Hace 10 años, alguien usando el nombre de Satoshi Nakamoto propuso en un paper académico un sistema de pagos electrónicos que desde entonces ha ocupado titulares por sus volátiles valoraciones: el Bitcoin.
Sin entrar en tecnicismos, el Bitcoin es una moneda digital que, apoyada en la tecnología de Blockchain, puede funcionar de manera segura y confiable descentralizadamente, sin la intervención de un gobierno u otro intermediario.
La bancos centrales y la creación monetaria como un monopolio de los gobiernos es un invento relativamente nuevo, contrario a la moneda, que es casi tan vieja como nuestra vida en sociedad. El Bitcoin, en su concepción pura, pretende ser una alternativa al dinero como lo conocemos hoy en día: buscando que la gente traslade la confianza en una autoridad central, que es lo que da valor al dinero actual, a confiar en una moneda respaldada por las matemáticas y la informática.
Según esto, el Bitcoin podría quitarle el poder a un gobierno como el de Venezuela de imprimir billetes a su gusto, sin que le importe el coste inflacionario, para financiar su gasto público.
Sin embargo, el Bitcoin todavía está lejos de cumplir este objetivo. Su casi nula aceptación y la alta volatilidad de su valuación hace que no pueda cumplir las funciones que debe tener el dinero: ser medio cambio, depósito de valor y unidad de cuenta.
Además, su misterioso origen, sus limitaciones de velocidad a la hora de realizar transacciones y la posible insostenibilidad de su sistema de “minado”, que es el que controla su cantidad disponible y que demanda un gran gasto energético, suman dudas respecto a la viabilidad de esta criptomoneda.
A pesar de estos problemas, y obviando la especulación alrededor de su valor, la elegante solución que da el Bitcoin al problema de cómo controlar una moneda digital y su democratización ha significado un gran avance para el futuro de las criptomonedas.
Las autoridades monetarias deberían seguir con gran atención esta evolución, ya que alguien eventualmente logrará dar solución a los problemas del Bitcoin, y entonces presenciaremos un cambio supremamente importante: una transición hacia monedas digitales y privadas.