Las Fuerzas Militares son una de las instituciones más emblemáticas, respetadas y valoradas en el país por gran parte de la sociedad, lo que se hable de ellas con respecto a su futuro por parte del gobierno debe ser con cautela, deferencia y conocimiento sobre su papel en la realidad de Colombia, sea cual sea el escenario.
He leído y estudiado al Doctor (PhD de Harvard, EE.UU) Samuel Huntington, quien teoriza sobre las relaciones cívico-militares, y quien propone modelos de funcionamiento entre la triada, Estado, sociedad y FFMM, desde dos aspectos importantes que traigo a colación: la escala de valores y la profesionalización militar.
Sin querer profundizar sobre su teoría, es importante entender que las FFMM requieren de un asunto moral, tanto para que no recaigan anímicamente su cuadro de oficiales y las tropas, como para que la sociedad esté cohesionada a dicha escala de valores inmersos en su actuación con el Estado, y sobre todo de profesionalización, lo cual exige tres asuntos básicos: capacidad, responsabilidad y corporatividad.
En el asunto militar, estos tres factores son dados al ser humano que alcanza la profesionalización militar, por ello se entiende que la capacidad es adquirida a través de la educación y experiencia del militar; la responsabilidad es un factor dado al militar que brinda un servicio con una práctica social según el contexto y la corporatividad es lo que destaca al militar en la sociedad como el garante idóneo de una responsabilidad especial destacado ante la opinión pública, en este caso, la pertenencia a la institución a cargo del monopolio de la fuerza.
Traigo en referencia lo anterior, porque se habla de una reestructuración y cambio de objetivos de las FFMM en un escenario de postacuerdo con las Farc, lo cual se me hace bastante inadecuado, teniendo en cuenta que aún no hay claridad sobre cuales sean esos cambios y que no se están teniendo en cuenta otros aspectos que seguirán amenazando la seguridad del país.
En el capítulo séptimo, articulo 217 de la Constitución política de Colombia se describe textualmente que la finalidad primordial de las Fuerzas Militares es la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional, por lo que me pregunto: ¿Al darse la firma con las Farc, no queda ninguna otra amenaza a esta finalidad entregada por la misma constitución?
El aparato militar no puede desligitimarse y adaptarse a los intereses de un tratado de paz, que desde las Farc, obviamente se tendrá el interés en desmantelar, reducir y evitar. Que se les den nuevos objetivos, agregados y ambientados al contexto, sin perder el norte y la finalidad de las FFMM, está bien, pero el control del territorio seguirá en disputa, porque son nuevos retos, y nuevos actores que buscaran cooptar espacios dejados por las mismas élites de las Farc. La idea weberiana del monopolio de la violencia debe seguir en manos del Estado y para ello están las FFMM.
No es guerrerismo, es entender el contexto del postacuerdo. No es ir en contra de la paz, es trabajar bajo los supuestos realistas de un país que tiene narcotráfico, ELN, economías ilegales, bandas criminales, inseguridad urbana, despojos de tierras, extorsiones y otros retos para los cuales serán necesarias unas fuerzas militares fuertes, con un alta moral, con objetivos claros, vistos como actores importantes en el postacuerdo y ante todo, que no se sacrificaran ante los designios o peticiones de las Farc. Quienes se deben desmantelar y entregar las armas son ellos, no nuestras fuerzas militares.
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