Tu voz resucita muchos latidos sepultados.
Porque fuiste, sobre todo, profeta;
el siglo XXI lo explicaste como poeta,
con versos mortales y atinados.
Me voy a perder, pero sin salir de ti,
porque nos predijiste las guerras que vendrían,
aunque fuera por solo un instante, que vestían
ropajes de vejes venerable en el ponleví.
Tu camino te lleva cada noche al hueco que la nombra,
lo entendiste como nadie,
lo dijiste, aunque irradie,
desde el sofá hasta aquella sucia alfombra.
La belleza de tu arte, tu expresión,
la encontramos transgresora,
elegante cumbre contra la corrupción.
Nos hablaron de futuros utópicos
después de la revolución,
y ahora que se hizo institución,
solo nos queda la ilusión,
de credibilidades e ideales microscópicos.
Que terriblemente absurdo seria estar vivo
sin el alma de tu plástica,
que alimenta tu música
y que se han convertido en efectivo paliativo.
Sacrílego, blasfemo y burlón.
Poeta y pintor de los deseos de humedad,
que plasmó en sus películas nuestra divinidad,
que no es otra que el hombre y su conclusión.
Trovador que nos hizo creer que las letras nacieron de él;
tus pies no se hunden en los lagos de mis lágrimas,
porque tus palabras no fueron mentiras,
reconfortantes como el aguamiel.
No sé qué estrellas son esas,
De Filipinas a La Habana,
en el filo de la guadaña;
tu noche más larga,
en el dulce silencio del alba.
Ahora estas con las rosas en el mar,
y con aquel demonio rojo que aprendió a decir OK,
para poder comprarse un Iphone que sí dijera Made in U.S.A.
El principio es siempre el fin
Y el fin, un principio sin ti.