¡Muera la inteligencia, viva la muerte!

El militar español José Millán – Astray, en una acalorada discusión en la Universidad de Salamanca, gritó en contra del filósofo Miguel de Unamuno: “Muera la inteligencia, viva la muerte”, una arenga lapidaria que expresaba la precariedad intelectual del general y el sentimiento del bando al que representaba a la que Unamuno respondió diciendo “venceréis pero no convenceréis” haciendo referencia a que su fuerza bruta de sobra no podía persuadir y su victoria sería pasajera.

Sobre la autoría de las palabras adjudicadas a cada uno de los participantes en este debate hay suficientes discusiones históricas en las que no vale la pena detenerse, basta con referenciar estas palabras para compartir mi opinión sobre algunos acontecimientos recientes.

Por estos días he pensado mucho sobre la muerte a la inteligencia, sobre todo porque quienes gobiernan hoy y han direccionado la corriente principal de opinión estos años, tienen una similitud indiscutible con la derecha española de principios del siglo XX, no sólo por su evidente afición al autoritarismo sino porque parecen considerar que la inteligencia,  o mejor para ser menos pretenciosos, la reflexión serena sobre la realidad es contraria al orden.

Estamos gobernados por un sector de la sociedad que sospecha de todo el que piense, no sólo en contra de ellos, sino que simplemente piense, los que han llamado sus intelectuales son bufones con un tono de voz menos altivo que el del resto de militantes, pero sin mayor rigurosidad intelectual.

No quiero caer con esto en el manido argumento de creer que el enemigo es menos inteligente así haya ganado, eso es un consuelo tonto y mediocre, quiero decir que la construcción de su discurso principal está edificada conscientemente en la promoción de la ignorancia. Han construido una base social fanática, irreflexiva y capaz de justificar cualquier acción de gobierno en el contexto de la lucha en contra del enemigo, del odio, de la victoria  de un bien absoluto sobre un mal indiscutible.

Colombia es un caldo de cultivo perfecto para que germine cualquier fundamentalismo, una sociedad edificada por la moral judeocristiana, convencida de la existencia de una idea omnicomprensiva de “lo bueno”, puede convertir fácilmente cualquier valor en absoluto. De cualquier bando aclaro, el Maoismo de Jorge Robledo y sus amigos no tiene nada que envidiarle a la doctrina de cualquier cura evangélico, en esta sociedad somos proclives a explicar cualquier fenómeno con una sola idea y esa idea puede ser el imperialismos yankee o la palabra de cristo.

Asistimos a una realidad compleja y paradójica, en los tiempos de mayor convulsión social y política la serenidad no parece ser un valor en política. Peor aún, no solo se desprecia la serenidad sino que se exalta la ignorancia, existe un acuerdo social para sospechar de la inteligencia. Un culto a la ignorancia como el que denunció Isaac Asimov en 1980 https://alexiscondori.com/translation/0014-asimov-antiintelectualismo-culto-ignorancia

Este es uno de los aspectos más antipáticos del populismo, ese que parte de la idea de despreciar la inteligencia del interlocutor y convierte en valores populares los que son fáciles de repetir, la discusión política está en desuso, en el segundo plano, lo que importan son las ideas cacofónicas y contundentes. No importa realmente su contenido.

El populismo ha emprendido una lucha contra la inteligencia y nos ha llevado a un campo de disputa en el que siempre vamos a perder porque ellos tienen más experiencia, por lo que decía Mark Twain sobre las discusiones con los estúpidos.

En esa disyuntiva, la defensa de la paz que sin duda es una de las batallas más duras que vamos a enfrentar en este gobierno, debe ser también la resistencia estética en contra de la promoción de la ignorancia, vamos a defender la paz sin verdades cacofónicas, basta de discutir en la pequeñez, podemos convencer así nos hayan vencido temporalmente, para que el 2 de Octubre de 2016 no se siga repitiendo, debemos dejar de tratar de derrotarlos en el barro al que nos han llevado. Que se insulten entre ellos, que no puedan matar la poca inteligencia que nos queda, tenemos la disputa de este octubre para que triunfe la serenidad.

Carlos Mario Patiño González

Abogado de la Universidad de Antioquia, Magister en Derecho económico del Externado de Colombia, de Copacabana-Antioquia. Melómano, asiduo conversador de política y otras banalidades. Tan zurdo como puedo pero lo menos mamerto que se me permita.