¿Nunca más?

“La memoria de los desaparecidos ya no significa nada en Argentina; los juicios a los genocidas son un lejano recuerdo de un país que ya no existe; la dignidad es hoy patrimonio de los muertos”.


La democracia argentina no pudo frenar el avance de la extrema derecha libertaria. La memoria de los torturados y desaparecidos no logró acallar el grito envalentonado de los apologetas de la dictadura.

Frente a la herida de muerte que la ha propinado el electorado argentino a su democracia, casi parece anecdótico que el próximo presidente de la Argentina sea un desequilibrado emocional con absurdas ideas económicas que odia su propio país. Los argentinos han elegido algo más que un loco: han decidido enterrar la memoria de quienes lucharon por la democracia.

***

Muchos libertarios rechazan la etiqueta de “extrema derecha” argumentando que, como liberales, se ubican en el centro político. Hay dos problemas con este razonamiento. El primero es que estos libertarios asumen que la suya es la expresión pura y verdadera del liberalismo clásico. Partamos de la premisa de que el libertarianismo de Milei está mucho más cerca de Rothbard que de Nozick y que, entre ambos, no es el primero el que más cerca se encuentra de Adam Smith, John Stuart Mill o John Locke. Ningún liberal clásico propuso jamás la abolición del Estado, y el recalcitrante conservadurismo valórico de los herederos de Rothbard es antitético al liberalismo político.

De esto último se deriva el segundo problema con el argumento de que los libertarios son de centro. Este radica en una concepción unidimensional de la política; sólo los principios económicos definen la ubicación en el espectro ideológico. En otras palabras, no importa qué tan iliberal sea uno en términos valóricos; si uno es liberal en lo económico es, necesariamente, de centro.

Pero incluso si nos remitimos exclusivamente al plano económico, la afirmación de que el libertarianismo es de centro es lógicamente insostenible. Si la izquierda se define por “mucho Estado”, y el presunto centro por “nada de Estado”, ¿qué define a la derecha?, ¿poco Estado? Si es así, ¿por qué es derecha y no centro? La salida del libertario será decir que “los extremos se tocan” y, por lo tanto, la derecha es también “mucho Estado”. Lo que es tanto como decir que la sola existencia del Estado es ya “mucho Estado”.

Si este razonamiento es tan pobre se debe a que parte de la pregunta incorrecta. No se trata de ¿cuánto Estado?, sino de ¿para qué el Estado? El libertarianismo a lá Rothbard declara, doctrinariamente, “el Estado para nada”. Pero la práctica política de esta variante del libertarianismo es muy otra.

Cuando Milei afirma que el costo de la crisis lo deben pagar los políticos corruptos –suponemos que ni Macri, ni Bullrich son ya parte de la “casta”– está, sin saberlo, invocando una política de Estado; le está imponiendo un para qué. Cuando los seguidores de Milei amenazan con “exterminar a los zurdos”, le están atribuyendo al Estado el deber de permitir, sino es que facilitar, dicho exterminio. Cuando Victoria Villarruel reivindica los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura, les adjudica a las fuerzas represivas del Estado la tarea de erradicar a la disidencia.

Para este libertarianismo existe un individuo socialmente deseable: un ser racionalmente egoísta que busca la maximización de su utilidad. El Estado es el responsable de que ese individuo sea el único con voz y derechos. Los “zurdos” no caben en esta ecuación, por lo que el deber del Estado es, bien, curarlos, bien, eliminarlos.

***

Para nadie es un secreto que Massa era un pésimo candidato para esta elección. Ministro de economía de un gobierno en números rojos, Massa fue para muchos la cara de la crisis económica. Es perfectamente normal que la gente no quisiera votar a quien ven como el responsable de una situación económica delicada. Es absolutamente comprensible que la gente sienta ira en contra de un sistema político en decadencia.

Lo alarmante es que millones de argentinos hayan elegido votar por un sujeto que reproduce las palabras de un militar enjuiciado por crímenes de lesa humanidad para justificar la dictadura, y por su compañera de fórmula que visita a los genocidas en la cárcel y que habla del “Nunca más” como el capricho de una minoría.

Para la extrema derecha libertaria esa democracia por la que millones de argentinos lucharon es un estorbo. Los que “viven de los subsidios”, los que “cagan en baldes”, los “ñoquis”, los “negros”, son un problema porque votan; es decir, porque tienen derechos políticos. Si pudieran ser despojados de esos derechos se podrían ahorrar la molestia de competir en elecciones.

En el país que vivió una de las más atroces dictaduras de la historia latinoamericana, reconocido mundialmente por su labor de memoria histórica, la victoria de un libertario negacionista representa la mayor catástrofe democrática de las últimas décadas en América Latina. No ha sido un gobernante autoritario el que ha renegado de la democracia; han sido los ciudadanos.

Que Milei no vaya a ser capaz de llevar a cabo los puntos más ridículos de su programa no significa nada en este momento. Que el sistema político requería una reforma integral es innegable. La tragedia es que los argentinos han decido dinamitarlo junto al régimen democrático. La ira contra el sistema político se convirtió en desprecio a la democracia, en perdón a los genocidas.

***

Hoy, el pueblo que vivió innumerables golpes militares en contra de la democracia, ha decidido librarse de ella por mano propia. La memoria de los desaparecidos ya no significa nada en Argentina; los juicios a los genocidas son un lejano recuerdo de un país que ya no existe; la dignidad es hoy patrimonio de los muertos.

En las escuelas que sirvieron como recintos electorales, los fiscales de La Libertad Avanza exigían retirar las banderas argentinas y cubrir los murales y carteles que conmemoran los cuarenta años de democracia y homenajean a los desaparecidos porque, según ellos, podían inducir el voto. No encuentro una muestra más nítida de lo que la Argentina perdió este domingo.

Sin valores democráticos, no existe democracia que sobreviva a su propio pueblo.

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.