Hace pocos días Medellín quedó sacudida por el video que muestra cómo un menor de edad asesinó a dos hombres en el barrio Santa Lucía.
Las más recientes investigaciones de las autoridades han revelado que este menor de edad estaría vinculado a la estructura criminal conocida como la ‘Torre’, la cual delinque en la Comuna 13 de nuestra ciudad, junto a otras estructuras criminales como ‘El Coco’, ‘La Agonía’ y ‘Betania’.
Esto es síntoma de una triste realidad que vive Medellín: nuestros niños están siendo usados por las estructuras criminales organizadas que azotan nuestra ciudad, quienes se aprovechan del hecho de que son inimputables por su edad.
Esta noticia duele aún más cuando nos enteramos de la escandalosa cifra de 600 menores de edad capturados en todo el Valle de Aburrá por la comisión de delitos, muchos de ellos asociados al homicidio.
Esta radiografía me entristece como ciudadana y me duele como madre. Pienso en mi hijo Mateo de tres años y en Alicia que aún no cumple dos meses de nacida, y siento la necesidad de combatir con vehemencia a esas estructuras criminales que le roban los niños a sus madres, a sus familias y a Medellín.
Cada menor que se une a estas bandas es un talento desperdiciado, un científico, un deportista, un empresario o un líder, que tendrá un futuro poco esperanzador.
Toda la sociedad debe rechazar con ímpetu que estas situaciones se sigan presentando en nuestra ciudad o en cualquier parte de Colombia.
Le he propuesto a la ciudadanía un Centro Inteligente de Seguridad Ciudadana, con el fin de que Medellín tenga un cuerpo élite de Inteligencia, Contrainteligencia e Investigación Criminal, para desmantelar estas estructuras criminales y sus finanzas, con el fin de arrinconarlas hasta el punto de ver que el sometimiento ante la justicia sea su única alternativa.
Lo primero es trabajar con las familias protegiendo el entorno de los menores (aún en medio de las jornadas laborales de sus padres), previniendo el consumo de drogas, y en reconstruir una escala de valores en la que la vida y el respeto por el otro primen, para no ver en el crimen organizado o en la delincuencia común, una alternativa de vida.
No podemos aceptar ni justificar de ningún modo que estas bandas criminales sigan existiendo y mucho menos, que atenten y le roben la esperanza y la vida, a los más vulnerables de nuestra sociedad.
Juntos como ciudadanía debemos rechazar que las bandas criminales instrumentalicen a los menores para que tomen las armas y aprieten el gatillo. Nada nos puede dividir en ese propósito. Recuperémoslos y protejámoslos. Desmantelemos la criminalidad para que nuestros hijos puedan disfrutar de su niñez. Hagamos que las cosas pasen.