Bogotá, una Babel de lenguas, culturas, temperamentos y riquezas; todos rezagos del nomadismo violento de la guerra. Babel, hoy asaltada por un antiguo insurrecto y su ejército de delincuentes precursores de un pánico, anticipa el declive económico y social. Asalto que entre otras cosas se dio en medio de una llamada democracia, la puerta sin retorno a la ‘política del amor’ y el ‘perdón social’. Ante la duda de lo que llamamos ‘pánico’ acertamos en contemplar el desastre que se avecina. Nos agreden por advertir el caos, pero esconden el fin de su peripecia. En el medio los palurdos, aferrados aún a lo paliativo de sus convicciones y censurando su voz por turbaciones infundadas. Son ellos no nosotros. Esta banda criminal decide por sus intereses y no sus convicciones, y el caos dicen ellos, viene de nuestras letras y no de sus acciones. Menudo cinismo, repasemos la historia de cómo llegamos aquí.
Babel ha conocido a los buenos y a los malos. Será la primera vez en la historia que Babel tenga dos brazos armados para obligar los destinos de su pueblo. Con los buenos bastaba, pero ahora unos nuevos anfitriones dispuestos a lo ordinario han lavado la cara de sus hampones beligerantes convirtiéndolos en próceres a sueldo. Fue así como buenos y malos, con un pueblo indiferente a su pasado, terminaron en la Babel del hoy rindiendo cuentas a un mismo amo, el guerrillero. Triste entender que, en la lógica de la democracia, una que enreda las aspiraciones de sus votantes, los próceres a sueldo indistintos de bando obedecen a eso, órdenes del anarquismo que se apropia de la carne de un dictador. Y los del pánico, ¿nosotros?
Babel es juzgada por quienes merecían ser juzgados. La ley, escrita con balas y leída en reverencia por honorables togados, aún no conoce la historia de sus orígenes. Sus veredictos, no todos, no de todos, algunos muchos, pagos con el margen de un polvo blanco que ha matado a miles, los hace así partícipes del caos de lo justo. Ahora llega la persecución. Sus sentencias, amañadas por un poder sin contrapeso ponderarán sobre nosotros, los de siempre, tan libres e irreverentes, amantes de una justicia sin partidos ni tiranos. Eso ha llegado a su fin. A partir de hoy Babel será testigo de la primera línea ideológica, la de los hombres de negro, cabildantes de las frases que construyeron la República para así abrirle paso al narcoestado. Entonces será, como es ahora, los buenos los nuevos malos y los malos los poderosos. Los del pánico los afectados diagnosticados con vesania.
Babel es saqueada por verdugos del Estado. Será lo único que no ha de llamarse nuevo en Babel. En eso quedó la promesa del cambio, en permitir lo que ahora será la segunda línea ideológica. Hombres y mujeres protagonistas de mitos griegos, algunos entaconados y maquillados disfrazados de fantasía, y otros sicarios morales con un aire a empresarios del año. La unidad reina en el zoológico de Babel, un congreso de especies aún por identificar: políticas politeístas, promoción de la miseria, burocracia nepotista y el mismo saqueo de siempre. Algunos cambiaron de bandera, pero no de objetivo, arrodillarnos a nosotros, los del pánico. ¿en qué te has convertido Babel?
Babel ha entrado en pánico. Son sus decisiones no nuestras denuncias. A eso te has reducido Babel, los del cambio o los de pánico. Los del centro desmembrados, ciegos sin memoria a merced de la tempestad. Hay un nuevo tirano que se ha hecho rey, ha oprimido a ricos y secuestrado a débiles. Triunfante de una libertad conquistada con brujos y espadas, placeres propios de la orgía de los petardos. Huele a azufre porque te han democratizado, te reventaron el corazón y te extirparon la consciencia. Tus lenguas, culturas y temperamentos son ahora cenizas de un pacto hecho en vísperas de un atardecer, en el que entrada la noche los vándalos resucitaron como héroes y nosotros fuimos los dementes, los locos, los generadores del pánico en Babel.
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