Algunas élites bogotanas han mirado a otras ciudades colombianas como provincias, pueblos que solo encuentran la luz, el progreso y la verdad con la guía de los gobernantes de la capital, de las decisiones que toman por nosotros desde el nivel central para salvarnos del atraso y la ceguera. Nuestros acentos: santandereano, paisa, costeño, valluno, pastuso, etc., les parecen muy parroquiales, tiernos, sexi, arrastrados y también insoportables. No han entendido que nuestra diversidad enriquece y es la que hace grande a este país.
Solo en la capital se sabe y se puede hablar de política, economía, poder y desarrollo. El resto somos unos montañeros, provincianos, ignorantes, casi analfabetas. Se equivocan.
Lo decía el expresidente Samper, en semana gobernaba desde Bogotá y los fines de semana el plan era visitar provincia. El periódico El Tiempo, en 1999, lo describió como: un hombre que caía bien en provincia. Quién sabe a qué se referían. Provincia siempre como un término despectivo, inferior.
El exministro Vargas Lleras encabeza esa lista chocante en donde el país comienza en Bogotá y termina ahí. Sentirse superior le viene de años de su apellido en el poder capitalino, de arrogancia, de soberbia y lo que es peor: de su desconocimiento profundo de las dinámicas, idiosincrasia, de los talentos, de los dolores de cada rincón de este país. Dice el político de Cambio Radical, en su más reciente columna de El Tiempo, que en Medellín tiembla el notablato antioqueño con las actuaciones de Quintero. Lo dice echando mano de un rebuscado discurso populista como si él no hiciera parte justamente de un notablato vitalicio, heredado, enquistado en el poder desde tiempos del Frente Nacional. Una nobleza criolla, chiviada y que ha vivido siempre del Estado.
Vargas respaldó las decisiones del Alcalde Quintero con Empresas Públicas de Medellín. Su defensa viene de su agenda de turno, sus cálculos, sus intereses que ahora tristemente y para pesar de Medellín comparte, coinciden y confabulan con los de Daniel Quintero. Es indefendible celebrar la destrucción del gobierno corporativo que tanto bien ha hecho por la institucionalidad en Antioquia, irrespetar a su junta y a una región solo por capricho y ego altanero.
En Antioquia, como en todo el país, hemos tenido muchos dolores y fuertes retos, también hemos cometido errores. No somos infalibles pero la articulación público, privada, academia y sector social es la que nos ha permitido superar las dificultades en la búsqueda de la equidad y el desarrollo.
El juego de lucha de clases y ahora de regiones en el que nos quieren sumergir es temerario. No podemos montarnos en ese bus. Las élites ganan, la ciudanía pierde. La mejor forma de definirnos es desde nuestro país, la diversidad de este territorio, sin regionalismos castrantes y sectarios.
La élite bogotana no nos define. Ninguna élite puede definir a un país. Los paisas tampoco somos una raza aria, ni superior. Somos mestizos y por encima de todo colombianos. Que no se nos vaya ocurrir arremeter contra otras regiones y acentos. Que no se nos vayan las luces. Eso es lo que buscan.
Ni lucha de clases, ni de regiones. Está muy bien que varios sectores, antes silenciosos o acomodados, salgan a alzar la voz de frente y a defender lo construido. Sin tibiezas y con contundencia. El argumento de que polarizamos más si cuestionamos es pura disuasión solo para mantenernos callados y complacientes.
Frases para reflexionar, del ex político canadiense Michael Ignatieff:
«Los ciudadanos saben la diferencia entre alguien que busca su aprobación y alguien que busca su respeto.»
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