Las primeras ideas que se nos vienen a la cabeza cuando escuchamos la pomposa palabra medioevo varía de persona a persona, unas quizá más sofisticadas se imaginan Borgías, Maquiavelos, Enriques VIII, Giottos, Duccios, Eycks, Dureros o cantos gregorianos, ¿esnobistas? A quién interesa. Otros prefieren ideas más cliché como castillos, cruzadas, caballeros, feudos, siervos, guerras o Age of Empires III. Por supuesto, también están los que piensan en Corazón valiente, El Señor de los Anillos, El hobbit o Narnia, sin discusión! En fin, todos – o eso creo – tenemos una «noción» de esa palabra. En mi caso y sobre todo últimamente, el objeto que asocio de inmediato con este concepto es; ¡murallas! Pero he descubierto que esta manía – y contrario a lo que creía – no proviene de mis visitas a Cartagena, no, La culpable es la ciudad más innovadora, «el burdel más grande del mundo», la más ecológica, y todas esos títulos que nos encanta inventar a los paisas o que otros nos inventen y empiezan con la palabra «más».
Señor Lector – preste especial atención, si usted vive en la «más» -, por si usted no lo ha notado Medellín es una ciudad cada vez «más» Medieval y por favor no me tome a mal, no es en sentido peyorativo que lo digo, cada vez «más» nos parecemos a la ciudad de Carcassonne en Francia, aquella majestuosa e idílica villa amurallada que vemos en fotos, postales o que algunos han tenido la fortuna de visitar. Honestamente, creo que esa ciudad francesa ha inspirado a los creadores de los POT que hemos tenido y a las constructoras que operan en la ciudad, gracias a ellos ya podemos ir en nuestros carros, buses, taxis o incluso caminando y tener la experiencia de transitar entre edificios fortificados; con bellos jardines y zonas comunes sistemáticamente cerradas y hechas exclusivamente para recrear nuestra vista – nadie las usa -. Por otro lado usted también puede apreciar las casas atrincheradas con atributos similares a los de los mencionados edificios, por supuesto a pequeña escala. Sé que para aquellos pocos que se dan a la tarea de caminar entre estos baluartes, el trayecto puede ser un poco tortuoso, pero recordarán que las vías en aquella época eran hechas especialmente para los carruajes y no para los campesinos, es por ello que así han sido dispuestas en Medellín, ni siquiera se podría habilitar el espacio verde que encierran las murallas para el peatón porque primero, y más importante, habría un detrimento arquitectónico, por lo que perderíamos nuestros aires medievales, y segundo, por la seguridad, como es de público conocimiento si se está amurallado es difícil que un bárbaro, un mongol o un apartamentero irrumpan en la propiedad. Y todo ello está muy bien, por que como dice nuestra Constitución y lo repiten las leyes de forma morbosa; en Colombia existe la propiedad privada y si es de uno es de uno, ¡punto!
Pero como todo en la vida, ser una ciudad medieval – y contrario a lo que muchos creen – tiene sus desventajas. Favorecer la construcción de barrios amurallados; con verjas, muros o matorrales, es negar el derecho de todo ciudadano a explorar la ciudad, es condenarlo a deambular en espacios claustrofóbicos; la no ciudad, la cual ha sido tan bien plasmada por la construcción de vivienda paisa contemporánea, distinguida por sus torres fortificadas; perfectamente aisladas de la ciudad; islas que pueblan las laderas, a las cuales se llegan preferentemente en vehículos particulares. Paradójicamente, la importante socialización que da consistencia a las comunidades urbanas se realiza en centros comerciales, garantizándonos la completa asepsia, pues el contacto humano es cuidadosamente minimizado; el otro siempre es un extraño. No hay discusión frente a que la propiedad privada es un derecho que debe ser garantizado a los ciudadanos, pero tampoco se puede olvidar que este tiene una función social. El derecho a la ciudad, ejerce una función social, pues induce la creación de lazos de comunidad y fomenta el reconocimiento del otro, por tanto los edificios amurallados violan este derecho. Necesitamos tirar abajo los muros y reconstruir el tejido social de esos barrios, para podernos integrar y sentirnos como verdaderos habitantes de una ciudad.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2015/02/Daniel.jpg[/author_image] [author_info]Daniel Marín Salazar ¿Quién fuera necio para encerrarse en los limitados e inexactos contornos del concepto? ¡Todos lo somos!… ¡Contradicción! ¡Jano! Abdicando, diré que soy «Daniel», «Politólogo» y loco obsesivo por el biopoder, los rizomas, el urbanismo, los espacios, la fotografía, la belleza y la contemplación. [/author_info] [/author]
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