“Tantos años hablando de democracia y autoritarismo, tantos libros dedicados a la amenaza del populismo, tantos artículos analizando la importancia de las instituciones democráticas, para terminar militando un libertarianismo otario por puro fervor antiperonista”.
El lunfardo es la expresión del habla coloquial rioplatense que, desde finales del siglo XIX, se incorporó a la lírica de la música popular, particularmente del tango, y que, con la popularización de este, fue poco a poco extendiéndose a las capas sociales más “elevadas”. Del lunfardo surgió una parte considerable del repertorio de términos que todos los no argentinos asociamos con el país del tango: che, pibe, mufa, falopa, etc.
Hay otros vocablos que, aunque menos utilizados, son bien comprendidos por los argentinos. Uno de ellos es “otario”. En su Diccionario etimológico del lunfardo, Óscar Conde lo define de la siguiente manera:
- adj. Cándido, elegido por un delincuente para ser estafado. | 2. Tonto, necio, fácil de embaucar… (Por alusión a la otaria: nombre científico del león marino, animal de movimientos torpes y que se deja atrapar con facilidad).
El calificativo describe a la perfección a los miles de seguidores de Milei, dentro y fuera de Argentina, que la noche del viernes pasado —día de los enamorados, detalle no menor— vieron esfumarse su dinero por seguir los consejos del que, hasta hace unos días, consideraban serio candidato al Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia (mal llamado “Nobel de Economía”).
Resumiendo, el presidente argentino promocionó a través de su cuenta de Twitter una nueva criptomoneda llamada $LIBRA, asegurando que ayudaría a “incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos”. El entusiasmo, sin embargo, duró menos que el efecto de un antipsicótico. En un lapso de cinco horas, la demanda por la criptodivisa se disparó, su valor se infló, movió millones de dólares y luego se desplomó.
Un informe de la firma Kobbeissi Letter reveló que, luego del salto en el valor de $LIBRA como producto del tuit de Milei, los inversores iniciales del “emprendimiento privado” comenzaron a retirar el dinero obteniendo unos 87.4 millones de dólares, y en el transcurso de las cinco horas posteriores se esfumaron más de 4 400 millones de capitalización de mercado. En buen romance, 40 000 otarios fueron estafados en complicidad de su máximo ídolo.
El peronismo y los trotskistas han olido sangre y han decidido promover un juicio político en contra del presidente por su complicidad en la estafa a sus ingenuos seguidores. Es poco probable que el juicio prospere dada la obsecuencia del PRO y la UCR hacia el presidente-Ponzi, pero si la oposición actúa de manera estratégica puede poner a Javier Milei frente a la encrucijada de aceptar que participó conscientemente de una estafa en contra de sus propios seguidores o reconocer que es un otario más al que se le puede ver la cara con extrema facilidad. Delincuente o idiota; esa es la disyuntiva que enfrenta ahora el primer presidente libertario del mundo.
Pero la imagen del presidente-Ponzi se ha visto fuertemente golpeada también fuera de Argentina, donde parece que los entusiastas de turno han empezado a ver —muy de a poco, eso sí— que ese brillante economista podría no ser más que otro resentido anti izquierdista que fracasa al mando del Estado. Tanto dentro como fuera de Argentina, lo que los brotes psicóticos, las metáforas pedófilas, la anti argentinidad y el discurso fascistoide no han podido, lo está logrando una estafa piramidal a unos cuantos miles de célibes involuntarios con acceso crónico a internet.
Ahora bien, no debe pensarse que la torpeza mental es monopolio de los no iniciados en las verdades inmutables de la economía neoclásica. Hasta hace pocos días eran muchos los economistas argentinos que elogiaban a Milei por “poner la macro en orden” —a costa de una deuda pública impagable y una desindustrialización acelerada, aunque estos parecen ser detalles menores. Sucede que el economista neoclásico no lee, sólo observa gráficas. No escucha los delirantes discursos del presidente, sólo revisa las series de tiempo del Banco Central.
Resulta cómico que varios de estos economistas han evitado pronunciarse sobre la estafa presidencial alegando que las criptodivisas “no son su campo de experticia”. Seré malpensado, pero esa repentina humildad intelectual parece más bien una excusa para no reconocer que llevan meses elogiando a un estúpido o, en el peor de los casos, a un estafador.
En todo caso, hay algo que a mí me resulta todavía más preocupante —porque, a decir verdad, de los economistas ortodoxos nunca espero nada— y es la actitud del grueso de los politólogos argentinos con respecto al gobierno de Javier Milei. El más reciente episodio de decadencia institucional no les ha merecido más que alguna mención burlesca a los estafados o la enésima mención gratuita al kirchnerismo (existen, por supuesto, honrosas excepciones, como Yanina Welp o Sebastián Etchemendy).
Que el presidente de la Nación haya violado de manera tan descarada la ley argentina para promocionar un negocio (estafa) privado parece no ameritar ningún comentario por parte de quienes no desaprovechan la mínima oportunidad para indignarse por el “desastre institucional” que dejó el kirchnerismo.
Hasta cierto punto, uno puede admitir que la ceguera institucionalista les impida reconocer el peligro que representan para la democracia argentina la censura a artistas no alineados con el gobierno —o sea, todos los que valen la pena—, las apologías a la última dictadura y los intentos por borrar la memoria histórica democrática, la destrucción del sistema científico argentino —del que muchos de ellos, profesores titulares en universidades estadounidenses, no forman parte— y el discurso fascistoide de persecución a la izquierda. No es fácil observar eso sin los índices de V-Dem o Polity IV.
Pero la estafa de $LIBRA no pudo pasarle por alto a ninguno de estos notables académicos. Un (liber)otario cualquier puede creerse aquello de que Milei “no estaba interiorizado de los detalles del proyecto”, pero no una persona con doctorado. Parece como si las convicciones democráticas hubieran salido por la puerta trasera el momento exacto en que el peronismo perdió el gobierno en las urnas.
Tantos años hablando de democracia y autoritarismo, tantos libros dedicados a la amenaza del populismo, tantos artículos analizando la importancia de las instituciones democráticas, para terminar militando un libertarianismo otario por puro fervor antiperonista.
Ahora que está de moda hablar también de polarización afectiva, bien les valdría a estos sedicentes demócratas reconocer la parte que les corresponde.
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