que estas fueran botadas a la basura.
Así en otro escenario, me di cuenta del poco valor que se le tiene a un trabajo como este,
$20.000 pesos diarios no eran suficientes, había que retacar al comensal.
A pesar de que el cliente sea una persona despreciable. el margen de error se encuentra sobre cualquier intento de atender una mesa, y es que en este caso de 2.000 en 2.000 se hacen otras 20 Luquitas para el mercado, de la semana. Si el mercado después de ver durante todo el día como se desperdician alimentos.
Y tenga en cuenta señor comensal a pesar de que usted este pagando por un servicio, por un buen alimento, no confíe en todo lo que vea, bien dicen que no todo es lo que parece y muchas veces su plato está mal lavado, su vaso ni siquiera lo está y los cubiertos los he acabado de recoger del suelo, pero tampoco sea tan desconfiado y aplique el refrán “no le haga a los demás lo que no quiere que le hagan”.
No entre mirando con aire de grandeza por ser quien va a pagar más, no grite a quien le atiende y sea respetuoso, diga “gracias” y “por favor” no se le olvide que aquí soy yo quien después de aguantarme sus insultos, hoy tengo el poder de escupir en su comida.
@ElSando_
Interesante