Cuando el capitán James Cook en 1770 descubrió (según dicen lo ingleses) un nuevo continente, al que llamaron Australia, fue para Inglaterra una solución al problema de la sobrepoblación de las cárceles. En realidad Cook reclamó para Inglaterra y cartografió lo que descubriera Willem Janszoon un marino holandés en 1606.
Advierta el lector y compare la diferencia con el empeño de España por evangelizar y poblar, poniendo un feroz filtro a la población que venía a América. Inglaterra en cambio dispone barcos con destino a lo recientemente descubierto con presidiarios. Se calcula que llevaron más de 160.000 personas. Hoy curiosamente ser descendiente de esos primeros reos y presos es motivo de orgullo. Algo así como los patricios para la vieja Roma. Cosas veredes que no crederes. La frase corresponde por el absurdo pero no es del Quijote sino del Mio Cid.
A nosotros nos interesa la fragata Lady Shore que zarpó de Falmouth en junio de 1797 con 25 marineros y 75 soldados con sus oficiales del regimiento Nueva Gales del sur y además 68 convictos. La mayoría eran mujeres y solo dos hombres. De manera tal que cuando esto se presentaba así los marineros elegían alguna de las presas y amenizaban los largos viajes. Cerca de Rio de Janeiro se produjo un motín, matan al capitán y al primer oficial. En esa situación entonces la Lady Shore arribó a Montevideo El gobernador desconfiaba de la tripulación realizó un sumario y resultó que de los 56 tripulantes de la lady Shore, diez declararon estar casados con las convictas. Un alemán apellidado Lochard afirmó estar casado con Mary Clark. La población de Montevideo recibió a las pasajeras hasta que el virrey ordenó que fueron trasladadas a Buenos Aires. Acá enseguida consiguieron trabajos y ocupaciones, y los hombres fueron asignados a diversos fines. En 1799 Mary deja la residencia para alojarse en la casa de don Felipe Illescas. En 1807 en un censo del barrio San Miguel aparece como María Clara Johnson de 29 años y esposa de un asturiano, Rosendo del Campo, maestro zapatero de 47 años. Así la protagonista de esta historia adquiere una posición respetable. Un año después fallece don Rosendo y la Clarke queda como heredera universal, que consiste en la tienda de artesanía y cuatro esclavos.
Según refiere el mismo Charles Darwin que la trató y tuvo una efímera amistad, ella mató con sus manos al capitán del Lady Shore.
Para las invasiones inglesas curó heridos ingleses con gran solicitud y esmero. Asciende socialmente en esa pequeña aldea y en 1811 aparece como casada con Thomas Taylor. Su posición era muy buena pues había instalado una casa de comida con habitaciones que administraba muy bien en 25 de mayo entre Bartolomé Mitre y Cangallo. Taylor muere en 1822 y ella no volvió a casarse. La gente reconocía a su negocio como la fonda de Clara la inglesa y existía el rumor que dado que era frecuentado por gente del puerto y huéspedes extranjeros ella le pasaba información al gobierno.
En un testamento fechado en 1818 se advierte un crecimiento patrimonial notable. Se debe a que en su hotel se reúne el British Commercial Room que funcionaba como una cámara de comercio, y allí se realizan buenos negocios, con whisky mediante, que Mary no hace faltar. En 1822 vende su hotel y se muda a una propiedad que fuera de Cornelio Saavedra y de allí a otra. Finalmente recaló en 25 de mayo y Cangallo y allí siguió con su negocio de fonda y hotel .En 1829 ya cansada se muda a una casa que hizo construir sobre 25 de mayo pero más cerca del Retiro. El diario inglés para esa ocasión consigna la mudanza y los buenos deseos a esta filántropa. Para 1832 están en buenos Aires Darwin y el capital Fitz Roy que la visitan. Darwin escribe en su diario: “hoy es una mujer vieja y decrépita con un rostro masculino y evidentemente todavía con una disposición feroz”. Sin embargo los hermanos Robertson manifiestan en su libro: “que Mary es vivaz, bondadosa y de espíritu hospitalario”. Preparándose para el final compra una bóveda en la Recoleta y el día de santa Clara ofrece una recepción en su casa, donde asisten Manuelita Rosas, su tía Josefa Ezcurra, militares, funcionarios y clérigos además del músico José Esnaola y una Banda de la Marina que ameniza la reunión. En 1842 hace cuantiosas donaciones a las iglesias del Socorro, de la Merced, y la Catedral. Al morir se la entierra en Recoleta con un acompañamiento de 8 clérigos y al día siguiente se le tributa un solemne funeral en la Catedral donde asisten muchas personalidades y vecinos notables.
¡Cosas veredes que no crederes!
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