Plan de Alimentación Escolar (PAE): un derecho de los niños que los estratifica

Vía: El Universal

Al ser sustituida la violencia por el derecho, quedó la naturaleza sometida a la ley.

Rousseau, 2013, p. 19.

Para el Filósofo ginebrino Jean Jacques Rousseau, el niño se presenta como una otredad; es decir, alguien que tiene formas de sentir y pensar diferentes a las del adulto. Esta afirmación de Rousseau establece una ruptura con la forma en la que se concebía el niño, rescatándolo, por decirlo de alguna forma, del olvido en el que se encontraba. Si el niño era ese alguien que se debía tolerar porque en algún momento sería un hombre adulto, con el ginebrino, ese mismo niño se convierte en el centro de las reflexiones educativas.

El pensamiento de Rousseau, a partir de sus reflexiones sobre el niño y la educación, para algunos, sitúa el principio de la pedagogía moderna. Para Rene Schérer, lo expresado por el ginebrino tiene efectos no tanto en el mejoramiento de las condiciones de vida del niño, como sí en el establecer el origen de un nuevo lugar de observación. Esto es, para Schérer, al rescatar al niño se lo convierte en objeto por vigilar. Lo que en Rousseau es posibilidad de ser, en la lectura de Schérer es condición para el control a cargo de las instituciones sociales: la escuela, por ejemplo.

Lo anterior es solo la introducción para la cuestión a plantear. Esta refiere al plan de alimentación escolar (PAE), que inicia en el 2002 y tiene como propósito suministrar a los niños de las Instituciones Educativas públicas (incluidas las Instituciones Educativas de cobertura), un suplemento alimenticio diseñado por especialistas en nutrición, crecimiento y desarrollo. Propósito que no solo obedece a la preocupación por la salud de los niños, sino que se orienta a evitar la deserción escolar. Es decir, el PAE que, como discurso, vela por una mejor alimentación de los niños, tiene un propósito no tanto humanitario, como sí administrativo. Propósito que no escapa a la necesidad de aumentar las estadísticas de cobertura y permanencia educativa.

En el año 2021 María Camila Ramírez, señala en el periódico El Espectador algunos de los problemas del PAE en el departamento de la Guajira. Entre estos problemas se cuentan inicialmente dos: el primer problema, las raciones precarias, no solo en la cantidad, sino en la calidad de los alimentos. La periodista apunta que un buñuelo acompañado de un banano y un vaso de peto, constituyen el almuerzo de los niños de un colegio de Riohacha. El segundo problema, la corrupción que eleva el valor de lo contratado frente a la realidad de lo que termina en el plato de los niños. Ramírez alude al informe de la Defensoría del Pueblo que evidencia un “detrimento patrimonial de $16.792 millones” por sobre costos en los paquetes alimenticios contratados. Estos problemas denunciados no son exclusivos del departamento de la Guajira y se pueden extrapolar al resto del territorio colombiano. 

María Fernanda Herrera, en columna escrita para RCN radio, el 29 de octubre de 2019 expone lo que la Contraloría General de la Nación presenta como Los cinco problemas del Programa de Alimentación Escolar. Estos cinco problemas, de manera sumaria, son: el primero, las deficiencias en los aspectos locativos, entre lo que se tienen fallas en la infraestructura, carencia de insumos y poco seguimiento a los diferentes procesos. El segundo, la deficiencia en la lectura de los contextos y en consecuencia las minutas que están por debajo de los estándares de calidad esperados y contratados. El tercero, las irregularidades en la contratación y el pago que se hace por los insumos a los diferentes proveedores. El cuarto, la falta de recursos necesarios para la prestación del servicio. Finalmente, el último problema, la no cobertura del 100% de los niños.  

Se debe decir que, tanto el Ministerio de Educación Nacional como los diferentes Entes Territoriales, presentan el PAE como un derecho de los niños. Sin embargo, solo se “beneficia”, en promedio, al 70% de los niños de las Instituciones Educativas públicas y de cobertura. Derecho que, por demás, está alineado con los objetivos 1 y 4 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), acordados por las Naciones Unidas en el año 2000. Si bien algunos sectores y personas afirmarían que es un porcentaje alto en la cobertura y elogiarían al gobierno de turno por el gran esfuerzo fiscal para con este proyecto que “garantiza” un derecho de los niños, la realidad es que el PAE solo genera exclusión. Estratifica a los niños. 

Al Estado no garantizar una cobertura total en la prestación del servicio de alimentación para los niños, hace de los profesores los encargados de seleccionar los que harán parte del PAE (titulares de derecho). Los profesores deben atender a unos criterios básicos para la “priorización”. Criterios que se establecen en la resolución 29452 del 2017: “hacer parte de la jornada única, nivel de preescolar, zona rural o población vulnerable (desplazados, víctimas del conflicto, discapacidad y población étnica)”. Luego de la priorización, y si acaso sobraban cupos, se deben seleccionar a “los niños más necesitados”. Esta selección se reduce a un ejercicio donde se estratifica a los niños con base en la necesidad. Estratificar a los niños, es estratificar la necesidad, evidenciando que los derechos no son para todos, aún en la pobreza o miseria se seleccionan a unos y se desechan a otros. 

De la lectura del Contrato social, o principios del derecho político, puede inferirse que cuando Rousseau habla de los Derechos del hombre refiere a lo que pueden acceder un selecto grupo de hombres. En apariencia, se espera que ese selecto grupo estuviera relacionado con las personas de los estratos altos. Lo que escapa a toda expectativa (o sentido común) es que dentro de las clases bajas se dé un sistema de selección que otorga privilegios. Ya no solo se anhela lo que se ve en las clases altas (o en aquellos que dicen pertenecer a esas clases), sino que se quiere obtener lo que tienen los que están condenados a nuestra misma condición.   

En conclusión, si con Rousseau se rescata al niño, en Colombia con el PAE, se verifica la tesis de Schérer de los niños como lo nuevo por vigilar y, en consecuencia, lo nuevo por controlar. El niño y los derechos que se le asocian, no son sino parte del discurso de las instituciones sociales y de los gobernantes de turno que, más en la época electoral que en otros momentos (véase en corrido de este 2022), se presentan como garantes de aquello que en la realidad es negado, no solo en cobertura, sino en calidad. No tener una cobertura del 100% en el PAE, se reduce a afirmar que hay niños más necesitados que otros en medio de las carencias que todos advierten. Como si el hambre fuera menos en unos que en otros solo por ser desplazados, víctimas del conflicto, discapacitados o población étnica. No basta con afirmar que algo existe o que se tiene derecho a ese algo, si este no está en el orden de las posibilidades reales de y para todos.

 

Víctor Gómez Montoya

Doctor en Ciencias de la Educación, Universidad de San Buenaventura Medellín. Magister en Educación, Especialista en Gerencia Educativa y Licenciado en Matemáticas y Física. Investigador en las áreas de: Pedagogía, Formación, Educación, Didáctica y Didáctica de las Ciencias. Docente de matemáticas y física en el sector oficial en la entidad territorial Medellín. Docente de la Universidad Católica de Oriente.

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