Imaginemos este caso hipotético:
Empezaste a consumir cierta sustancia que te gustó, principalmente por sus efectos, como que te relaja, te da inspiración para el arte, te hace sentir más grande, etc. Supuestamente la usas para un fin social, pero tú igual la empiezas a consumir mientras estás solo, contradiciendo el supuesto objetivo de su consumo. Pero hay un problema: la producción de esa sustancia es ilegal, porque se ha demostrado que le hace daño a sus consumidores, y además hay grupos al margen de la ley que se enriquecen gracias a su producción.
Tú, como te gusta tanto, te aprovechas de la idea de que es por los grupos al margen de la ley que es ilegal, y dices que legalizándola se solucionara el problema, olvidando que la razón de su ilegalidad es el daño que le hace a la gente. Y es que claro, es muy obvio que si legalizamos todo, ya no habrá criminales, ¿verdad que mejoraría mucho la sociedad si ya no hubiera criminales?
Además de ti, hay mucha gente que la consume. Hay gente que hace canciones, pinturas, libros y hasta religiones en su honor y defensa. ¡Oh! Y obviamente si tu religión te dice que consumas aquella sustancia sagrada, deberían permitírtelo, seguro no eres parte de esa religión simplemente para tener una excusa para consumir, ¿quién puede negar la causa noble de tu religiosidad? Y esa gente también hace camisas, tenis, gorras y accesorios que llevan estampado el ícono de esa sustancia. Tú usas esos accesorios para expresar tu amor hacia esa sustancia y mostrarle al mundo que no te hace daño y no es adictiva. O sea, estás obsesionado con que la legalicen, escribiéndole canciones, creándole religiones, llevándola en tu ropa, pero no eres adicto en lo absoluto. No es que no puedas vivir sin ella, pero no quieres vivir sin ella, y por eso no te resignas a que es ilegal y debes dejar de consumirla, si no que luchas por el derecho de esa sustancia a ser libre, ni siquiera por tu derecho a consumirla, lo cual muestra un hermoso amor incondicional. ¿Quién sería capaz de oponerse a ese bello amor?
En vista de que siguen sin legalizarla, te aprovechas de las propiedades analgésicas que tiene y dices que es medicinal, que cura el cáncer, el SIDA, la diabetes y que resucita a los muertos. Es cierto que la planta de la que sale tiene ciertas propiedades medicinales, y seguro que a pesar de todos los químicos que le echan para convertirla en la sustancia, sin hacer ningún estudio previo que se apruebe por algún laboratorio médico, no se pierden las propiedades. De hecho, sirve más que cualquier medicina, según tú; y la industria farmacéutica (que siempre es culpable de todo por sus conspiraciones nazi-judías masónicas illuminati anti-semitas) impide que la legalicen porque no quiere perder ventas.
Creo que todos estaremos de acuerdo en que esa sustancia podría considerarse adictiva, ¿Verdad? Aunque no cree una dependencia física muy grande, sí produce una adicción mental. Puede que a mucha gente su cuerpo le pida heroína porque son adictos, pero las personas que consumen esta sustancia de la que he estado hablando, sin que sus cuerpos se los pidan tan violentamente, son esclavos que no quieren liberarse ni darse cuenta de su condición. ¡Pero ojo! De la marihuana no hablemos, porque esa es una cosa «hermosa, salvadora y milagrosa que es 0% adictiva»
Tienes muy buena redacción, pero una alta carencia de información para plantear tus argumentos, deberías investigar un poco mejor, creo que 4.000 años de historia te darán algo que decir más allá de la percepción occidental que estas planteando. Estoy de acuerdo en que constituye un problema social con respecto al uso y la banalidad creada en torno a esta. No es una sustancia, es una planta, y adictivo es todo.
Felicitaciones por la columna, muy buena.