Narrativas, securatismo y otros fantasmas de Transmilenio

“Las problemáticas sociales y económicas no se resuelven con propuestas escuetas, ni con manejo de narrativas o mejorando la muy mencionada percepción de seguridad, en definitiva, la problemática va más allá de un pasaje y no se soluciona con pie de fuerza, discursos de moralidad y torniquetes”


 

Los medios, la agenda distrital y la ciudadanía se han visto inmersos nuevamente en una discusión sobre el transporte público, a nadie se le escapa que existe una tensión constante alrededor de la movilidad en la ciudad de Bogotá, en especial cuando se trata del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) tanto Zonal y Troncal, no obstante, en el último mes se han dado varios ajustes y estrategias que llaman al ejercicio de reflexión y crítica sobre cuáles problemas se tratan, los enfoques que se utilizan y cómo se maneja estos temas en comunicación con la ciudadanía.

La primera situación que inicio la agitación alrededor de este tema fue la subida de los precios en el SITP (sube de $2.450 a $2.750 para Zonal y de $2.650 a $2.950 para Troncal) el cual fue ajustado entre los equipos técnicos de la Secretaría de Movilidad y TRANSMILENIO S.A. Según la página de comunicaciones del Sistema Integrado, se tomaron en cuentas los siguientes factores: el incremento del salario mínimo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y los costos operacionales asociados.

A sabiendas del potencial descontento que expresaría la ciudadanía, tanto la empresa Transmilenio como el Distrito se han dedicado a intensificar su campaña alrededor de los “colados” o los evasores dentro del Sistema, desconociendo las realidades socioeconómicas de la ciudad, además de crear una narrativa de enemigo interno y estigmatización sobre las personas que caen en esta categoría.

Agregado a esto, la campaña no se desarrolla únicamente de forma narrativa, sino que simultáneamente, haciendo uso de la difícil situación de seguridad que presenta la ciudad, se ha generado una justificación para realizar una estrategia policiva y securatista en toda la infraestructura asociada al Sistema integrado, con especial enfoque en las estaciones de Transmilenio, respondiendo a su rol como principal vehículo de transporte masivo en la ciudad.

Entre otras cosas, el Distrito está apoyando de manera activa esta iniciativa de securatismo y enfoque estigmatizaste ante los evasores de pago, por ejemplo, en el Concejo de Bogotá se ha discutido y aprobado el Proyecto de Acuerdo 578 de 2022, el cual entre otras cosas, en su Artículo 4 dictamina que Transmilenio S.A. promoverá la instalación de los torniquetes piso-techo, puertas o elementos que les sirvan para tal propósito de evitar la evasión y promover el pago, además de esto, en conjunto con la Policía Nacional y la Secretaría de Seguridad, se ha ido adelantando la estrategia de “Toma integral del Sistema de Transporte Público”.

Dicha estrategia ha sido especialmente utilizada para manejar la narrativa de sus redes sociales como una forma de presentación constante de resultados, las redes de Transmilenio se han convertido, a falta de un mejor ejemplo, en una especie de “Alerta Aeropuerto” que emula la estrategia de inmediatez que presentan entidades como la Policía Nacional o la Secretaría de Seguridad de Bogotá en sus respectivas redes.

Ahora, si bien no se puede negar que se están realizando esfuerzos amplios por mejorar ante la situación de inseguridad que presenta el Sistema, hay que abrir una discusión fundamental sobre qué tanto se le puede permitir al Distrito y a un ente privado en relación con la ciudadanía que utiliza el Sistema de transporte público, un ejemplo de esto es la narrativa de “Buenos vs. Malos” que se ha impulsado de forma activa o pasiva, la cual ha devenido en situaciones como la que denunció la concejal Gloria Diaz en redes sociales, donde se podía ver como una discusión sobre la evasión de un pasaje terminó en una riña.

En este sentido, es preocupante ver cómo se trata desde algunos sectores políticos esta situación, cayendo en las narrativas impulsadas desde el Sistema, por ejemplo, recientemente el concejal Diego Laserna publicó en sus redes un video/ejercicio con el siguiente texto: “Nos fuimos a Transmilenio a hablar con los juiciosos que pagan el pasaje, ellos nos contaron las razones por las que prefieren seguir pagando, pese a que lastimosamente colarse es muy fácil y no pasa nada.”

En este ejercicio, las personas entrevistadas por el concejal al ser preguntadas: ¿Por qué pagan su pasaje?, hablaron de temas como la rectitud, la responsabilidad y lo que dictamina la norma y demás argumentos rayando la superioridad moral, además, ante la pregunta sobre ¿Por qué las personas no pagan su pasaje?, contestaron que se debía a irresponsabilidad, conchudez, falta de cultura.

Estamos ante una combinación peligrosa debido a que las estrategias de Transmilenio están siendo apoyadas por el Distrito y la ciudadanía cada vez entra más en el juego de “Buenos vs. Malos”, tomando en cuenta que la relación entre la ciudadanía y el cuerpo policial siempre ha sido complicada, en especial por la proliferación de casos de abuso policial durante las protestas sociales, entrar en un discurso que estigmatiza a una población en particular que hace uso de este Sistema, en el cual se está desarrollando una estrategia securatista y policiva deja abierta la puerta a abusos policiales, arbitrariedades, perfilamientos y demás comportamientos que se han denunciado de forma constante.

Es preocupante esta permisibilidad, pero también se debe reflexionar sobre cuál es la posición de los usuarios y de la ciudadanía en general, puesto que encerrarse en una burbuja donde quien no puede hacer el pago para usar este servicio se tilda inmediatamente de criminal, de vago, de irresponsable es por lo menos, reduccionista y poco consciente teniendo en cuenta que más allá de tener o no la capacidad de pago, el sistema no deja de ser una estructura vital, en tanto la vida social, educativa y laboral se ven mediadas por la segmentación y la distancia de la ciudad, hace que este servicio de Transporte Público, aun con todas las trabas y las problemáticas de seguridad y bienestar, se convierte en la única opción viable, en especial cuando no se cuentan con los recursos para realizar el pago del pasaje.

Se le debería exigir al Sistema un esfuerzo integral, en vez de realizar campañas de estigmatización o de infantilización como el llamado “ComboVioleta”, se debería abrir el debate de cómo se financia el Sistema, quienes se quedan con las ganancias y quienes asumen las perdidas, más allá de caer en los facilismo como proponer la solución de “hacer que los colados paguen más” hay que pensar sobre por qué esta persona se está colando, bajo qué condiciones laborales se encuentra, si puede acceder a un subsidio o beneficio y demás interrogantes de fondo, por ejemplo, en el caso de los y las estudiantes, ¿Por qué no se dio cumplimiento y desarrollo al Acuerdo 615 de 2015 que creó la tarifa diferencial para estudiantes?

Las problemáticas sociales y económicas no se resuelven con propuestas escuetas, ni con manejo de narrativas o mejorando la muy mencionada percepción de seguridad, en definitiva, la problemática va más allá de un pasaje y no se soluciona con pie de fuerza, discursos de moralidad y torniquetes.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jmerchanj/

Julián Camilo Merchán Jiménez

Soy estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, desde esta columna busco analizar un posible cambio en las acciones y orientaciones de los partidos del sistema político nacional, tanto la causalidad como sus consecuencias y posibilidades potenciales.

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