No son casos aislados, se llama patriarcado

Muchos en su afán sensacionalista terminan en su discurso justificando de ciertas formas a los feminicidas, violadores y maltratadores.


En lo corrido del año hasta el 20 de octubre, el Observatorio de violencia contra la mujer de la Fundación de Feminicidios Colombia ha registrado, al menos, 172 feminicidios en el país. Los nombres de estas mujeres no se escuchan ni se repiten, y cuando los medios hablan sobre sus muertes son revictimizadas en la mayoría de casos.

“Ataque de celos”, “bajo el efecto de alcohol”, “problemas personales”, “infidelidades”, “asesinato pasional”, “presunto asesino”, estas son frases que son comunes en las notas de los medios colombianos para referirse a los feminicidios, una realidad sistemática y estructural en el país.

En el periodismo existe una tendencia de informar sobre los casos de violencia de género -de los cuales algunos terminan en feminicidio- como hechos aislados, individuales, sin precedentes. Como lo dijo la comunidad Feminismos rad en su cuenta de Instagram: “No son casos aislados, se llama patriarcado”, y por esto, los medios deben, a la hora de comunicar esta realidad sistemática, instruirse de lenguaje que no revictimice a las mujeres.

El pasado 17 de octubre Ángela del Pilar Ferro fue víctima de una tentativa de feminicidio por parte de Miguel Parra Niño. Llegó al hospital con heridas de hachazos en su cráneo, signos de intento de asfixia, lesiones y maltrato. Aunque, en la última semana diferentes medios informaron sobre el caso y dieron antecedentes de actitudes violentas del victimario, tras la captura de este y su declaración de inocencia se le abrió un espacio en los medios, allí se expusieron los argumentos a su favor: había consumido alcohol, después de los hechos está con tendencias suicidas, estaba en un estado no propio de él, ella cometió infidelidad, cuidó al menor de edad (hijo de Ángela) como propio. Estas razones expuestas por su defensa a través del medio generan revictimización y presentan el suceso como un caso separado de un sistema -y una cultura- que minimiza la violencia contra las mujeres y es cómplice de esta.

¿Por qué todavía en medios existe la negación de nombrar estos casos como lo que son: feminicidios? “Por celos habría…”, “problemas pasionales”. Muchos en su afán sensacionalista terminan en su discurso justificando de ciertas formas a los feminicidas, violadores y maltratadores. Al parecer, periodistas olvidan el poder del lenguaje y como este influye en la manera en que la sociedad reconoce las realidades.  No, no basta con poner cifras y algunas citas de colectivos defensores de los derechos de las mujeres al final de una nota para mostrar un supuesto equilibrio en las fuentes.

No, un rotundo no a ese imaginario que el periodismo debe ser neutral, que debe mostrar todas las caras de un suceso, que debe abarcar todas las fuentes. Un periódico no debe darle voz a un feminicida en potencia si el lenguaje que va usar, solo terminará culpabilizando, revictimizando, justificando y,  sobre todo, minimizando  una realidad que no es aislada, que es vivida por mujeres alrededor de todo el país, que tiene precedentes y que tiene algo en común: nosotras siempre terminamos culpadas hasta cuando nos matan, pero los hombres salen victoriosos (solo una cuarta parte de los casos que inician investigación terminan juzgados, dice Ana Güezmes, representante de ONU Mujeres en Colombia) legal y socialmente.

Gabriela Fuentes Arias

Comunicadora social con énfasis en comunicación política, en la escritura me reconcilio con el mundo para seguir (re)conociéndolo.

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