El lodazal de las anteriores elecciones en Colombia se repetirá con el mismo o peor juego sucio que antes, como lo demuestran -en antesala- hechos como la entrega amnésica de avales oficiales a candidatos cuestionados en varias partes del país y prácticas como la incorporación de publicidad de un candidato en algunas cuentas de servicios de las Empresas Públicas de Medellín.
Son varios los casos de políticos cuestionados que han recibido avales de partidos que hace 4 años los habían rechazado, bajo argumentos tan serios como el respaldo de grupos al margen de la ley o evidencias de corrupción en gestiones anteriores; eso de suyo, ya constituye un grave déficit de legitimidad y gobernabilidad para el momento de la elección y la posterior posesión de un dirigente: dispersión pura del fundamento que es gobernar.
Nada más nocivo para la democracia que la Guerra Sucia. Los candidatos impotentes, los partidos que nos son tanques de pensamiento y las masas irracionales que son horda más que seguidores pensantes; apelan a prácticas ilegales de ataque personal hacia el otro candidato, su familia, partido y todo lo que no es esencial en medio del debate público, donde debe ser la agenda de soluciones frente a los agobios cotidianos la que debe emerger, sobre la que se debe hablar, a la que hay que gastarle los minutos en radio, televisión, los centímetros en prensa o las conversaciones en la ciudadanía y no a aquellos escándalos efectistas que además del daño irreparable, dispersan y dejan heridas profundas.
Más allá de las investigaciones que realice la empresa de servicios público de Medellín sobre la incorporación de publicidad política en 10 cuentas físicas de servicios, en barrios donde esos candidatos tienen cierta hegemonía; resulta grave una práctica como estas a más de 3 meses del día D, pues se evidencia allí una clara práctica de juego sucio o escándalo, que más allá de los responsables y de quienes son las víctimas o los favorecidos por esto; hace pensar que vienen muchos otros momentos difíciles que dispersarán la atención del debate sobre las tensiones colectivas.
Confío en que con el paso de los años y el incremento de una mayor cultura y conciencia política, podamos madurar y salirnos de la pelea en el lodo, la lucha sangrienta con una agenda repleta de odio, búsqueda de protagonismo, marcada por los antecedentes judiciales, por avales entregados sin memoria o por temas escandalosos, muy lejanos de los problemas reales que afectan al ciudadano de a pie en el país como el empleo, la seguridad, la movilidad o el logro de romper las barreras que genera miseria material y mental.
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