“¡No se olvida!” se vocifera por las calles… y los muros anquilosados que esconden verdades a secas se llenan de manifiestos por avenidas y callejones. No hay burocracia ni demagogia política, hay multitudes inusitadas de rostros sumergidas en furor.
El escritor argentino Jorge Luis Borges inicia “Everness” de forma contundente: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido”. Y si no hay olvido, al menos queda el resto porque, ¿qué es sino la ausencia de memoria aquello que se da por entendido que no existe? Las preguntas surgen a través de los emblemáticos aposentos del simbolismo numérico y fechado, entre lunarios y geografías medidas.
“Para que algo permanezca en la memoria se le graba a fuego, sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria” dijo aquel filósofo del martillo; entonces, es que la realidad aflige atorada en la garganta en pequeños y cálidos infiernos entre el aliento. No hay olvido porque la vida duele, porque duele vivir. Pero, ¿es suficiente con recordar? Sin trascendencia, es incierto el porvenir. Siendo el recuerdo constante en tierra cuyo olvido no existe, extenderse es una necesidad mágica que se traduce en sobrevivencia.
No es que cada ente recuerde todo acervo de peripecias y ocasiones, sino que siempre habrá diminutos seres que rememoren lo que otros han relegado, luego entonces, el olvido perece. “No se olvida” se convierte así, en un espacio de significado; no se subordina a fechas dentro de un calendario hueco, que representa mediciones vagas de días y de noches; los abarca íntegramente en pequeños rincones y los escupe a la cara de quienes fingen olvido porque, aunque no exista, se disfraza de verdad.
“No se olvida” es un acto de rebeldía ante la simulación; es, quizás, un axioma que requiere trascenderse ante el subterfugio. Si no existe el olvido, es probable que aquella consigna no sea más que una frase estéril, pero es que el disimulo se impone de formas sutiles, así, la impronta de sus alaridos y escritos nos muestra que allá a lo lejos, o a lo cerca, hay rastros de alusión en los relatos orales y escritos vagando por las calles, escenario de vivencias y amoríos perpetrados por una historia que llegó antes que ellos pero que, a su vez, es el lugar donde los vivos y muertos comparten memoria para hacer insostenible el discurso oficialista.
LA NOCHE DE TLATELOLCO: Testimonios de historia oral (1971) – ELENA PONIATOWSKA
Fragmento:
¡Es triste tener que morir tan joven! ¡Si no te hubieras metido de agitador, ahorita estarías libre y tranquilo!
- Un oficial al delegado por la Escuela de Chapingo ante el CNH, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, en el Campo Militar número 1
Uno estudiando de 19 años de edad –Luis González Sánchez- perdió la vida a manos de un policía, el 17 de noviembre de 1968, por el delito de ser sorprendido pintando propaganda del Movimiento en una pared, cerca del Periférico.
- Excelsior, 18 de noviembre de 1968
¿Te acuerdas de la noche del bazukazo?, ¿creyeron que íbamos a correrle a los tanques pero nel, les aventamos hasta los zapatos.
- Leonardo Ávila Pineda, de la Escuela de Odontología de la UNAM
¿Qué van a hacer? ¿Derrocar al gobierno? A poco, a poco. ¿A poco se sienten tan cabroncitos?
- Un oficial a unos estudiantes en la Federal de Seguridad
En las manifestaciones se contaba el número de los primeros muertos que había, los de las vocacionales, los de la Preparatoria 3 y mientras caminábamos íbamos contando: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… así hasta llegar a veinticinco o treinta y al final gritábamos: “¿Quién los mató?”… “Díaz Ordaaaaaz.”
- Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, del Comité de Lucha de la Facultad de Leyes de la UNAM
Si el Movimiento Estudiantil logró desnudar a la Revolución, demostrar que era una vieja prostituta inmunda y corrupta, ya con eso se justifica…
Esteban Sánchez Fernández, padre de familia
[author] [author_image timthumb=’on’]https://pbs.twimg.com/media/Bw37T68IAAAs0UU.jpg:large[/author_image] [author_info]Raíces Estudiante de Sociología de la Universidad Autónoma de Querétaro. Actual integrante del Instituto de Investigaciones Multidisciplinarias y co-autor de investigaciones de forma independiente sobre movimientos etnopolíticos. Columnista en el suplemento Voz Zero y Al Poniente. Escritor autónomo con participación periódica en revistas locales y nacionales. Intereses en: Movimientos sociales, literatura y filosofía.[/author_info] [/author]
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