“Para haber un cambio verdadero en Medellín y en el país, es necesario que existan cambios en los patrones culturales. Seguir alimentando la cultura “traqueta” y mafiosa no permitirá que se logren cambios en la mentalidad de las personas, en especial de los jóvenes”
¿Sabemos cuántos muertos y damnificados ha dejado el fenómeno del narcotráfico en nuestra historia? ¿Sabemos cómo fue la transformación cultural a partir de ello?
Conocer cómo surge el narcotráfico en Colombia y Medellín es importante para entender sus causas y el contexto histórico en el que nos encontrábamos. También nos da pista como contribuye a la degradación del conflicto armado y como desencadena en las consecuencias sociales que ha generado actualmente.
En los años 60 surge el movimiento hippie. Una generación de jóvenes que cambiaron drásticamente las ideas llevadas hasta ese momento; pues fue un movimiento contracultural que se reveló contra lo establecido, promoviendo valores como la revolución sexual, el pacifismo, y el rechazo del status quo capitalista (Concepto, 2022). Junto a esto, empieza el auge del consumo de la marihuana y luego, el de la cocaína.
En Suramérica, y en especial Colombia, los estados estaban debilitados. En algunos se habían establecido largas dictaduras; mientras que, en Colombia, estaba sumida en una guerra civil bipartidista, llevándola a un derramamiento de sangre que generó pobreza y desplazamiento de gran parte de la población. Esto fue el caldo de cultivo, para que aventureros emprendieran el modelo de negocio que transformaría la sociedad en los últimos 50 años.
El narcotráfico empieza con el boom de la marihuana a partir del nacimiento de los marimberos. Es de recordar que antes existía el contrabando como el negocio ilegal más rentable. Luego, estadounidenses vienen y muestran los beneficios de la cocaína, aquella planta medicinal que Sigmund Freud usaba en sus experimentos. Viene su producción y exportación al norte, donde miles de toneladas son enviados para satisfacer ese gran aumento en la demanda americana.
El negocio fue tan atractivo, que personas de todos los gremios invirtieron en estos emprendedores mágicos. Luego, surgen los carteles. Aquellas estructuras organizadas creadas con el propósito de distribuir cocaína y a la vez, generar uno de los episodios más trágicos de la historia colombiana: el narcoterrorismo. Además, la degradación de conflicto armado en el país llegó a su punto más alto.
En el caso de Medellín, jóvenes de las comunas marginadas son seducidos por dichas estructuras. Les ofrecen resolver su situación económica y crear riqueza, a cambio de “matar”, poniendo así un precio a la vida. La muerte se convierte en un negocio y los carteles fortalecen su aparato militar a través de la pobreza y desigualdad que embargaban las ciudades.
Este negocio enseña que obtener dinero y riqueza es fácil, sin tener presente a qué precio; pero, para un joven sin oportunidades eso no le importa, puesto que prefería vivir una corta vida de lujos y excentricidades, que toda una vida en la pobreza y marginalidad que estaba acostumbrado, muriendo miles de ellos en las calles de la ciudad. En consecuencia, solo bastó una generación para que la mentalidad y cultura social entorno al dinero cambiara.
Ahora, muchos jóvenes buscan conseguir dinero fácil y adoptan toda una serie de patrones culturales derivados del narcotráfico. Es normal escuchar dialectos, modismos y expresiones generadas de la época de los carteles; además, el culto y apología al narcotráfico y a Pablo escobar, es normal hoy en día. En Medellín reconocen más al sanguinario que atemorizó al país, que a los grandes empresarios pujantes que generaron el desarrollo industrial de la región.
El negocio fue tan rentable y atractivo, que permeó hasta las altas esferas del poder, donde dirigentes políticos crearon nexos con las diferentes estructuras y carteles existentes. Dichas alianzas generaron que el accionar político y económico de algunas regiones estén al servicio de estos grupos, consiguiendo así, convertir dichos territorios en “narcoestados” feudales y a su vez, fortalecer estructuras armadas ilegales. Esto trajo como consecuencia, un aumento del conflicto armado en el país, con el consecuente derramamiento de sangre, reclutamientos, personas desaparecidas y más de 8 millones de personas desplazadas según el Registro único de víctimas.
Todo lo anterior nos deja una reflexión. Para haber un cambio verdadero en Medellín y en el país, es necesario que existan cambios en los patrones culturales. Seguir alimentando la cultura “traqueta” y mafiosa no permitirá que se logren cambios en la mentalidad de las personas, en especial de los jóvenes. Es hora de promover el cambio social, enseñando otras cosas positivas; mostrando los grandes logros que Medellín ha tenido en su historia, resaltar su riqueza y el valor que grandes personajes ha contribuido para el desarrollo de la región. Si el estado y la sociedad en general se proponen en borrar los aspectos que nutre la cultura del narcotráfico, poco a poco promoveremos otra generación de jóvenes con una cultura distinta que promueva el desarrollo social positivo de la ciudad y la nación.
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