Me senté a escribir esta mi columna semanal para el portal Al Poniente en el bellísimo polideportivo de la Universidad Nacional de Colombia de la sede de Medellín, dentro del marco de los Juegos Nacionales de la institución para docentes y funcionarios administrativos.
Los Juegos Nacionales de la Universidad Nacional son una apuesta de la administración central que promueve la convivencia entre las diferentes sedes y se convierten en un espacio para la convivencia. Hacen parte de la política institucional enmarcada en un Sistema de Bienestar Universitario digno de mostrarle al país.
El rector Ignacio Mantilla Prada presidió la inauguración de los juegos y dirigió a los asistentes al acto haciendo referencia al deporte en diferentes culturas y a los deportes y juegos más populares en la mayoría de las poblaciones colombianas.
Comparto con los lectores de Al Poniente las palabras del rector Mantilla, que tienen un toque académico que ameritan ser transmitidas a espacios diferentes a la Universidad Nacional:
“El deporte hace parte de la historia de la humanidad, tiene un gran significado cultural y ha evolucionado con el desarrollo de los pueblos.
Soy consciente, además, que más allá de sus componentes lúdicos y competitivos, el deporte es un punto de apoyo para la construcción de una comunidad activa, plena y saludable.
Quiero compartir con este entusiasta grupo de deportistas de nuestra Universidad Nacional, profesores y funcionarios de las diferentes sedes, algunos apartes de la historia del deporte (1) en diferentes culturas.
Los mayas y los aztecas tenían un juego de pelota en el que no usaban las manos, y consistía en impulsar una pelota de resina con las caderas. El perdedor recurrente era sacrificado como una ofrenda a los dioses.
Los persas practicaban el juego de la pelota encendida, como un tributo al sol. Este juego se practicaba a caballo y consistía en impactar con la pelota a los rivales que estaban a la orilla de un precipicio. Con frecuencia alguno de los jugadores caía estrepitosamente al vacío.
Los egipcios practicaban deporte como preparación para la guerra, y dentro de ellos se destacaban la lucha cuerpo a cuerpo, la lucha con palos, los saltos, la acrobacia, la caza y la natación.
Los griegos ligaban el deporte a la disciplina militar y practicaban deporte en representación de las diferentes ciudades, que recibían a los vencedores como héroes, donde los poetas los reconocían con versos de alabanzas y los artistas les esculpían esculturas. En Grecia se practicaban carreras atléticas, carreras de caballos, lucha, combates de gimnasia, juegos de pelota y lanzamiento de disco y jabalina.
Los griegos decían que “no hay educación sin deporte” y “no hay belleza sin deporte”, y pensaban que el deporte procuraba un equilibrio entre el cuerpo y el espíritu. Para ellos el cuerpo humano debía ser un modelo de armonía, equilibrio y belleza.
La historia nos cuenta que durante los juegos olímpicos se pactaba una “tregua sagrada” que implicaba la interrupción de las guerras. Celebro que también hoy la comunidad haya desarmado los espíritus y emulen la figura de una tregua que debe durar para siempre.
Así mismo la historia nos cuenta que tanto deportistas como entrenadores daban fe mediante un juramento de que habían llegado bien preparados.
La gran recompensa que tenían los ganadores de los juegos olímpicos era una ofrenda a Zeus consistente en una corona de olivo.
Esta es una bella relación histórica que nos sirve como inspiración para promover el deporte en la Universidad Nacional.
Quiero, así mismo, hacer una breve referencia a algunos juegos y deportes característicos de nuestra cultura colombiana, que vale la pena repasar y rescatar:
– El salto de la cuerda, que se practica de forma individual o en grupo y es un vehículo de socialización para todas las edades.
– La golosa, un juego dibujado con tiza en el piso con cuadros numerados del 1 al 8, donde la regla es no poner los pies en un mismo cuadro ni pisar las líneas divisorias. Es un juego que se practica entre la población infantil.
– El trompo es una figura aerodinámica de madera, en forma de cono y con una punta metálica, que se pone a girar (o mejor, a bailar) mediante la manipulación de una cuerda. Fue el juego preferido en muchas regiones colombianas hasta la década del setenta.
– La balero (o “coca”) es un juego compañero del trompo que tuvo una importante vigencia hasta los setentas. Consiste en meter un palitroque en un cuerpo de madera redondeado, elementos que están unidos por un cordel.
– El escondidijo en Antioquia o juego de las escondidas en Santander, donde “el que va quedando” se tapa los ojos mientras sus compañeros se esconden. El juego consiste en llegar a una base antes de ser descubierto por “el que va quedando”.
– El tejo (o turmequé), deporte muy popular en la sabana cundi-boyacense, que consiste en lanzar un disco de hierro a un señuelo consistente en una mecha de pólvora y ubicado a doce metros.
– El juego de rana, consistente en meter un aro metálico en la boca de una rana o en una serie de casilleros dispuestos en una caja de madera.
– El coleo, es un deporte popular del Llano colombiano y consiste en derribar un toro tomándolo por la cola. Es una muestra de fuerza y habilidad que representa a valentía del hombre llanero.
– El bolo criollo santanderiano o juego de los tres palos, muy popular en la Mesa de los Santos, una especie de bolo que no requiere canchas especializadas, es un excelente vehículo para fomentar la fraternidad. Se dice que en este juego la sentencia del garitero (que hace las veces de juez) sólo tiene apelación en el infierno. Si el Director Nacional de Bienestar Universitario incluye este deporte para los próximos juegos nacionales, yo quisiera ser el primer inscrito.
Bienvenidos a los segundos Juegos Nacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Que estas justas sean un espacio para la fraternidad entre las diferentes sedes. Que el deporte y la competencia alimenten sus mentes y sus espíritus”.
Como habrá apreciado el lector, el deporte hace parte de la historia de la humanidad y es un vehículo para el desarrollo.
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