A raíz de la discusión que en la sociedad generó la reforma tributaria presentada por el Gobierno del Presidente Iván Duque, surgieron diálogos constructivos presenciales, en medios de comunicación, redes sociales, que evidenciaron un clamor generalizado y no ajeno a dicha reforma: ¡no queremos más negociantes de la política!
La pandemia ha sido el detonante. Los ciudadanos en general, las familias, los emprendimientos, las empresas pequeñas, medianas y grandes, los empleados, entre otros, hemos tenido que recortar gastos pero muchos políticos, no todos, permanecen en una realidad paralela, un status quo inalterable, una zona de confort distante y carente de solidaridad. Como si los problemas económicos, sociales, de salud y sus soluciones, correspondieran exclusivamente al ciudadano de a pie pero no a quienes gracias a los votos de éste ocupan posiciones en el poder público, supuestamente para abogar por una sociedad más equitativa.
He tenido la oportunidad de participar en espacios de diálogo sobre la situación actual, de escuchar a jóvenes, a emprendedores y empleados y muchos coinciden en preguntarse: ¿Acaso no se lidera con el ejemplo? ¿si todos hemos recortado gastos por qué no lo pueden hacer los funcionarios públicos, los políticos, de manera voluntaria y como aporte a la coyuntura? ¿Por qué el Estado le asigna vehículos de alta gama a los políticos y no se los compran ellos mismos como corresponde a cualquier ciudadano que quiera acceder a ese lujo? ¿Por qué además de asignarles vehículos, el Estado asume el costo de su gasolina? ¿Por qué políticos sin riesgos de seguridad tienen grandes esquemas de protección? ¿Por qué los salarios de magistrados, congresistas y otros cargos del Estado son tan altos, no obstante en varios casos, el período que laboran es inferior al de la mayoría de colombianos? ¿Por qué hay políticos que una vez asumen su cargo cambian drásticamente de estilo de vida, como si se hubieran ganado la lotería? ¿Por qué los gobernantes crean más burocracia, más consejerías, más secretarías, más entidades, si somos los ciudadanos los que pagamos con nuestros impuestos?
Los políticos son actores indispensables de nuestro país y de cualquier democracia. Los conozco de excelentes calidades humanas, ejemplares en lo laboral y coherentes en su vida privada. Lamentablemente existen “negociantes de la política” que han dañado en gran medida la imagen de esta noble vocación. Son aquellos que conciben el Estado como la vaca que hay que ordeñar para enriquecerse y no como la organización política que debe ser eficiente en el uso de los recursos y ejemplar a los ojos de cualquier ciudadano. Políticos que no sirven a la sociedad, si no que se sirven a sí mismos y a sus propios intereses económicos.
Un llamado urgente a los servidores públicos éticos y sensatos para que lideren con el ejemplo una transformación necesaria para que se recupere la confianza y la credibilidad ciudadana en lo político. Un llamado para que contribuyan a apaciguar la rabia social, bien fundamentada, desprendiéndose de aquello suntuario que el Estado convirtió en costumbre asignarles.
Esa transformación debe ser también liderada por el ciudadano de a pie que debe identificar a los “negociantes de la política” para no acompañarlos con su voto en las próximas elecciones.
La pandemia nos ha invitado a reflexionar como sociedad, a que todos los sectores, político, empresarial, académico y civil, seamos solidarios con quienes más lo necesitan en este momento. Hay políticos que ya han dado ejemplo de manera individual pero no es suficiente. Se requiere un esfuerzo mayor y permanente que denote verdadero compromiso con la construcción de un mejor país para todos en el que resalten un Estado pequeño y austero, cada vez más empresas con relaciones fraternas empleador-empleado, la educación como motor del progreso Y la protección al medio ambiente. Todo ello, garante de una Colombia libre y democrática con mejor calidad de vida para todos los ciudadanos.
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