Lo narra Rubén Blades, lo escucho cada que puedo. Trato de buscar otras razones. La ciudad que cada vez vemos crecer en cada capital, en cada pueblo que es centro de una subregión, con crecimiento desigual al de sus vecinos. De noche, la clase alta conspira desde la mansión, el rascacielos, el pent-house, tomando Martini seco con aceituna, imitando al lord de Mónaco y tomando traguitos de whisky, como lo pueden hacer los que habitan el monte que guarda las historias de los guerrilleros que no quieren dormir en la ciudad.
La clase media descansa en sus barrios con la televisión repleta de novelas y con el desafío de regiones, con las películas que días antes se estrenaron en la pantalla de un cine internacional. La clase baja, sigue abajo, siguen esperando el concejal y el diputado en campaña electoral. El líder social espera que por lo menos le consigan el transporte para el día de elecciones y tenga la publicidad de la gorra y el afiche.
El sueño llega, para unos más temprano que nunca, otros sueñan con una ciudad sin tanta violencia y el aumento de cámaras justifica la inversión del presupuesto del pago del predial y nos cubre a todos con el manto de la duda que si es lo efectivo para reducir los robos, atracos y los tacos en la movilidad. Unos tapan con obras públicas la mentira de la inversión y otros prefieren que los recuerden por sus proyectos y programas sociales transversales con educación, cultura y deportes, refrigerio escolar.
Todos le apuestan a la ciudad, unos concejales quieren avanzar en los acuerdos municipales de presupuesto y otros quieren asegurar las utilidades de la empresa emblema que produce regalías para invertir en la ciudad, que duerme el retorno de añorar un pasado inútil que no deja renovar esa mentalidad parroquial, pasamos de calles de mulas de carga, a calles de metro y tranvía. Otros sueñan con lo perdido, aquí se tumba y se construye como imitando la foto que llega de Europa. La maldad descansa a ratos, aparecen pandillas y jefes de cartel, otras veces políticos enredados con los que deben hacer el control fiscal. Todos se acuestan pensando: «Mientras duerme la ciudad».