Milton Friedman sentenció: «las crisis hacen que lo políticamente imposible se vuelva posible», y sus seguidores lo han aplicado al pié de la letra:
En normalidad es políticamente imposible que el estado use dinero de los contribuyentes para regalárselo a los grandes bancos y a sus ricos ejecutivos, pero en la crisis financiera de 2008 precisamente eso fue lo que ocurrió en EEUU.
En normalidad es políticamente incorrecto entregar la soberanía nacional a prestamistas internacionales con exigencias antisociales y anti-empresariales respecto al manejo económico interno, pero precisamente eso fue lo que sucedió en la crisis de impago de los ochentas, y en otras sucesivas contra varios países.
En normalidad era políticamente imposible eliminar toda base real para la emisión de dinero desde bancos centrales y comerciales, pero precisamente eso fue lo que ocurrió en los albores de la crisis de los setentas con la abolición del patrón oro, permitiendo que el sector financiero se expandiera ilimitadamente.
La historia parece repetirse con la pandemia del Coronavirus: es políticamente imposible que los dos países que más contaminan el planeta, EEUU y China, resuelvan eliminar las regulaciones ambientales para su economía precisamente en plena crisis de cambio climático, pero eso es lo que acaba de suceder.
En muchos países se empiezan a ver políticas similares que profundizan nuestros más graves problemas: calentamiento global, guerra nuclear, aumento de la inequidad, carrera armamentista, privatización de los derechos humanos, recolonización armada…
El confinamiento debe servir para ampliar la democracia: que la ciudadanía esté vigilante de las acciones del estado y que exija los cambios urgentes, tanto para mitigar las crisis coyunturales, como ante aquellas crisis actuales que ya no dan más espera. El autoritarismo con su vieja retórica del miedo, el silencio y el unanimismo siempre nos ha traído retrocesos históricos.
Todo lo contrario: debemos aprovechar la crisis para hacer que lo necesario sea posible de una vez por todas: transformación digital; teletrabajo; fortalecimiento de la economía del conocimiento; transferencias directas a quienes realmente lo necesitan; revolución educativa en temas, métodos y cobertura; fortalecimiento del sistema público de salud; reconversión de la matriz energética; fortalecimiento de la economía del cuidado; soberanía alimentaria y cuidado del campesino; y protección incondicional y absoluta del agua, el aire, y los ecosistemas naturales, entre otros.
Lo que funciona para Friedman y sus seguidores, también funciona para quienes tenemos sangre en las venas. En tiempos de distanciamiento físico es cuando más necesitamos practicar el acercamiento social para reinventar el futuro.