En medio del desierto de inequidades e injusticias se ha levantado el espejismo de la democracia como un gran oasis que promete saciar la necesidad de cambio, y sin embargo, solo ha servido para desviar la atención individual y colectiva de naciones enteras hacia esfuerzos infructuosos.
Los grandes cambios de la humanidad no se han dado ni por mecanismos democráticos ni mucho menos por iniciativa institucional. Más bien se han dado a pesar de las normas establecidas y muchas veces enfrentándose a las instituciones.
Los derechos que incluyen jornada laboral, salarios dignos, beneficios sociales, y condiciones de trabajo seguras son el resultado de una serie de protestas de trabajadores organizados. El concepto formal de derechos laborales aparece en la Inglaterra de 1800 con su revolución industrial y su lucha sindical que luego se expanden por el mundo. Uno de sus hitos históricos ocurre en Chicago (EEUU) el 4 de Mayo de 1886, cuando trabajadores que buscaban el establecimiento de la jornada laboral se congregaron en la plaza Haymarket en protesta por asesinatos policiales. En la gresca entre la policía y los trabajadores, lanzaron una carga de dinamita que dejó varios muertos y heridos entre civiles y policías. Este fue el origen del día internacional del trabajo promulgado en 1904 por la “Sexta Conferencia de la Segunda Internacional” como la fecha en que se estableció legalmente la jornada laboral de ocho horas. Después de que los trabajadores ganaron a pulso sus derechos en varios países, éstos fueron legalizados internacionalmente con el establecimiento de la Organizacional Internacional del Trabajo (OIT) en 1919, la incorporación de varios de estos derechos en dos artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), y luego en el acuerdo internacional de Derechos Económicos, Sociales, y Culturales (1966) en sus artículos del 6 al 8.
El voto femenino tampoco fue una idea surgida dentro las instituciones. Fue el resultado de la coordinación de varias organizaciones sociales nacionales e internacionales que se expandieron en varios países. Entre las más importantes se encuentra la “Alianza Internacional por el Sufragio Femenino” fundada en Alemania en 1904, que también luchó por derechos civiles igualitarios para las mujeres. El primer país europeo en introducir el voto femenino fue Finlandia (1907), seguido por Gran Bretaña (1918), España (1931), Francia (1944), Italia (1946), Grecia (1952), y Suiza (1971), entre otros. En América se destacan Canadá (1917), y EEUU en 1920. El día internacional de la mujer celebrado el 8 de marzo conmemora el movimiento social por los derechos de las mujeres. El hito histórico que lo estableció fue la demostración de mujeres textileras el 8 de Marzo de 1917 que cubriendo la ciudad de Petrogrado dando inicio a la revolución Rusa, la cual ocasionó la abdicación del emperador Nicolás II y el establecimiento de un gobierno provisional que concedió a las mujeres el derecho a votar.
Tampoco fue un político electo el líder de los Derechos Civiles en EEUU. Esos movimientos sociales para acabar con la segregación racial y la discriminación se caracterizaron por masivas campañas de resistencia civil, protestas no violentas, y actos de desobediencia civil. Algunas de las campañas más sonadas fueron el Boicot de buses en Montgomery liderado por la trabajadora Rosa Parks; las manifestaciones de personas sentadas (sit in) organizadas por jueces, sacerdotes y estudiantes en el sur de EEUU; y masivas marchas como aquélla liderada por el pastor bautista Martin Luther King Jr. ante el memorial de Lincoln en Washington D.C. Estas campañas se expandieron desde 1954 hasta 1968 logrando leyes federales como la ley de derechos civiles en 1964 (diez años después de que empezó el movimiento), la ley de derecho a voto (1965), la ley de inmigración y servicios nacionales (1965), y la ley de vivienda justa (1968), entre otras.
Hasta Jesucristo creó su movimiento en la comunidad, desde el terreno. El cristianismo hizo alianzas con el poder y se institucionalizó solo después de expandirse y ganarse un espacio a costa de la sangre de muchos de sus líderes.
Quienes promueven cambios por mecanismos institucionales en realidad defienden la prevalencia del statu quo. La democracia y sus instituciones no son efectivas para generar cambios, solo son un mecanismo para que estos cambios se institucionalicen y prevalezcan después que las comunidades los han exigido y se los han ganado a pulso.
Tienen razón las nuevas generaciones en desconfiar de las promesas de cambio de los políticos y sus instituciones. Ellos representan a quienes de facto ya se han ganado un espacio. Por lo general su trabajo consiste es vender espejismos para que todo siga igual y procurar que los votantes se sientan partícipes. Los cambios significativos se han hecho y siempre se harán desde la misma sociedad, en el terreno, a través de la innovación, la cooperación, los movimientos sociales, y la resistencia civil.
Por eso bienvenidas las protestas en las principales ciudades del mundo contra el cambio climático, contra la guerra en la última cumbre de la OTAN en Bruselas, de los científicos en las principales ciudades de Estados Unidos en contra de disminuciones presupuestales, de los neoyorquinos en el aeropuerto Jhon F. Kennedy contra la nueva política migratoria de EEUU, de la disidencia venezolana en Caracas, de los indignados en Buenaventura y de los maestros y estudiantes en toda Colombia…
Gracias a este tipo de entereza y a su resistencia frente a la habitual represión estatal se han generado los cambios que han permitido la todavía cruda evolución de la humanidad.