A propósito de los contratos por horas la exministra de trabajo dijo que no se necesitaban ingenieros tiempo completo. Luego la vicepresidenta argumentó que en Colombia no necesitábamos tantas psicólogas ni sociólogas, sino más mujeres dedicadas a «STEM» (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).
La discusión de fondo es sobre las habilidades necesarias para hacer frente a una nueva economía transversalizada por la tecnología. A propósito de las malas interpretaciones al respecto, vale la pena aclarar:
- La tecnología no es exclusiva de las carreras STEM: Si hoy vas al departamento de estudios urbanos y planeación del MIT, todo está permeado por la programación y la ciencia de datos como herramienta para tomar decisiones de expansión urbana, movilidad o planeación estratégica. En biología de frontera hoy se programa información genética en biopython. El último premio nóbel de economía fue otorgado a quienes usan un enfoque basado en datos para identificar las decisiones más costo efectivas. Las formas más avanzadas de realizar procesos de selección de personal ó procesos judiciales exitosos parten de la analítica de grandes datos e inteligencia artificial mezclados con conocimientos en psicología y derecho respectivamente. Quiere decir que habilidades como la programación, la computación en la nube y la construcción de algoritmos se volvieron habilidades básicas y útiles para todo tipo de disciplinas. En Taiwán por ejemplo, han impulsado cambios curriculares donde habilidades como la programación se enseña a los niños desde que ingresan al colegio y en EEUU ya inventaron una versión de Scratch enfocada a que los niños aprendan a programar desde los cinco años. Pasos similares siguen países como Suiza, China y Japón entre muchos otros. Algunas habilidades resultan hoy básicas, independientemente de las labores que se quieran ejecutar.
- No hay carreras más relevantes que otras, pero todas las carreras pueden volverse irrelevantes: Elon Musk, dueño de compañías como Tesla y SpaceX dice que no importan los grados académicos en los procesos de selección de personal para sus futuros colaboradores. En vez de enfocarse en sus diplomas lo que más le interesa es lo que saben y pueden hacer, es decir habilidades duras y blandas específicas. Varias empresas como Apple, Google y Netflix tienen un enfoque similar. Como consecuencia, las hojas de vida han ido cambiando de estructura paulatinamente: los jóvenes se enfocan cada vez más en mostrar a sus futuros empleadores sus habilidades blandas y lo que han logrado de una forma más relevante que los diplomas obtenidos. Debido a que muchas universidades no han cambiado de manera acorde con la nueva economía, compañías como Samsung, McDonald’s, Apple, Pixar, General Electric, Deloitte y Shell, entre otros han creado sus propias universidades para entrenar a sus empleados. Lo cierto es que las «cajas» excluyentes en las que el modelo educativo ha metido a los programas académicos no es natural desde cómo funciona el cerebro, ni deseable desde el punto de vista de la integralidad que necesitan hoy las empresas. Antiguamente era normal que un solo hombre practicara las matemáticas, la biología, la escultura y la medicina de forma integral. El modelo de carreras y títulos cercena esa posibilidad convirtiendo a los estudiantes en buenos para una sola cosa, que en el mundo de hoy es lo mismo que un «bueno para nada». Hoy se necesitan personas empáticas, colaborativas, autodisciplinadas y que practiquen el autoaprendizaje. Habilidades que sólo surgen si se desaprende el egoísmo, la competencia, los entornos supervisados y las clases repetitivas que aún hoy se enseñan en colegios y universidades tradicionales.
- Las tendencias tecnológicas disruptivas van más allá del software: Cuando se habla de tecnología la mayoría se imagina computadores, y como los computadores funcionan a partir de software, entonces se cree que tecnología es igual a software. Ni lo uno ni lo otro. El mundo de la tecnología no se divide en hardware y software, y las tendencias tecnológicas son variadas. La OECD encontró en su estudio de 2016 más de 100 tecnologías disruptivas. Luego, para simplificar, las dividieron en diez tendencias tecnológicas: biología sintética, nanomateriales, microsatélites, almacenamiento de energía, fabricación aditiva, big data, inteligencia artificial, internet de las cosas, blockchain y neurotecnologías. A pesar de esta división, las tendencias tecnológicas pueden mezclarse para originar soluciones más robustas: por ejemplo, los carros autónomos y eléctricos usan tecnologías de almacenamiento de energía, big data, inteligencia artificial e internet de las cosas; así mismo la regeneración cutánea usa técnicas de biotecnología y fabricación aditiva. Igualmente, hay habilidades que se usan en varias de las tendencias tecnológicas. Por ejemplo la programación es una habilidad usada en todas las tendencias tecnológicas. El software en particular no es ni una habilidad ni una tendencia tecnológica, es un tipo de producto entre miles de otros productos que caracterizan a la economía de hoy.
Los críticos de la ministra y la vicepresidenta se dedicaron a defender el «honor» de ingenieros, psicólogos y sociólogos. Las representantes del gobierno (y sus asesores) demostraron tristemente la poca claridad que tiene el gobierno para afrontar los cambios de la nueva economía. Pero lo más grave del acontecimiento no fueron las aseveraciones de esas representantes del gobierno, sino la respuesta ególatra de algunas universidades y de las asociaciones de profesionales que demostraron poca claridad respecto a los cambios que están ocurriendo en el mundo.
En el próximo siglo nuestro atraso como país ya no será atribuible a los coletazos de la colonia, sino a nuestra ceguera institucional y falta de liderazgo para aprovechar las oportunidades que aún nos ofrece (por tiempo limitado) la tecnología.