“La cultura del ego está muy presente en nuestro diario vivir. Cuando nos concentramos en el yo, no puede haber respeto hacia los demás, en especial, hacia las personas que te colaboran en un proceso”.
Hace unos días leí una frase que me dejó meditabundo, sí, en un estado de reflexión absoluto por la siguiente frase: “Hemos llegado al punto donde la gente no renuncia porque no quiere trabajar. Renuncian buscando paz mental y eso es distinto…”. Delmeris Yambó, autora de la frase, no lo pudo haber dicho mejor, define exactamente lo que muchos sienten y callan en su entrevista de renuncia, quizás por miedo o quizás porque es mejor tener paz que tener la razón.
La palabra jefe hoy la sustituyen por líder, un eufemismo para humanizar un poco el discurso. Pero, lo cierto es que la palabra jefe sigue estando en el alma de aquellos tiranos que van por la vida arriando -tal parece- vacas, aunque a la vista de algunos hagan creer que trabajan en equipo, aunque la realidad es que anhelan siempre que trabajen para ellos queriendo tener siempre la razón y dejando a un costado la comunicación, el diálogo y la solución, arrasando con la salud mental y emocional de sus colaboradores.
La cultura del ego está muy presente en nuestro diario vivir. Cuando nos concentramos en el yo, no puede haber respeto hacia los demás, en especial, hacia las personas que te colaboran en un proceso. La cultura del ego no deja ingresar en el alma las diferentes nociones del mundo, no deja ingresar el humanismo y tampoco el cuidado y la sensibilidad a la hora de conversar con los demás sobre determinado tema. El yo siempre quiere tener la razón y hará lo posible por ganar sin humildad, el ego explota sin analizar qué parte de la culpa tiene y cómo puede tomar acciones para mejorar. El ego asesina equipos, le sella la boca a sus interlocutores, evita retroalimentaciones y evita ir más allá de lo que aparentemente ve, porque se niega el privilegio de mirar.
El ego, como también el orgullo, destruye la cultura organizacional. Destruye los principios que definen la personalidad de la compañía. Lo destruyen todo. Hay un valor que las compañías siempre resaltan en su cultura y es el respeto, pero es el que más violan.
El respeto es la base principal de toda acción, eso quiere decir que el respeto es crucial para que haya una buena comunicación y entendimiento, sin embargo, el ego rechaza expresar en muchas mañanas frías unos buenos días, ¿cómo amaneció? y prefiere ir al grano, y si cuenta con un estatus alto, o sea, mantiene en su mente que es el jefe, nunca mirará francamente a los ojos y lo que dice será palabra de Dios.
Hoy debemos de entender que no somos nadie y ni siquiera decir a los cuatro vientos que somos líderes, porque el significado de esa palabra lo definen las personas, ellos definen quién es un líder porque ven en él cualidades que salen de su espíritu y hacen sentir que hay hospitalidad. Debemos entender que no somos esenciales, que nadie es más que otro y lo más importante: tener respeto por el otro.
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