¿Es para usted un acto entretenido ir un domingo a un sitio donde debe llevar su documento de identidad y marcar una tarjeta con el nombre de un político? ¿Cierto que no? Precisamente internarse en la forma de convocar a una persona a hacer algo como estos es la clave para trazar el mejor camino hacia la victoria electoral.
Solo un 5% de la población que conformamos las personas que trabajamos en relación con la política como: asesores, consultores, militantes, aspirantes, legisladores, jueces, funcionarios o contratistas del Estado o de un partido nos mantenemos en función de la campaña con 6, 12 o hasta 24 meses antes, pero el restante 95% de los ciudadanos, del cual suele votar la mitad, apenas se conecta con estos procesos con un máximo 30 días antes de las elecciones, aunque muchos lo hacen de manera reactiva incluso el mismo día que se deciden a llegar al puesto de votación.
Un voto vale mucho y no me refiero al nocivo e ilegal acto de comprar o constreñir electores, una acción ilegal que -confió- poco a poco sistemas como el voto electrónico e incluso la inclusión de tecnologías como el blockchain para la veeduría hacia los delitos pre, durante y post electorales. El valor voto más bien se refiere a lo complejo que es llevar de manera voluntaria o desde su opinión a un ciudadano hasta el puesto de votación, para ejercer su derecho constitucional y esa acción debe ser construida y motivada bajo un trabajo estructurado,
Inteligente, con tiempo y bajo una estrategia donde el desespero o las falaces ilusiones no tienen porque reemplazar la realidad sobre la cual trabajamos: ir a votar es un acto aburrido.