“Más temprano que tarde la izquierda dejó en evidencia que eso que pensaba el grueso de la población no podía suceder, acaeció. Colombia va camino al abismo y solo el tocar fondo ayudará a corregir el letal error que se cometió en las urnas.”
La decisión de 11.3 millones de colombianos, que se ilusionaron con la posibilidad de “vivir sabrosito”, tienen al país en un salto al vacío, y disfrutando de la incoherencia de un gobierno que, en cabeza de su presidente, naufraga en una ideología que es superior al ego mitómano de Gustavo Francisco Petro Urrego. Orden sistemático con el que se concede indultos a delincuentes que fungen de gestores de paz, maestría con la que se esconde a la opinión pública las divergencias del gabinete frente a las nefastas reformas que se tramitarán en el legislativo, o la emisión de Fake News, desde la cuenta oficial de su mandatario en Twitter, para justificar los pasos erráticos que se dan, son el eje de las cuestionables maniobras de un Pacto Histórico que sucumbe en su capricho politiquero que se constituye en una pesadilla sin fin.
Reforma a la salud, que ha recibido estocada de muerte al evidenciar que no es viable técnica y financieramente, delinea lo que será la imposición de un proyecto de nación, sin pensar en las consecuencias que ello trae consigo para el colectivo ciudadano. El fanatismo socialista de la izquierda está atomizando la estabilidad institucional y democrática de los colombianos. Apuesta de cambio, sin importar el costo, es aún más peligrosa si quienes están en el poder son unos irresponsables que lo ignoran todo y pretenden imponer la ideología que mueve sus anhelos cegados por el odio. Nombramiento de funcionarios, sin los estudios requeridos y con pasado cuestionable, es la carta de presentación de un régimen que devela lo no idóneo de sus acciones y pretensiones, desaciertos a por doquier que exaltan la improvisación de quienes se prepararon para ser oposición, pero no para gobernar.
Representación del cambio que decían personificar su presidente y su vicepresidenta se desgasta con las salidas en falso de un caudillo que pretende gobernar desde Twitter, nefasto personaje que ha sido incapaz de comprender que la campaña finalizó en junio de 2022 y, a pesar de muchos, asumió la presidencia hace ya casi 7 meses. Egos de réplica que se honran, desde la tribuna social de las plataformas digitales, deben trascender el eclipse del elogio y ubicar en la agenda de la población el cómo se conduce al país a una destrucción total. Fotocopia desgastada de Cuba y Venezuela, que se quiere extrapolar al territorio nacional, está gestando la obra maestra de un sujeto que no sabe lo que dice, subestima la inteligencia de los colombianos, y trata de vender cuenticos que no son más que el peor de los chistes que le pasará, a todos, factura de contado en el corto plazo.
Banderas anticorrupción, que reinaron en la propuesta de cambio, se diluyen en el activismo que circunda a la Casa de Nariño y los entes estatales. Arbitrariedad con la que se vende un modelo de “Paz Total”, secundado por el fanatismo que se pregona desde los seguidores del Pacto Histórico, abre el camino del éxodo de quienes salen corriendo al ver cómo se avalan mayores garantías, sociales y jurídicas, a los criminales que a las víctimas. Manoseo a los cambios desde el clientelismo, en coherencia con los ideales políticos, es el que pisotea a la gente de bien con el gestar la libertad para los delincuentes y asignar un salario fijo para ellos. Momento histórico que transita Colombia requiere que su mandatario se rodee de colaboradores transparentes, honestos e intachables que lo saquen del error y sumen conocimientos en las áreas a dirigir, individuos que con argumentos construyan e impulsen lo que es conveniente para el país; ilusión que se diluye con lo acaecido en la primera crisis ministerial.
Radicalismo sindicalista, que torpedeo mes a mes con paros y atizó el estallido social colombiano, adoctrinó una capa poblacional que lentamente despierta y pulveriza sus ilusiones al encontrar que desde 2019 durmió con el enemigo. Faros de la moral, que se sentían con derecho para hacer juicios de los demás, hacen gala de su incongruencia al rodearse de corruptos, proteger a delincuentes, constituirse en enemigos de la empresa, vanagloriarse de ser amigos de dictadores enemigos de la democracia. Gustavo Francisco Petro Urrego lejos está de desprenderse del activismo y aplicar el sentido común, pésimo círculo cercano, y equipo de trabajo que lo acompaña, agudiza la polarización que erige la violencia permanente que ha acompañado a Colombia en su historia republicana: santanderistas y bolivarianos, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, derecha e izquierda.
Postura mesiánica, de personajes dañinos para los que lo importante no es el respeto a la constitución y a los ciudadanos sino la terrible traición que implica el cuestionar los ideales del líder, tiñe de zozobra el espectro político de una corriente que está llena de gente inescrupulosa que prometió un cambio fácil, pero ahora perdió la memoria y no cumple. Delirio de persecución, complejos de inferioridad que todo lo reducen a un problema de clases o de raza, escuda en un mandato popular el querer traer a Colombia un decadente modelo socialista de miseria, pobreza, hambre y exilio. Eufemismos que tratan de ocultar la realidad, con impunidad total y mermelada clientelista, dividen al pueblo mientras desde el gobierno se empeñan en acabar con la economía, la salud y el trabajo, a través de una lucha política mientras muchos se quedan con los brazos cruzados.
Mundo de mentiras que se teje para manipular a la gente, haciéndole creer cosas que a la hora de la verdad van en función de los propios intereses de los políticos de izquierda y no de los haberes de la gente, hacen apología al odio, rencor y resentimiento del que está plagado el Pacto Histórico. Tapar el sol con un dedo, creer que si se deja de llamar delitos a las contravenciones por definición estas desaparecen, es considerar que en esa misma lógica si a los terroristas, secuestradores y asesinos no se les tilda por lo que son, por definición Colombia será un paraíso. Prudencia y diplomacia de la que carece Gustavo Francisco Petro Urrego, y su equipo de trabajo, sacrifica lo que se consideraba una histórica oportunidad para imprimir desde la izquierda justicia social a una lucha de años por la inequidad y corrupción que se tomó al estado social desde la derecha.
Bomba de tiempo, papa caliente que se cocina y está a punto de estallar, traerá profundas heridas al estamento político, económico y social de los colombianos. Destrucción de la empresa privada, impuestos desbordados al constituyente primario, freno a las petroleras, transformación a la salud, las pensiones y el régimen laboral son el borrador de un “SENSEI” dedicado a analizar los problemas y decir que tenía la solución para todo, pero su incompetencia le impide hacer un cambio profundo. Coalición que decía acompañar a su presidente ya lo comienza a dejar solo, libreto que siguió la clase política para subirse a la popularidad del momento llama a zafarse y mostrarse como una rápida solución al caos que se gesta en la inexperiencia de la izquierda para asumir el poder. Politiquería profesional, que fija distancia a un colectivo “petronizado”, que no dimensiona la condición psiquiátrica de un mentiroso que a punta de falsedades denota que lejos está de conocer y dominar conceptos básicos de economía y administración fundamentales para el ejercicio presidencial.
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