Odio lo que soy, amo lo que seré

“[P]ero yo, solitario que renunció a honores fáciles, que vive en pobreza para no verse obligado a juntarse con López, Laureanos y Olayas, yo soy artista de la vida, pintos de animales en celo. (Fernando González.)


Me encantan la República poética y profética de la que alguna vez leí; Colombia es un reflejo triste de la indolencia social, y de la falta de pragmatismo liberal. Nos vendieron una idea ajena, sobre supuestos de desarrollo económico, que dependen únicamente de las decisiones correctas; correctas, extractivistas, y euro-centristas, inicialmente. Desde la revolución francesa, quizá, el mundo ha crecido económica y culturalmente; Estados Unidos también hizo lo suyo, asegurar su papel hegemónico a costa del desarrollo social latinoamericano y africano, neocolonialismo; a costa de lo que somos; es el legado de esa promesa profética y poética de República, acuñada con esmero por Cicerón, y practicada con un poco de liberalismo económico por la fuerza burguesa francesa; lo que ahora, es falto de pragmatismo, es el liberalismo y la seguridad jurídica; no quieren nuestro desarrollo, quieren asegurar su supervivencia, la idea de unidad ha sido descartada.

Sin embargo, Colombia sigue igual, dependiente de la tierra, de las materias primas, de los organismos multilaterales de crédito, y del caudillo en turno; no hay discusiones profundas sobre lo que somos y seremos, carentes absolutos de unidad. Algún sabio paisa, que tiene por Fernando González, aseguró que el espíritu no está determinado por la colectividad, es más bien el individuo quien, tiene en sus manos el potencial de cambio. Potencial, determinado a su vez, por los capitales sociales, lejanos de lo social y aislados para la clase media y alta; ¿Dependemos entonces de ellos? “[O]dio a la Colombia de hoy, pero amo a la del mañana”, el devenir es nuestra responsabilidad, ese es el mayor discurso de unidad – ignorado completamente en Colombia -. Por supuesto, hace falta promover convencionalismos sociales, sanos; correcto vivere; y suprimir el pudor, siempre que ello haga falta para cultivar el haber social. La colectividad, y la individualidad debe propugnar por la Colombia del mañana, se sigue clamando con vehemencia por un dirigente que nos dirija.

Extraño la credibilidad económica, y la disminución de la incertidumbre que una sola persona propagó en el gobierno de turno; la indolencia social, y las excusas académicas que, poca o ninguna relación tienen con millones de personas colombianas, lo obligaron a luchar y analizar las perspectivas y nociones económicas desde tierras lejanas y por medio de plataformas lejanas; una sola persona puede obligar al cambio, pero siempre que haya vocación. Vocación es lo que nos falta, pero ¿Cómo no? Desde la institucionalidad, hasta los convencionalismos sociales, nos dirigen a una vida contribuyente, y supeditada al neocolonialismo; somos parte del sistema, ¿O no? Los contractualistas en algo erraron. Los colombianos queremos vivir sabroso, sabroso sin cambiar, el cambio es peligroso, parece; el cambio no es una persona, no es una idea, no es un gobierno, no es un partido, no es una decisión y mucho menos son 4 años. Mas bien, el cambio es un disgusto generalizado y focalizado como un ejercicio racional, libre de los radicalismos de los que escribió Héctor Abad Gómez; acompañado por profesionales con vocación, y educación regional focalizada, Europa es importante para los europeos, Leticia para Colombia; profesionales en el lugar correcto; fruto de su espíritu individual, y guiado por un clamar social.

No suena a Colombia, nosotros somos: la belleza de dos océanos, la riqueza de cuerpos hídricos, que son sujetos de derechos; de un oso que, aún sin ser persona pudo, en algún momento, reclamar en agencia oficiosa sus derechos y garantías penales; somos millones de personas que quieren cambiar, somos Antonio Nariño en la cárcel; somos flores y café; aunque, café de mala calidad al interior… más bien, somos exportadores de café de alta calidad y consumidores de los desperdicios de la industria cafetera; somos un pueblo que confía erróneamente en los políticos, somos los Santos, los Olaya Restrepo, los Laureano, los Uribe, somos zonas con flexibilizad tributaria para algunos empresarios paisas; somos 6.402 falsos positivos; Ingenuos por naturaleza, poéticos por el Realismo Mágico, esperanzados por el devenir incierto, y victimas del pragmatismo neoliberal que alimenta con fulgor la gloria del norte mundial. Somos Colombia, somos América Latina, dividida.

Gracias por leerme.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Camilo Munar Garcia

Juan Camilo Munar Garcia

Abogado, y Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.