“Mantener la movilización social de manera constante y permanente es muy difícil”: Angélica Rodríguez.  

La sistematicidad de los asesinatos a líderes sociales, las reformas tributarias, los intentos de reestructurar los regímenes laboral y pensional (y otras políticas económicas), los incumplimientos a los Acuerdos de La Habana y la perenne criminalización de la protesta social, casi tuvieron nuevamente al Gobierno Duque a puertas de enfrentar un segundo paro nacional desde el realizado el pasado 21 de noviembre. Las centrales obreras y las organizaciones sociales estuvieron planeando masivas movilizaciones para el pasado 25 de marzo, sin embargo, la llegada al país del COVID-19 y el posterior anuncio de aislamiento obligatorio aplazaron todo.
Para efectos de una mayor comprensión sobre estos recientes fenómenos políticos (hoy analizados a la luz de la pandemia provocada por el COVID-19), hemos entrevistado a Angélica Rodríguez, docente investigadora del Dpto. Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte.

 

Alan Gutiérrez: El paro nacional del pasado 21 de noviembre fue catalogado por varios académicos y formadores de opinión como histórico, señalando también que desde el Paro Cívico de 1977 en Colombia no se había visto otra movilización social multitudinaria. ¿Qué opinión le merece esto?

Angélica Rodríguez: Yo estoy de acuerdo con ese planteamiento. Creo que eso estuvo muchísimo en las noticias, tanto en la televisión como en la prensa escrita esa mención justamente que tú haces a lo del Paro de 1977, que fue el paro contra Alfonso López Michelsen producto de la situación de la crisis económica y la disputa que había ahí con los militares. Efectivamente digamos que comparativamente (sic.) desde esa época uno no podría registrar una movilización con la magnitud que nosotros tuvimos en ese paro más reciente del 21 de noviembre de 2019. Entonces yo estoy de acuerdo efectivamente con esa propuesta porque este paro último que se tuvo fue multitudinario. Generalmente con las otras movilizaciones que nosotros habíamos observado de manera reciente estaban muy concentradas como clásicamente se hacía por ejemplo en la capital y en otras ciudades con altos porcentajes de población. En este último paro, no se esperaba que ciudades intermedias como Montería, Pereira o Neiva se movilizaran y al llegar el día sucedió todo lo contrario.

Por otro lado, yo también podría señalar que generalmente cuando se convocan los paros, hay una fecha específica. Entonces ese es como el día de auge fuerte, donde uno tiene la movilización y termina la movilización. Quedan unos rezagos y otro tipo de cositas (sic.) pero finaliza ahí. Sin embargo, lo que se observó en el pasado paro fue una dinámica diferente porque al final de ese día las cosas no se acallaron sino todo lo contrario. El paro fue seguido por el cacerolazo que le imprimió también otro tipo de carácter y de nuevos repertorios.

A.G.: Guardando las proporciones: al igual que en los inicios de la Primavera Árabe, en Colombia las redes sociales jugaron un papel importante en la convocatoria para participar en el paro nacional. Jóvenes y estudiantes universitarios fueron los grandes protagonistas de las marchas en contra del gobierno. Sin embargo, luego del 21 de noviembre hubo una paulatina desarticulación de las movilizaciones en las ciudades intermedias. ¿Esto a qué se debió?

A.R.: Ahí estás mezclando varias cosas porque la primera parte de la pregunta creí que iba encaminada al rol de las redes sociales que es importantísimo. Desde antes de las primaveras árabes, cuando nosotros tuvimos a comienzos de siglo las revoluciones de color, ya toda la cuestión de la tecnología y el papel que comienzan a jugar las redes sociales en las movilizaciones es supremamente importante. Esto se replica a partir de la Primavera Árabe ahora sí con más auge, con más desarrollo tecnológico. No solamente acá en Colombia sino en toda la oleada movilizatoria que se venía presentando en el 2019 en América Latina juegan un papel significativo las redes sociales. Entonces ya tenemos un recambio generacional, tú mismo lo decías, cada vez más hay jóvenes interesados en la política, jóvenes que se convierten en nativos digitales de alguna manera y que tienen acceso a otros tipos de mecanismos y de herramientas, entonces las redes se convierten en un nuevo foro. Eso no quiere decir que la calle sea reemplazada, para nada. La calle sigue siendo el escenario primordial de la movilización y de la acción colectiva de tipo movilizador, pero las redes sociales sí juegan un rol supremamente importante en términos de convocatoria.

Hay otra parte, digamos, de este interrogante que tú planteas y que tiene que ver con ciudades intermedias, algunas que yo mencioné en la respuesta anterior pero no fueron las únicas donde efectivamente, digamos, como ese momento álgido para utilizar tus palabras se va desarticulando o esa llama se va un poco apagando porque generalmente esa movilización está ligada a un momento específico. Mantener la movilización es muy difícil, Alan. Eso significa, por ejemplo, que tú ese día no trabajes o que ese día no vayas a la escuela o que ese día no ejerzas tu actividad productiva. Y, claro, un día que tú lo puedas hacer, para algunos que viven en este país desigual ya tiene una cantidad de connotaciones. Pero mantener la movilización de manera constante y permanente es muy difícil, tiene muchos costos. En este país también ha habido una respuesta, ehmm (sic.), que se puede calificar en algunos escenarios o espacios de autoritaria y que también genera desincentivos para movilizarse, porque inclusive puede costar la vida. Entonces son dinámicas participativas por un lado que uno podría identificar que son más propias y con mayor experiencia en las capitales y que eso facilita la réplica y el mantenimiento de alguna manera, aunque como te digo, hay unos grandes costos: el gran dilema de la movilización de Olson en términos de recursos y de los costos. Pero en ciudades intermedias una experiencia comparativamente con las grandes ciudades, definitivamente con Bogotá mucho más reducida, con muchos menores recursos y también con mayores costos tanto simbólicos como materiales para que se pueda mantener. Entonces por eso se sigue desarrollando de una manera más sólida en ciudades capitales grandes, específicamente Bogotá como meollo del asunto.

«En Colombia esto es muy importante porque acá la movilización ha sido siempre muy señalada, muy perseguida y la gente siente temor muchas veces de movilizarse.»

A.G.: El ciclo reciente de movilizaciones sociales en el país hizo parte de un momento de convulsión social regional. Tanto en Ecuador como en Chile se adelantaron manifestaciones públicas en contra de las políticas económicas adoptadas por Moreno y Piñera respectivamente. La persistencia de los grupos sociales y de la ciudadanía en cada uno de estos dos países obligó a los gobiernos a darle un revés a las medidas tomadas, a tal punto que en Chile antes de la llegada del COVID-19 se iba a celebrar este año un plebiscito que buscaba cambiar la actual constitución política. ¿Qué lecciones debemos aprender sobre estos dos casos?

A.R.: Yo creo que tú señalas una cuestión supremamente importante para quienes nos interesa el estudio de la acción colectiva. Hay diferentes niveles y contextos en los cuales se da, y uno puede hablar un poco en términos de contagio, de propagación o de generar escenarios que son más idóneos para la movilización. Tú mencionaste dos casos claves que fueron Ecuador y Chile. Creo que –tal vez- el más conocido y el más paradigmático también por el tiempo y una cuestión que no se esperaba, era la cuestión chilena, que muchas veces se alaba como el gran milagro financiero en América Latina y demás. Pero yo también incluiría a Bolivia. Bolivia también tuvo una etapa de movilización muy interesante que sigue activa. Digamos, los tres casos limitados por el COVID-19 y demás, pero ese cuellito o esas cosas (sic.) siguen estando ahí, activas.

Y mira que por ejemplo los dos casos en los que tú haces énfasis: Ecuador por ejemplo en mayo vuelve a tener conatos, muy reducidos –yo lo reitero- por la situación de movilización. Inicialmente en cabeza de los estudiantes de los estudiantes universitarios, pero por la merma del presupuesto de la educación superior, pero también a eso se suma, digamos, empleados públicos por cuestiones de la crisis económica. Y en Chile también hubo movilizaciones de sectores sociales que demandan apoyo económico y de alimento básico y demás. Entonces eso se enmarca dentro de un elemento que uno puede denominar como el timing mundial, momentos donde esos procesos movilizadores se pueden presentar un poco como en términos de oleadas y son muy interesantes porque la información viaja, los repertorios viajan y las experiencias, los éxitos y los fracasos también viajan.

Entonces dos casos aprendieron entre sí, me refiero a Chile y Ecuador, pero el caso colombiano también aprendió de esas experiencias. Hay cosas supremamente interesantes, aprendizajes para ponerlos en el contexto que tú presentas y que a mí personalmente me parece muy interesante y que tiene que ver con los repertorios. Cuando uno observa estas movilizaciones, están llenas, son riquísimas en repertorios de contienda que son innovadores, repertorios que son muy creativos. Mira que no es el clásico repertorio de la marcha, de llegar hasta la plaza principal y demás sino de tomar lugares simbólicos, de revestirlo un poco también de espíritu carnavalero para llamar a que más personas participen. En Colombia esto es muy importante porque acá la movilización ha sido siempre muy señalada, muy perseguida y la gente siente temor muchas veces de movilizarse.

Claramente digamos que en los dos escenarios que señalaste (tanto Chile como Ecuador), encontramos momentos muy complicados de desarrollo de violencia y de enfrentamiento con la fuerza pública, pero creo que nosotros podemos sacar de ahí un aprendizaje porque no todo fue así, ¿verdad? (sic.) Eso se cuenta muy bien en las noticias y genera mucho público pero eso no fue así. Lo que se debe resaltar es ese servicio de aprendizaje de una movilización que se reinventa, que llama más adeptos y que genera más atención también a nivel internacional en términos de cubrimiento.

A.G.: Si no es por la llegada del COVID-19 al país, la oleada de movilizaciones sociales iniciada en noviembre de 2019 en contra del Gobierno Nacional hubiese continuado. Sin embargo, la pandemia ha publicitado las difíciles condiciones socioeconómicas y los grandes problemas públicos que desde siempre ha padecido Colombia. ¿Es posible que se dé un estallido social apenas pase esta situación sanitaria?

A.R.: Pues sí, Alan. Mira, la cuestión es que el COVID-19 no hizo que los problemas mutaran, se transformaran o se solucionaran mágicamente. Todo lo contrario. Todo lo contrario significa que muchos de esos problemas ligados a la desigualdad social y a esa crisis de representación que se denuncia se han ido intensificando, y además aparecieron nuevas demandas generadas específicamente por la pandemia. Entonces es muy probable que cuando haya un escenario un poco diferente, haya un rebrote. Uno podría decir o se podría decir, e incluso algunos analistas hablan de una segunda ola.

Hay una cosa que es importante tener en cuenta y es que este año en varios espacios pensando específicamente en el ámbito latinoamericano, hay ejercicios de elecciones. Y las elecciones funcionan, cuando uno las mira desde el ambiente politológico, también como un canalizador. Entonces, digamos, como puede bajar la abstención bien porque se castiga o se vota en contra de quienes la ciudadanía considere que lo han hecho mal, que han desarrollado una mala gestión, ahí (en las elecciones) tienen un elemento canalizador; pero por otro lado ninguno de esos problemas en Colombia y en los otros espacios por los cuales la ciudadanía se moviliza, se han resuelto sino que se han intensificado. De hecho hay, digamos, como una apuesta también, si yo lo pienso en el contexto latinoamericano, que otros escenarios en los que no se dio movilización como por ejemplo México, como por ejemplo Brasil, se sumen a esa segunda movilizadora que se puede presentar en el continente. Esto evidentemente por el manejo que se le ha dado a la crisis desde el gobierno de AMLO (Andrés Manuel López Obrador) en México o de Bolsonaro en Brasil y por los efectos que trajo también el COVID-19 en estos lugares.

Entonces lo que se esperaría es que hubiese nuevos brotes de protestas no solamente en los países en donde ya había comenzado, ya que estos problemas son (sic.) irresueltos y se han intensificado, sino que inclusive extienda la movilización en caso de ser posible a otro tipo de escenario.

A.G.: Para finalizar, ¿actualmente qué margen de acción les deja la virtualidad a los movimientos sociales para inscribir agendas y tramitar sus demandas?

A.R.: Pues es que como a todos, la vida nos cambió. Y todos tenemos que adaptarnos a otro tipo de escenarios. Uno ya no puede seguir jugando los partidos, si me lo permites decirlo coloquialmente, en las mismas canchas. Entonces hay que reinventarse. Yo pienso que antes nosotros éramos muy críticos. Cuando uno revisa la literatura sobre la acción colectiva, pues evidentemente hay un reconocimiento que las redes sociales han tenido un impacto, sobre todo en cuestiones de convocatorias, de visibilización de muchos temas que ahora ese tipo de cosas se facilitan, pero desde ya, diciendo como bueno, tienen un espacio muy restringido de incidencia… (sic.) Pues que ahora todos nos estamos moviendo, ese es nuestro espacio de movimiento, y por “ese es nuestro espacio” me refiero a las redes, a la virtualidad y ahí, como tú has dicho, en términos de la agenda pues se puede comenzar a observar cómo se han posicionado muchos temas, cómo esto en términos –si se quiere- de la democratización de la información puede llegar a públicos más amplios, cómo se pueden transmitir mensajes de manera mucho más directa, creativa. Entonces creo que también es un momento para reflexionar y pensar que esta nueva virtualidad y estas nuevas redes sociales comienzan a tener mucho más peso de lo que nosotros tendíamos a atribuirle porque se convierten ahora en el escenario donde nosotros desarrollamos ahora nuestras actividades.

Yo no pienso que la movilización clásica y la movilización de calle vaya a desaparecer, digamos que no está mandada a recoger (sic.) ni nada por el estilo. Cuando las condiciones sean diferentes, en la medida de lo posible se pueda volver a presentar este tipo de ejercicios, se retomarán (movilización clásica). También como te decía usando otro tipo de repertorios. Pero sí estamos pasando y pensándolo en cuestiones de clásicos como Manuel Castells y demás, las redes sociales cada vez tienen más peso, tienen una vigencia impresionante de comunicar en tiempo real, nos permiten estar conectados con todo el mundo, entonces los ejercicios de aprendizaje son muy significativos. Y que todo el mundo está pendiente de ellos. Entonces no te estoy diciendo que sea la panacea, que ahora migramos por ahí, que eso pone todas las agendas y que permite todas las negociaciones. Eso sería muy naif. Pero sí aumenta comparativamente con experiencias anteriores el margen de maniobra y las posibilidades de llegar y de posicionar otro tipo de temas/agendas y darles tramite a las mismas, además de ejercer mecanismos de presión para que las entidades o los entes frente a los cuales se hacen las demandas, tengan que escuchar.

Alan Gutiérrez

De Ciénaga, Magdalena. Politólogo y activista político. Me interesan los temas relacionados con derechos humanos, resistencia civil, movimientos sociales y procesos de construcción de Estado.

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