“es extraño que internacionalmente se proclame a Medellín como un lugar perfecto, más extraño aún es que en una ciudad llena de calificativos positivos, se camine con miedo.”
La ciudad de la eterna primavera, conocida en todo el mundo por sus múltiples atractivos turísticos, su modernidad y la pujanza de sus habitantes, condecorada en varias ocasiones como la ciudad más innovadora, la más moderna de Latinoamérica y, además, una de las ciudades más productivas de Colombia, primera sede de la cuarta revolución industrial y anfitriona de grandes eventos es sin dudar alguna un lugar de ensueño para muchos extranjeros y razón de orgullo para todos los colombianos.
Su gente, su infraestructura, su fiesta y esa “berraquera” característica de los paisas convierten a Medellín en un paraíso, donde cualquiera quisiera vivir, sin embargo, ante todos estos calificativos positivos se deja de lado una realidad que, aunque quisiéramos dejar en el pasado, encabeza las portadas de los periódicos locales cada día, es extraño que internacionalmente se proclame a Medellín como un lugar perfecto, más extraño aun es que en una ciudad llena de calificativos positivos, se camine con miedo.
Y no es ese miedo natural que todos sentimos cuando nos encontramos en una gran ciudad, rodeados de miles de personas y vehículos a toda prisa, es un temor que va más allá de eso, uno donde en verdad se percibe cierto aire de inseguridad y muerte, donde miradas desafiantes a veces te congelan el alma y no sabes si salir corriendo o simplemente respirar y continuar con el paso, cruzando entre vidas destrozadas y vacías que inundan los callejones, los bajos de los puentes y las laderas del río, mientras que con las pertenencias casi adheridas al cuerpo, vamos de un lugar a otro con la suerte de que todo esté bien, de que lleguemos a salvo a nuestros hogares o trabajos y que en ninguna de esas atestadas calles nos tomé por sorpresa la realidad de la ciudad, una realidad llena de homicidios atroces, de robos constantes y de instituciones corruptas que casi nunca se mencionan en ningún lado, intentado conservar una imagen de acción estatal brillante, pero que al final brilla pero por su ausencia.
Es ahí donde pensamos y nos preguntamos, ¿a esto se refieren con modernidad e innovación? ¿De qué sirve tener tecnología de punta, servicios de transporte inteligente, infraestructura moderna y alta productividad si esta se encuentra rodeada de sangre? Con una de las producciones y distribuciones más altas de estupefacientes, sicariato, bandas delincuenciales, homicidios, feminicidios y asaltos Medellín parece estar muy lejos de ser una ciudad moderna e innovadora, al menos para lo que una ciudad elite podría considerar, pues no es el avance económico lo que trae estabilidad social, es la estabilidad social la que trae avance económico, tecnológico e innovador.
Mientras tanto hagamos de cuenta que nada sucede mientras las cifras de muerte van en aumento, sigamos soñando con que nuestra ciudad es la meca de la modernidad y el progreso, donde todos caminamos con tranquilidad y seguridad, olvidemos la decadencia y miremos los altos edificios entre las montañas, vivamos este infierno mientras en el noticiero nos sigan asegurando que vivimos en el paraíso.