Paradigma SMART: La Ciudad 5G

La tecnología no debe implicar temores que superen el asombro; la creatividad humana es un motivo para la esperanza y representa la posibilidad de realización del proyecto vital, el avance de la frontera de conocimiento permite el progreso y la transformación del entorno, el desarrollo sostenible trae consigo mejoras en la calidad de los bienes y servicios y una mayor resiliencia urbana.

Las ciudades inteligentes son un modelo de desarrollo urbanístico que surge de cara a los avances tecnológicos del siglo XXI, en concordancia con los retos globales a favor de la sostenibilidad social, económica y ambiental, atravesadas por una cultura e infraestructura para la conectividad. Las ciudades inteligentes representan un nuevo paradigma de calidad de vida, donde la amalgama de usos y aplicaciones que permiten los datos – el crudo de nuestra era, que se genera exponencialmente – revoluciona la prestación de los servicios públicos, optimizando la disposición de los recursos y ampliando la cobertura de los mismos.

Cuando hablamos de ciudades inteligentes, también hablamos de la implementación infraestructura tecnológica sólida y de alta capacidad – como por ejemplo la instalación de sensores IoT (Internet de las cosas) para medir la calidad del aire o reportar el incremento de las temperaturas o la baja de la marea o el crecimiento de una quebrada –, el diseño de infraestructura digital confiable que permita procesar la información en tiempo real y de manera relativamente segura – por ejemplo, softwares y aplicativos que informen en tiempo real el tráfico en determinada vía o el tiempo estimado para la próxima parada del bus –, la captura y tratamiento de altos volúmenes de datos que permitan tomar mejores decisiones de interés público y humanitario (DATA 4 GOOD) – por ejemplo, usar datos geológicos para saber dónde es seguro construir proyectos urbanísticos, usar datos para diseñar tratamientos de salud mucho más personalizados, usar datos socioeconómicos georreferenciados y la aplicación de modelos estadísticos para el diseño de políticas públicas, usar datos abiertos de consumo para acceder a servicios financieros –, la renovación de los servicios públicos a partir de la aplicación de nuevas tecnologías – por ejemplo, sistemas de transporte público sostenible y eficiente, gestión de residuos inteligente, suministro de energía eficiente de matrices diversificadas amigables con la transición, servicios de agua y alcantarillado optimizados y sustentables, respuesta rápida ante emergencias y gestión del riesgo responsable, infraestructura tecnológica de cámaras e inteligencia artificial de reconocimiento para garantizar seguridad –, la concepción de movilidad inteligente que sitúa en el centro al peatón y a modelos integrados de desplazamiento mucho más saludables y amigables con el medio ambiente, las ciudades inteligentes son también sostenibles y el componente de la sostenibilidad ambiental es transversal en todas las dimensiones, finalmente la gobernanza y la participación ciudadana determinan la base de este modelo de desarrollo urbanístico ya que articulan instituciones abiertas e innovadoras que generan marcos normativos y regulatorios adecuados para que los individuos y las empresas dispongan de un ecosistema favorable para desarrollar y ofertar los bienes y servicios requeridos para alcanzar el estado de bienestar.

Las ciudades inteligentes requieren y aportan a ciudadanías inteligentes, en tanto conllevan una derrama económica que acelera el crecimiento y la competitividad de los territorios, ya que toman como base el conocimiento para los nuevos paradigmas de producción, necesitando e instalando las capacidades públicas y particulares para integrar los bienes y servicios necesarios para consolidarse como inteligentes. Permitir la interoperabilidad de los datos – datos que se usan por distintos actores legales para diversos fines legítimos – facilita el diseño y construcción de las ciudades inteligentes porque apalanca nuevos proyectos de múltiples competidores en la información disponible del usuario para desarrollar mejores productos y experiencias para éste último, y no para rentabilizar particularmente con información privilegiada de muchísimas personas que la han suministrado de manera casi inconsciente.

No obstante, la resiliencia que genera este modelo de desarrollo inteligente porque armoniza las dinámicas socioculturales y compacta las ciudades por el tipo y la calidad de servicios y espacios públicos que contempla, corre el riesgo de incrementar las brechas de desigualdad estableciendo muros cada vez más impenetrables y que hoy por hoy se asocian a la pérdida de empleos, la vulnerabilidad a los efectos climáticos especialmente de territorios sobreexplotados y la fragilidad de los sistemas políticos que se encuentran amenazados por mecanismos de guerra de quinta generación que se asocian con ataques psicológicos a la población y la propagación de noticias falsas.

Pese a que en el mundo se referencian ciudades inteligentes como Tokio, Shanghái, Dubái o Medellín, el paradigma SMART aún no es definitivo y se encuentra en un proceso de ensayo y error al que se suma la ventana de la inteligencia artificial que insinúa dilemas éticos que determinarán el rumbo de esa ciudad que surge en medio de la cuarta revolución industrial, sin desconocer los conflictos geopolíticos que tomarán gran relevancia al momento de comprender la forma en que concebimos (o no) los derechos humanos y la libertad de las personas, quienes ya podrán prescindir de una gran cantidad de decisiones cotidianas – por ejemplo, qué ruta tomar, dónde comprar, a quién comprar, qué mirar o en qué entretenerse, a qué información acceder – que serán suministradas y/o instruidas por un dispositivo tecnológico.


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María Camila Chala Mena

Poeta. Abogada con énfasis en Administración Pública y Educadora para la Convivencia Ciudadana, Especialista en Gerencia de Proyectos y Estudiante de Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles. Fundadora de Ágora: Laboratorio Político. "Lo personal es político".

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