El pasado 2 de marzo, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, invitó a celebrar los 400 años de la fundación de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá. “Es el origen de lo que somos” y “que sean muchos más”, escribió en su página de Facebook. Otros le desearon el feliz cumpleaños al barrio El Poblado o incluso a Medellín. Pero ni el barrio ni la ciudad están cumpliendo años, ni se debe celebrar el aniversario de la creación de San Lorenzo de Aburrá.
Lo que se fundó en 1616 no fue ni la Comuna 14 ni Medellín, sino un pueblo de indios: San Lorenzo de Aburrá. Los pueblos de indios eran unos espacios que, por mandato de la legislación colonial, estaban destinados a congregar a los nativos conquistados, ello con el fin de asegurar su concentración espacial, adoctrinamiento religioso y explotación económica. Las familias de distintas etnias eran forzadas a convivir en un mismo lugar y se les repartía un pequeño fragmento de la tierra que alguna vez fue toda suya.
Si bien es cierto que uno de los propósitos de los pueblos de indios era proteger a estos últimos de los excesos de conquistadores y agentes coloniales, también es cierto que con aquella práctica se formalizaba la conquista y se confirmaba el lugar de dominados al que habían sido “reducidos” los nativos, sobrevivientes a una debacle demográfica que había diezmado la población de la región en un 93,7%[1].
Poco más de medio siglo después de la fundación, los indios de San Lorenzo fueron de nuevo trasladados, esta vez hacia el pueblo de La Estrella. Este traslado dejó lugar para la expansión de la naciente Villa de la Candelaria de Medellín que, convertida en ciudad en el siglo XIX, llamaría “El Poblado” a ese barrio donde una vez hubo un pueblo de indios.
Conociendo estos antecedentes, celebrar los 400 años de fundación de San Lorenzo de Aburrá sería como aplaudir el despojo de la tierra, la violencia contra los indígenas y la evangelización forzada. La precaria protección ofrecida por las autoridades coloniales es motivo de reflexión y estudio, pero no de aplausos. La “celebración” del alcalde debería consistir más bien en un acto de desagravio con los indígenas, y en un encuentro para pensar los problemas de exclusión y desigualdad en la ciudad.
Es frecuente la imagen de mujeres embera con sus niños habitando las calles de El Poblado, pidiendo limosna o aguardando penosamente en una acera. Estas mujeres son una muestra de los indígenas que llegan a la ciudad desplazados por la violencia o por el hambre y cuya presencia nos recuerda que la conquista no se ha acabado. Parece que tiene razón el alcalde, San Lorenzo sí es “el origen de lo que somos”: violencia, despojo de la tierra y falta de reconocimiento de la diversidad.
[1] Según estimaciones de los profesores Juan David Montoya y José Manuel González Jaramillo en el estudio preliminar a Visita a la provincia de Antioquia por Francisco de Herrera y Campuzano, 1614-1616. Medellín: Universidad Nacional. 2010. pag. 31
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