Hace algunos años el exmagistrado Carlos Gaviria Díaz afirmó que, “Cuando un candidato invierte millones y millones en su campaña, no es un candidato, es un empresario y como empresario, cuando sea elegido, solo pensará en sacar lucro, y en lo que menos pensará será en la gente”. Esa afirmación contiene lo que podría ser la génesis de la corrupción en Colombia. Algunos candidatos quieren llegar a los cargos de elección desprovistos de propuestas y sin trabajo popular, con el único mérito de estar rodeados de millones que utilizan para hacer la transacción más nefasta para la democracia: pagar para llegar, y luego, ejercer el mandato para recuperar con creces su “inversión” o la de terceros, con desfavorables consecuencias sociales para la nación.
Sin embargo, hay que resaltar que la nación colombiana ha ganado en conciencia electoral, y que las mayorías no están dispuestas a seguir eligiendo a aquellos que en época preelectoral aparecen con dadivas para ganar adeptos. Hoy, las comunidades están reclamando soluciones a sus problemas cotidianos, están proponiendo interlocución directa con los candidatos para evaluar su idoneidad, probidad e idoneidad para asumir la representación política de las colectividades.
Ante la debacle en la gestión de la institucionalidad estatal que nos posiciona como el segundo país más desigual del continente, y en el que se pierden más de 50 billones anualmente por la corrupción, es necesario una renovación en la dirección del Estado, que posibilite la aparición de nuevos liderazgos surgidos de lo más profundo de las comunidades y de la movilización social, que conozcan los padecimientos del colombiano de a pie, y que estén dispuestos a darle dignidad a la nación.
Lo que nos jugamos en las próximas contiendas electorales del 13 de marzo y del 22 de mayo, no es solamente quiénes serán congresistas y quién se sentará en el solio de Bolívar; mas allá de nombres y partidos políticos, lo que está verdaderamente en juego es la viabilidad de la democracia y la sobrevivencia de la nación colombiana bajo los postulados de la Constitución de 1991.
El pleno de la nación necesita formulas legislativas para que el proyecto de Estado Social de Derecho que nos planteó la carta política sea una realidad. La aplicación del marco de derechos constitucionales no da más espera. A 30 años de la expedición de la Constitución que ilusionó a las nuevas generaciones con un país que garantizara la dignidad humana de todos y todas, es pertinente darles la oportunidad electoral a nuevos líderes políticos que con nuevas prácticas y discursos materialicen el sueño colectivo de vivir en Paz y prosperidad colectiva.
El cambio es hoy. Y dependerá directamente de los colombianos en las urnas propiciarle un cambio de rumbo al país. El censo electoral colombiano muestra que los jóvenes serán decisivos en los resultados de las próximas elecciones. Confiemos en que su conciencia de la responsabilidad con el presente y el futuro del país se traduzca en la elección de los líderes políticos que Colombia requiere hoy.
Por lo pronto, analicemos detenidamente a los candidatos que construyen con la comunidad, los que van a la Colombia profunda y desde allí tejen su programa con las ciudadanías olvidadas, los que representan y se parecen al colombiano de a pie, los que no pagan para llegar, los que ofrecen una práctica distinta de la política, que pone en el centro la vida, la dignidad y el bienestar general de los colombianos. Analicémoslos, esos son los que deben llegar.
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