Oda a la nostalgia y un «te quiero» que no das

Octubre 24, 1975 – Enero 17, 2014

Me excede el ruido interior y eventualmente me embosca el llanto, me detengo para el silencio donde se observa mi dolor que ya hace alarde de esta costumbre. Pensamientos, uno tras otro, evocan momentos que apenas recuerdo y establecen diálogos que nunca existieron, reducen así mi propia historia a un desalentador monólogo donde comprendo que no hay nadie que me haga más daño que el fallido control sobre mis sentimientos.

He sabido en la experiencia y le he llamado miedo. Me quise fuerte y me detuve a ver la profundidad de mi oscuridad donde anidaban las personas que partieron, y me debato con las letras para no escribir la imposibilidad de su regreso. Me consuelo con las letras para decir(nos) lo que no pude porque no hay nada que detenga la voracidad con la que transcurre el tiempo. Me aferro a las letras para iluminar sórdidas creencias que nublan toda inteligencia con el sufrimiento.

Nadie sale avante de los pasos correctos. Cabe olvidar la sensatez por placer de momento para probar en la estupidez, la ternura del error humano y la belleza de aprender con el tropiezo, hacer un verso.

Aún percibo el luto en este desgarrador desconsuelo. Hiere el pasado porque nunca estará a la suave mediocridad de lo que aspiramos bueno, hiere el futuro porque allá afuera todo parece estar acaeciendo, hiere el ahora que da a luz, y en la luz el fuego y el fuego arde y quema. La tristeza que encubre el odio en mi pecho, ese amor enfermo, sin embargo para las cirugías espirituales no hay forma de sedar el cuerpo. No hay pastas que hagan tregua con la conciencia mientras esta está entendiendo.

Los finales y principios no tienen categoría moral porque son parte del mismo ciclo, son encuentros. La vida y la muerte son convenciones de la materia y nuestro escaso conocimiento, aún así, para la memoria donde se constituye la humanidad, la separación representa un trauma donde inevitablemente hay que medrar para superar, es parte de los intervalos de crecimiento.

La persona, el personaje que habita a las sombras de la verdad, también resulta una construcción ideal, terminará; la realidad se agota en los instantes en que fuimos pero como el río, simplemente correrán.

Quisiera abrazar a papá pero solo sangro sobre quienes quisiera poder amar, y me quito, les alejo porque necesito sanar, salir del círculo malévolo de los ‘te quiero’ que nunca me atreví a expresar. El infierno es la nostalgia donde la mente ronda caminos que conducen al mismo frustrante final, obsesión para iniciar. Las lágrimas no se secan porque aún no cabe el perdón hacia mí por creer, egoísta, que el ser humano no necesita afecto: motor de vitalidad.

De la dimensión de mi existencia es la forma en que le extraño, mis preguntas por el mundo ya no caben en la dulzura de mi madre y la crueldad de lo objetivo me lanza a una masculinidad que forme mi carácter. La soledad es mi amiga pero el corazón deja de latir para que yo por fin pueda hablarle; de saber que era cercano, jamás hubiese elegido cielo para volver a jugar como una niña con su superhéroe, su padre.

Ahora, me atrevería a sostener la revolucionaria idea de que la felicidad debe impulsarse también con los relatos que parten desde la carne. La esperanza es el hogar que pueda impulsar si al atravesar el túnel una sonrisa me baste para toda esta odisea saldar. Darse al otro es quererse y recibir es querer a los demás.

A veces sueño y me es relevante, porque trastoco la posibilidad de reencontrarles, siento alegría al ver a seres humanos cuya presencia física me ha sido vedada y en la intimidad de mi inconsciente vienen a visitarme. Si me equivoco y es mi cerebro proyectando imágenes, me quedará el consuelo de guardar sus rostros y sus voces dentro de mí, sin que nadie eso pueda arrebatarme. Me ha quedado claro la fragilidad con la que se destruye a una persona mientras en otra, las circunstancias imponen el horror del ‘adiós’ al que debe enfrentarse.

Las estrellas, son sus restos observables…

Aún así, cada noche iluminan nuestro tiempo

Que de remoto es tanto que alcanza para cosechar amantes

Corazones humanos que miden con la historia,

La emoción inatrapable

Nostalgia como la obstinada retención del instante,

Negación del río es negar su cause

 

Yo te extrañaré…

María Mercedes Frank

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