“Lo que todos tenemos que hacer es asegurarnos de que estamos usando la IA de una manera que derive en beneficio de la humanidad, no en detrimento de esta”. Tim Cook, director ejecutivo de Apple
La inteligencia artificial se sitúa como uno de los temas mayormente debatidos en la actualidad, su auge exponencial desde hace aproximadamente 3 años ha alcanzado un punto de crecimiento mayor entre mediados del año 2022 e inicios del presente, principalmente por el boom resultante con el lanzamiento de “la joya de la corona” para la gigante tecnológica OpenAI: ChatGPT, el chatbot de inteligencia artificial enfocado en el diálogo, que a día de hoy cuenta con 4 versiones -cada una más interesante que la anterior- y superará para el primer trimestre los 100 millones de usuarios activos a nivel mundial según datos publicados por la agencia suiza UBS.
En este sentido, Colombia no ha sido ajena a la adopción del modelo de lenguaje, y aunque no se conozcan aun cifras oficiales sobre la cantidad de usuarios registrados o activos en el país, ya es posible dimensionar su impacto en ámbitos cómo el judicial, donde se ha usado para motivar una decisión de segunda instancia de una tutela sobre el derecho a la salud o para consultar las reglas de cómo debía llevarse a cabo la primera audiencia en el metaverso, siendo estos casos “mediáticos” que logran entregar un panorama general de lo que sucede a nivel nacional, donde su uso se torna plenamente común y necesario -al menos en el contexto educativo del que soy testigo-.
Sin embargo, surgen muchos interrogantes entre quienes no poseemos un conocimiento técnico sobre tecnología al momento de dimensionar de que manera funciona esta inteligencia artificial en particular, y para no ahondar en el tema sobre el cual no tengo autoridad, basta con comprender que su capacidad para dar respuestas “emplea la información obtenida gracias a la aplicación de técnicas de aprendizaje automático y procesamiento del lenguaje natural” definición según la cual se excluye la mediación del ser humano, desconociendo que desde su desarrollo, hasta los filtros para que la IA entregue “respuestas oportunas y adecuadas” se encuentran presentes.
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En relación con la última labor mencionada se han planteado posturas donde predomina la preocupación, pues según un estudio realizado y publicado por la Revista Time, la empresa Open AI subcontrato la labor de enriquecimiento de datos en Kenia -por medio de la compañía de outsourcing llamada Sama- para entrenar a ChatGPT, por sueldos entre 1,32 y 2 dólares por hora, realizando un arduo trabajo de etiquetación de datos que implica en la mayoría de casos -para completar- un evidente deterioro de la salud mental, pues para desarrollar la función mencionada, los empleados “deben adentrarse en los rincones más oscuros de internet y catalogar todo el vasto caudal de material violento, siniestro y perverso que reside allí, para así mostrarle a la máquina a ignorar el costado putrefacto de las redes”. Lo que según Martha Dark de Foxglove, (organización que representa a un exempleado de Sama como moderador de Facebook, en un litigio contra Meta por daño psicológico) «puede causar trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental en muchos trabajadores».
Ahora bien, para finalizar y situarnos en lo que nos compete, aun cuando el índice de desempleo en Colombia tuvo una reducción de 0,9, llegando en el mes de enero (2023) a 13,7%, las cifras se aproximan a 3,4 millones de colombianos que buscaron un empleo y no lograron conseguirlo, razón que, sumada al alza de la tasa de interés, la desaceleración económica y el aumento de impuestos sitúa a nuestro país dentro de las opciones -como Kenia, India, Venezuela y Argentina- que tienen las multinacionales tecnológicas para implementar una especie de “colonización digital” que apalancada en la tercerización pagada en moneda extranjera, vende un discurso para “suplir” las necesidades de una población ampliamente preocupada por una situación económica que parece no dar tregua. Por consiguiente, es menester del gobierno nacional comprender la magnitud del ascenso tecnológico con base en la inteligencia artificial -sin llegar a satanizarla- y fortalecer el trabajo mancomunado con el Ministerio de Trabajo y los demás actores en la materia, con el fin de definir estrategias y lineamientos que permitan adecuar las regulaciones existentes -como se busca hacer con Rappi- para dignificar las condiciones de vida, salud y dignidad de trabajadores que hacen parte de startups, unicornios o gigantes tecnológicos, que esperan no quedar a la deriva del código de error (network error) que busca dar respuesta a sus derechos laborales.
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Referencias
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Levy, G. (2022). Andina Link. Etiquetado para inteligencia artificial: la nueva esclavitud digital. Recuperado de https://andinalink.com/etiquetado-para-inteligencia-artificial-la-nueva-esclavitud-digital/
Perrigo, B. (2023). Time. Exclusive: OpenAI Used Kenyan Workers on Less Than $2 Per Hour to Make ChatGPT Less Toxic. Recuperado de https://time.com/6247678/openai-chatgpt-kenya-workers/
Pinedo, E. (2023). Hipertextual. OpenAI se aprovechó de la explotación laboral en Kenia para mejorar ChatGPT. https://hipertextual.com/2023/01/openai-explotacion-laboral-kenia-chatgpt
Smink, V. (2023). BBC News Mundo. Los cientos de miles de trabajadores en países pobres que hacen posible la existencia de inteligencia artificial como ChatGPT (y por qué generan controversia). Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-64827257
Vásquez, R. (2022). Forbes. Inteligencia artificial y colonialismo. Recuperado de https://www.forbes.com.mx/red-forbes-inteligencia-artificial-y-colonialismo/
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