“Las ansias de cambio pueden llegar a ser peligrosas. Las emociones asociadas con desespero, frustración, rabia, impotencia son cultivos propensos para el auge del autoritarismo y el populismo. Ser conscientes de nuestra responsabilidad con la democracia, la ejecución libre de nuestro derechos y deberes, la exigencia y control político a nuestros gobernantes es una resistencia que está a nuestro alcance y de la cual aún somos dueños”
La etimología de la palabra crisis nos explica que viene del griego Krísis “decisión” y a su vez del verbo Krinien “Separar” o “Decidir”. Denota cambios y, citando a Winston Churchill “toda crisis es mitad fracaso y mitad oportunidad”.
Las circunstancias actuales han puesto en evidencia un sinfín de fisuras en nuestros sistemas, sean estos económicos, sociales o políticos, por nombrar algunos. Y lo interesante es que poco o nada han importado las diferencias ideológicas detrás de cada país pues ninguna ha estado a la altura. Si ante semejante resultado se sumará la mezcolanza emotiva que incita en cada uno de nosotros la situación actual y las consecuencias que se han padecido, tendremos como resultado ansias de un profundo cambio en nuestra sociedad.
A modo de advertencia escribo estas palabras porque precisamente esta situación puede sembrar las bases para el surgimiento de nuevos ideales, expectativas y agendas políticas que crecen con esperanza. Voces de aliento que surgen de figuras y/o partidos que seguramente comenzarán a proyectarse como salvavidas para la reconstrucción. Debemos de estar a la expectativa, alertas a cualquier indicio de fachadas populistas y autoritarias que luego puede causar mayores estragos que beneficios.
El autoritarismo político es en su esencia la transgresión de autoridad y por ende abuso del poder que un individuo o entidad ejerce sobre otros. Dentro de sus principales características de resaltan: control o manipulación de medios de comunicación, la consecución de interés de minorías sobre la población general, manipulaciones arbitrarias a la constitución y el despliegue militar o creaciones de unidades de control coercitivos a disposición del gobierno entre otros. Otro aspecto para resaltar, es que el autoritarismo trasciende cualquier organización política, sea democrática o dictatorial. En otras palabras, el autoritarismo se puede dar en cualquier escenario e incluso se ha evidenciado que, a partir de ejercicios aparentemente democráticos, se llega a sistemas autoritarios. Como ejemplo podemos nombrar a las presidencias de Evo Morales en Bolivia o Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro en Venezuela.
El populismo a su vez es una estrategia discursiva que apunta a la atracción del pueblo. Ha sido tildada por algunos como la antidemocracia y resalta algunas características tales como: La exaltación de un líder carismático, el apoderamiento de la palabra y la verdad, el fomento de la lucha de clases y el desprecio por el enemigo exterior y finalmente el debilitamiento de las instituciones públicas que habilitan la segregación de poderes. Un discurso fácilmente aplicable a nuestros días, del cual se puede aprovechar fácilmente para ilusionar a nosotros los votantes.
Históricamente han surgido movimientos en América Latina que ejemplifican claramente este tipo de tendencias políticas. Por nombrar algunos está el nuestro con Gustavo Rojas Pinilla y su toma de poder en Colombia en los años cincuenta. El régimen cubano de Fidel Castro, el militar de Augusto Pinochet en Chile, el peronismo en Argentina que perduró incluso ideológicamente en Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, el surgimiento de los ya nombrados Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y ejemplos más recientes que comienzan a demostrar indicios como lo es Jair Bolsonaro en Brasil. Aunque también se ha esparcido a otros países. Donald Trump en Estados Unidos, los movimientos extremistas en los Balcanes, en Italia con el Movimiento Cinco Estrellas liderado por Vito Crimi o el frente Nacional en Francia con Marine Le Pen.
Las ansias de cambio pueden llegar a ser peligrosas. Las emociones asociadas con desespero, frustración, rabia, impotencia son cultivos propensos para el auge del autoritarismo y el populismo. Ser conscientes de nuestra responsabilidad con la democracia, la ejecución libre de nuestro derechos y deberes, la exigencia y control político a nuestros gobernantes es una resistencia que está a nuestro alcance y de la cual aún somos dueños. Sabemos ya cual es la mitad que ha fracasado, ahora vamos en búsqueda de la otra mitad de la oportunidad y esperanza.
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