Para la pedagogía crítica la “(…) teoría deja de verse como simple erudición para pasar a ser juicio crítico, y la praxis se aleja del mero activismo para llegar a ser acción transformadora”
Diego Alejandro Muñoz Gaviria y Jorge Hernán Betancourt Cadavid (2013).
Este escrito no tiene un propósito académico. Está motivado por el interés de contribuir a la elaboración de la praxis pedagógica política. Como investigadores sociales, con frecuencia, elaboramos copiosos argumentos en torno a qué es la pedagogía crítica, cuáles son sus fuentes y qué tipo de aspiraciones cultiva; sin embargo, enfrentados a la tarea cotidiana de dar forma a su práctica, tenemos más preguntas que respuestas. En parte, así tiene que ser. Walter Benjamin nos enseña que la crítica no es el humo que conduce hacia un campo paradisíaco sino una forma de tormento; la crítica es el trueno que atraviesa la tempestad. A su vez, Michel Foucault y Judith Butler plantean que la crítica no prescribe cómo darse por anticipado, sino que se ejercer in situ. También podría decirse que la crítica es una práctica formativa de desobediencia, enfrentada a condiciones políticas, sociales e históricas intolerables. La crítica es la actividad por la cual la subjetividad y las instituciones son transformadas.
Ahora bien, dicho lo anterior, vale la pena proponer algunas estrategias de la pedagogía crítica. De manera sumaria, las estrategias se configuran a través de acciones a travesadas por vectores de fuerza desiguales; en otras palabras, son acciones contingentes enfocadas en resistir el estado de cosas dado ¡Quien observa el presente no puede experimentar otra cosa distinta a la desconfianza! En cualquier caso, las estrategias son móviles, flexibles y temporales con respecto a sus objetos. Así, las estrategias que a continuación se proponen no aspiran al reino inmaculado de la verdad ni tampoco a fijarse canónicamente de una vez y para siempre; buscan servir de proyectiles dentro de una praxis pedagógica política.
Primera estrategia
Revindicar los saberes sometidos. En términos de Michel Foucault, estos son los saberes enmascarados por los sistemas de formalización del conocimiento dominantes o los saberes declarados inservibles. No se trata de adoptar una postura desinformada que, por centrarse en sus riesgos, niega los alcances de la ciencia moderna (y sus posibilidades de contribuir a la pacificación de la existencia humana), sino de reconocer las múltiples formas de producción de saber y la voluntad de poder que las hace posibles. Para Foucault, se trata de luchar contra los efectos opresivos de la ciencia moderna en la conducta, la subjetividad y el cuerpo ¡Hay que negarse a ser lo que se espera que seamos!
Segunda estrategia
Abrir espacios para el conocimiento contextualizado. Walter Benjamin señala que el saco roto y gastado que sirve tanto en verano como en invierno a los hijos de la pobreza, enseña mucho más que las prescripciones generales con las que el Estado pretende educar en la igualdad. Para decirlo de forma descarnada, con el estómago vacío, niños y niñas enfrentan la ciudadanía que les viene por herencia y que deben ocupar. Mientras la educación promete igualdad y movilidad social, los contenidos educativos, las prácticas escolares y las oportunidades exiguas, solo alcanzan para que los niños y las niñas ocupen el lugar social que sus padres ya han ocupado.
Tercera estrategia
Hacer memoria. Entre lo que se olvida y lo que se recuerda se levanta una tensión problemática. Como advierte Friedrich Nietzsche, la renovación del espíritu necesita del olvido. Sin embargo, no es cuestión de olvidarlo todo, puesto que el espíritu que todo lo olvida es cómplice del sufrimiento que históricamente se repite. Hay que elegir el olvido si con él se acrecientan las fuerzas para luchar; pero, hay que elegir no olvidar si con ello se anestesia la obligación de luchar por un mundo justo ¡No hay justicia sin memoria!
Cuarta estrategia
Incentivar la comprensión de sí mismo como ser histórico y social. Karl Marx plantea que el hombre solo será libre cuando descubra que las fuerzas de las que dispone para la transformación histórica son fuerzas sociales. En efecto, el trabajo en grupo, al que tanto apelan los maestros, solo tiene sentido si es trabajo solidario y si busca desarrollar las cualidades de todos sus miembros. En otras palabras, se trata de superar la visión formal de grupo para construir relaciones de cuidado y de responsabilidad entre los distintos sujetos de la enseñanza y del aprendizaje.
Quinta estrategia
Activar la desobediencia civil. Henry D. Thoreau sostiene que la ley no hace justos a los seres humanos, por lo mismo hay que organizarse para desobedecerla y exigir que lo intolerable sea depuesto. El arte de la desobediencia no puede quedar en manos de burócratas y políticos de oficio que enseñan cómo protestar pacíficamente, siguiendo las formas adecuadas. Los llamados a la responsabilidad social pontificados desde arriba, son los eufemismos con los que se purifica la mala conciencia de los burócratas y de los políticos oficio, así como de la clase a la que sirven. Hay que tomarse las calles. Pero más allá de esto, hay que exigir, con vías de hecho, la interrupción de toda forma de injusticia.
Sexta estrategia
Construir vínculos con las distintas comunidades de base (campesinos, obreros, artesanos, maestros, estudiantes, entre otros). En tanto la reconfiguración de las fuerzas políticas reaccionarias están alineadas con el mercado global, como insiste Judith Butler, todas las luchas sociales deben producirse mediante alianzas estratégicas. Segmentar, separar o dividir a las comunidades que luchan por otras condiciones históricas, hasta ahora, es el gran acierto de las fuerzas políticas reaccionarias.
Séptima estrategia
Renunciar a encarnar la autoridad. Evocando a Antonio Gramsci y a Walter Benjamin, el maestro revolucionario no enseña a sus alumnos cómo ser libres, sino que identifica con ellos las posibilidades de una libertad común. Una que levante los muertos de sus tumbas y que realicen los proyectos frustrados por los que dieron la vida. El maestro revolucionario no enseña cómo emanciparse; trabaja con sus alumnos la realidad histórica por venir. El futuro no está asegurado; la idea de que el bien triunfa sobre el mal, más que dotar de esperanza a los que sufren, adormece las fuerzas políticas al posponer para un más allá inespecífico el momento en el que la lucha por un mundo distinto doble el arco de la dominación.
Octava estrategia
Rechazar la moralidad impuesta por costumbre, es decir, la hipocresía. Herbert Marcuse advierte que la desnudez todavía se juzga obscena, pero no se juzga del mismo modo el empuje al consumo ilimitado, sin criterios y sin ningún tipo de responsabilidad. Ofende la desnudez pública de un obrero que orina en las calles; con ello se representa un atentado contra el pudor y la dignidad humana, pero no hay ofensa en el despilfarro, el gasto desenfrenado y la invitación al lujo en el corazón mismo de la miseria.
Novena estrategia
Apropiarse de la educación. La clase que domina es la clase que educa. En la estela de Karl Marx, Aníbal Ponce identifica la necesidad de que la clase que lucha trabaje por reunir las fuerzas que hagan posible otra educación. Esto es, el compromiso por la transformación de la sociedad tiene como objetivo la transformación radical de la educación. De la clase que domina solo cabe esperar reacomodamientos y reformas educativas en función de sus intereses. Como dirá Walter Benjamin: ¡Desconfianza, desconfianza y desconfianza de cualquier promesa de entendimiento decretada desde arriba!
Décima estrategia
Crear otras relaciones. Esto significa participar de todo y ocuparlo todo, como afirman Ernesto Hernández y Carlos Enrique Restrepo. Reconstruir las formas desactualizadas de intercambio de bienes entre los seres humanos. Desenterrar las prácticas que se decretaron obsoletas; devolver a los hombres las posibilidades de crear entre ellos las condiciones para la supervivencia común. El enemigo a vencer es la indiferencia. En el Deuteronomio se dice: “¡No habrá pobres entre vosotros!”. Pero esto no es una promesa divina sino una responsabilidad ética que excede la caridad o la solidaridad. Se trata de ser en el otro porque solo en él puedo ser yo. De esa forma, el clamor desesperado del otro también es mi clamor.
Undécima estrategia
Transformar la dualidad interior. Paulo Freire señala que el oprimido es un ser dual. En él habitan tanto el señor como el servidor. En esto radica que el oprimido tiene su ideal de ser humano en el opresor. Hay que conjurar el riesgo de que los servidores, imitando a los señores, impongan su propio sistema de dominación. Ese es el riesgo que amenaza a todos los movimientos sociales, sean feministas, anticapitalistas o pacifistas. Imaginar que un movimiento social es bueno por definición, imaginar que no está obligado a cuestionar el sujeto histórico que defiende, significa confundir el concepto ontológico de naturaleza humana con la realidad de las acciones humanas ¡Ningún ser humano está exento de dañar deliberadamente a su prójimo!
Fuentes de consulta
Benjamin, Walter. 2009. Escritos políticos. Madrid: Abada
Butler, Judith. 2009. Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad. Buenos Aires: Amorrortu
Foucault, Michel. 1992. Microfísica de poder. Madrid: La Piqueta
Freire, Paulo. 1978. Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI
Gramsci, Antonio. 2017. Escritos. Antología. Madrid: Alianza
Hernández, Ernesto y Restrepo, Carlos Enrique. 2014. Lo social. Perspectivas anexactas. Medellín: Endymion
Marcuse, Herbert. 1994. El hombre unidimensional. Barcelona: Ariel
Marx, Karl. 2009. La cuestión judía. Barcelona: Anthropos
Muñoz Gaviria, Diego Alejandro y Betancourt Cadavid, Jorge Hernán. 2013. La formación crítica como fundamento pedagógico de los posgrados en educación. Itinerario Educativo, Universidad de San Buenaventura, 61: 107-129
Nietzsche, Friedrich. 2004. Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida. Madrid: Edaf
Ponce, Aníbal. 2005. Educación y lucha de clases. Madrid: Akal
Thoreau, Henry D. 2013. Sobre la Desobediencia Civil. Medellín: Universidad de A